jueves, 13 de diciembre de 2012

BLOG, DERECHOS HUMANOS


Celebramos el Día Internacional de los Derechos Humanos. Celebrar significa que  reclamamos todos los derechos para todos y todas, que luchamos porque se reconozcan aquí y ahora Significa que nos rebelamos contra la Injusticia, contra el hecho de que la mayoría de las personas, el 99 % de la humanidad tengan que vivir en condiciones estrechas, inhumanas, mientras que una minoría de ricos, un 1 %,  se aprovechan  sacando sustanciosos beneficios de la pobreza y miseria de los demás. Nosotros tratamos de reivindicar políticas económicas que permitan hacer efectivos todos los derechos humanos para todos y todas. (Leer 2º Considerando DHDH)

 

1) Todos sabemos que la Declaración Universal de los Derechos humanos fue adoptada el 10 de diciembre de 1948 y esta es la fecha en que se celebra en todo el mundo el Día de los Derechos Humanos.
La Declaración aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1948, consta de un preámbulo y 30 artículos, establece una amplia gama de derechos y libertades humanas básicas a las cuales todos los hombres y las mujeres, en todas partes del mundo, tienen derecho, sin distinción alguna.

Es el documento más universal del mundo, fue recopilado, traducido y difundido en más de 380 idiomas y dialectos : desde abjasio hasta zulú. La Declaración Universal es, pues, el documento más traducido, de hecho, es el documento más «universal del mundo.

 

2) En nuestro país, la crisis, gestionada por los del PSOE y PP,  ha hecho retroceder 40 años de derechos  sociales y laborales, conquistados en décadas anteriores: derecho a la salud pública, a una educación pública y de calidad, derechos laborales conculcados, con unos despidos libres, empresas que tardan hasta 9 meses sin pagar a sus trabajadores, el derecho a la vivienda con el problema de los desahucios y los sin techo que aumentan en nuestras calles y plazas, el derecho de ancianos y dependientes que ven cómo se paralizan las inversiones que les garanticen una atención digna, el derecho al trabajo, con unos porcentajes de paro intolerables (cerca de 6 millones de parados), los derechos de los jóvenes pisoteados, sin futuro, sin trabajo…

3) Nos preguntamos si son compatibles estos Derechos Humanos con este Capitalismo que nos invade. ¿Pueden los Derechos Humanos hacer frente al Capitalismo y sus crisis? ¿Son compatibles dichos derechos con el régimen económico imperante? Mientras una minoría privilegiada, apenas el 1 % de la humanidad, pregona las excelencias que le aportan estos derechos, sobre todo la libertad individual de enriquecerse sin límites, existe otra parte de la humanidad, mucho más numerosa, ese 99 %, que carece de lo más mínimo para vivir dignamente.

 

4)Algunos derechos humanos tienen problemas, como por ejemplo: Un primer problema: el exceso de población: El problema de la población es muy complejo, pero el exceso de población en el  planeta plantea problemas globales muy serios. Solo pretendo apuntarlos. Tenemos que cuestionar un valor ético que parecía incuestionable: el valor de la vida. Pero ¿de qué vida? Sin duda de una vida humana, pero una vida humana vivida con dignidad. ¿Es esto posible en una población que en este año 2012, somos 7.000 millones de SH? En el año 2.020 seremos 8.052 millones de personas. Y en el 2.050 seremos 9.300. Cada año aumenta la población mundial en cerca de 80 millones de seres humanos (800 millones cada década!). ¿Cómo proporcionar condiciones de vida a los 245.000 niños que nacen cada día?


Entonces, se nos presenta como un problema el exceso de población. Ya en el siglo IV a.c. Aristóteles decía en su libro de "Política" (Libro IV, cap. 4º) que la superpoblación era un grave peligro para la comunidad y para el Estado. ¿Es posible un mundo en el que tantos seres humanos se les pueda proporcionar un mínimo de bienestar, puedan ser felices? ¿Podremos vivir todos en este planeta? ¿O tendremos que admitir que hay mucha gente que sobra y que no tiene sitio en esta tierra? Si para que este modelo de desarrollo pueda continuar es necesario eliminar a la mitad de la humanidad, no hay problema los amos del mundo están dispuestos a hacerlo, con el menor coste posible político y económico: Sida, Deuda externa, Guerras, genocidio.

En 1994, en la Conferencia de El Cairo sobre población y desarrollo, se abordó el triángulo conflictivo entre pobreza, explosión demográfica y destrucción ambiental. Se dijo que habría que re-definir los conceptos más o menos obsoletos de "salud reproductiva" o bien de "derechos reproductivos". Se habló del conflicto entre población, su crecimiento, el modelo de desarrollo y la planificación familiar. De hecho los pueblos empobrecidos quedarán al margen de cualquier posible planificación familiar. Los 49 países más pobres triplicarán su población en 50 años. Cada hijo en ciertos países es asumido como una aportación económica insustituible. Su mentalidad y su visión del mundo no es la que tenemos los pueblos que nos decimos desarrollados.

- art. 16 afirma que la familia es el elemento natural de la sociedad y tiene “derecho a la protección de la sociedad y del Estado”. Pero no dice a qué tamaño de familia se refiere: ¿dos, cinco, trece, diecisiete hijos? Ni a qué otro modelo de familia distinto del tradicional.

- art 25: “toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar...” Sabemos que a todo derecho le corresponde un deber: nos preguntamos: ¿tiene el Estado el deber de proporcionar alimento, vestido, vivienda, asistencia médica, educación, etc. a cualquier familia, sea lo numerosa que sea?

- art. 11: Toda persona es inocente mientras no se pruebe lo contrario. En adelante, tal y como marchan las cosas, habrá que probar que toda persona será culpable de terrorismo mientras no camine de rodillas.

- art. 13. Toda persona tiene el derecho a emigrar..¿Dónde está el deber de acogida? ¿Tienen los Estados el deber de acoger e integrar a los inmigrantes? ¿O eso solamente se queda para las ONG,'Andalucía acoge','Almería acoge', etc.? Todos hemos visto en TV el caso del buque noruego con 430 inmigrantes afganos, en 2002 y que les negaron la entrada en los puertos de Indonesia y Australia. No había en su ordenamiento jurídico ningún artículo que les pudiera obligar a acogerles. Las puertas de los países ricos se cierran en las narices de los millones de fugitivos que buscan poder vivir fuera de sus fronteras.

5) Un dato sangrante: uno de los negocios más lucrativos de este Capitalismo es el negocio de las armas. No solamente poseer una potente industria militar, sino que esto significa que tienen poder militar para imponer por la fuerza un régimen económico como éste, con el que tratan de dominar el mundo por la fuerza. Se gastaron 700.00 millones de $ en el año 2009 en armamento.

 

6) Si de cifras hablamos, el recorte sanitario alcanza el 22%. Pero el recorte esconde algo más: el final de la universalidad y la gratuidad de la sanidad en España. El copago y la situación de los extranjeros sin autorización de residencia ejemplifican este final. Pretenden esquilmar la sanidad pública para privatizar y reforzar la sanidad privada, de manera que el derecho a la salud cede ante el negocio y el beneficio. Se oculta una agenda para desprestigiar la sanidad pública y crear un doble sistema sanitario: de pago para quienes pueden afrontarlo, gratuito para los demás, casi a modo de beneficencia. Planteamiento que también está presente en el ámbito educativo.

7) La nefasta política del ministro Wert ha supuesto un recorte de 5.212 millones de euros en educación, situándonos a la cola de la OCDE y la Unión Europea. Un recorte que se plasma en el despido de miles de profesores y en la masificación de las aulas. Y que esconde también un proyecto de modelo educativo clasista, abandonando criterios de igualdad y no discriminación. Estudiantes y profesores se han unido en Barcelona la semana pasadapara unificar luchas. Dicen “nuestra educación no pagará vuestra deuda”.
Por todas estas razones, en un día como el 10 de Diciembre, en el que conmemoramos la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por la ONU, la sociedad entera, todos nosotros y nosotras. debemos plantarnos como una exigencia irrenunciable, exigir el cumplimiento de estos derechos y denunciar su aniquilación a manos del capitalismo depredador que, escudado en la crisis, está dibujando un horizonte de desesperanza, miedo y frustración. Que no sea así, depende de todos y todas.

Gritar hoy más que nunca, ese ¡No hay derecho! Que hemos dicho tantas veces. Es la expresión de un deseo de cambio. Es el grito de la ciudadanía que despiertan a la conciencia de su dignidad. Es el grito indignado de la justicia buscada y anhelada por la humanidad. Todos y todas somos o debemos ser responsables de nuestras vidas, de nuestras conductas. Inhibirse, o mirar para otro lado en estas circunstancias son actitudes completamente inaceptables. Está en  juego la misma Democracia: el derecho y la obligación de opinar, el derecho de expresión. Los DDHH son patrimonio común de la humanidad, no podemos fallar. Se trata del Bien Común del mundo entero.
¿Qué podemos hacer? Antes que nada, esforzarnos mucho más en conocer lo que está pasando: la falta de información es la primera causa de nuestra pasividad. Por otra parte, no tolerar la mentira o el encubrimiento de la verdad. Tenemos que conocer, en toda su crudeza, el sufrimiento que se está generando de manera injusta entre nosotros. No basta vivir a golpes de generosidad. Podemos dar pasos hacia una vida más sobria. Atrevernos a hacer la experiencia de "empobrecernos" poco a poco, recortando nuestro actual nivel de bienestar, para compartir con los más necesitados tantas cosas que tenemos y no necesitamos para vivir.

Un aire de Esperanza: Compromiso mental y activo con los Derechos Humanos, conocer y defender, a pesar de todo, con todos sus problemas,  estos derechos en nuestras tertulias, con la familia, con los amigos. Necesitamos el compromiso y la rebelión cívica de toda la sociedad. “Las calles son  la única esfera política que aún  no se ha apropiado el Capitalismo”.  (Afirmación de un grupo de intelectuales del Sur de Europa, Portugal, España, Italia, Grecia, reunidos en Londres la semana pasada.“¿A qué nivel de catástrofe vamos a esperar para encontrar una solución a esta crisis? –decía Bonaventura Souza Santos, ilustra sociólogo portugués, afincado en, el Brasil). Por tanto, rebelión activa y desobediencia civil ante normas ilegítimas, son compromisos ante los que todos y todas estamos concernidos. “¡No pagaremos la deuda! Y pediremos a otros países que nos secunden!”, gritaban unos diputados griegos. Y podemos gritarlo nosotros.

---oOo---

domingo, 9 de diciembre de 2012










Madrid, 27 de Noviembre de 2012

CRISTIANAS Y CRISTIANOS DE BASE DE MADRID
c/ San Bernardo, 12, 2º Izqda, 28015 Madrid
                                                                                                                                                                                           http://www.iglesiadebasedemadrid.org
E-mail: coordinadora@iglesiadebasedemadrid.org


Sr. Presidente del Gobierno, Palacio de la Moncloa (Madrid):



Somos un colectivo de comunidades de base, agrupadas como “Cristianas y Cristianos de Base de Madrid” y coordinadas con otros grupos análogos en diferentes territorios del  Estado, que formamos parte de la  Iglesia Católica.

 El objetivo de esta carta es plantearle la urgente necesidad de que el Gobierno que Vd. preside  denuncie los Acuerdos  firmados  por el Estado Español con la Santa Sede en 1976 y 1979  (BOE, 03/01/1979) porque a nuestro juicio,  tales Acuerdos consagran para  la Iglesia Católica  numerosos privilegios, lesionan seriamente los derechos de muchos españoles que tienen otras creencias u  otras convicciones filosóficas,  y lastran  de forma grave el genuino sentido del Cristianismo, a causa del contradictorio proceder de la Iglesia Católica, motivo de escándalo para muchos.

Tras mucho tiempo de reflexión sobre la actuación de la Iglesia Católica en el seno del Estado democrático que, desde hace décadas intentamos consolidar, hemos llegado a la conclusión de que el actual marco de relaciones Iglesia-Estado colisiona frontalmente con distintos principios fundamentales recogidos en nuestra Constitución (ver documento adjunto), lesiona derechos básicos de muchos ciudadanos y traiciona la neutralidad del Estado respecto a las diferentes corrientes de pensamiento, convirtiéndolo, de facto, en un Estado Confesional.

Todas las razones apuntadas ponen de manifiesto la necesidad de denunciar estos Acuerdos y sustituirlos por otras normas más acordes con un Estado social y democrático de Derecho, que pongan un punto final a los anacronismos hoy vigentes en diferentes esferas de la vida pública española.

Numerosas razones avalan la necesidad de esta denuncia:

 En el ámbito jurídico-político: Los acuerdos con la Santa Sede (al margen de su estructura jurídica que pensamos puede ser contraria a la Constitución) mantienen casi intacto el núcleo del Concordato de 1953 (pre-democrático y nacido en el marco de la Dictadura), especialmente en los privilegios que otorgan a la Iglesia Católica en el ámbito de la  Economía y de la Enseñanza, y fueron concebidos, negociados y acordados sin contar con la ciudadanía. Vieron la luz sólo unos pocos días después de la promulgación de la Constitución Española de 1978, poniendo de manifiesto la urgencia por resolver el tema antes de que las reglas del juego democrático estuvieran plenamente establecidas.

En el ámbito económico: Tanto el Acuerdo sobre Asuntos Económicos como diferentes normas legales posteriores atribuyen a la Iglesia Católica unos derechos que implican subvenciones, exenciones fiscales y facultades de apropiación patrimonial, inexplicables en un Estado democrático. Por el contrario, la Iglesia, la mayor propietaria de bienes inmuebles en España, incumple su compromiso de autofinanciación, tal como reconoció en los citados Acuerdos, y continua reclamando incrementos en las subvenciones estatales que, en estos momentos, superan ya los diez mil millones de euros al año. En nuestros días, esas demandas tienen como consecuencia el lamentable espectáculo de ver como  la población se empobrece con la crisis, Y los ajustes y recortes recaen especialmente sobre los más débiles, mientras la Iglesia  Católica es la única instancia, además del sector financiero y las grandes empresas,  que se mantiene inmune ante la crisis: ningún recorte en subvenciones, las mismas exenciones fiscales que décadas atrás. En su defensa, siempre alega la labor de Caritas (que todos reconocemos), pero oculta que la financiación de la Iglesia a esa labor no llega ni al 3% del presupuesto de Caritas.

En el ámbito de la Educación: Convencidos de que la Escuela debe, no solo transmitir conocimientos, sino propiciar la formación plena del alumno como persona y como ciudadano, pensamos que solo el Estado puede cumplir este cometido, ya que solo él puede garantizar, de forma universal e igualitaria, una escuela pública de calidad para todos. Por ello pensamos que esta tarea no le incumbe directamente a la Iglesia, que no representa al conjunto de la población sino solo a una parte. Y, sin embargo, la Iglesia, a través de diferentes confesiones religiosas, acapara hoy más de 2/3 de los centros educativos no públicos.

Otro anacronismo difícil de entender es la presencia de la Religión en la escuela. La   educación en la fe religiosa  pertenece a otro lugar, y a otros protagonistas: los templos, las sinagogas, las mezquitas, etc. Si hoy pervive es porque los Acuerdos con la Santa Sede garantizan y blindan para la Iglesia ese dominio ideológico de las conciencias.  

Asimismo, nos parece totalmente irregular que sea el Estado el que pague a los profesores de religión y sean los obispos los que los elijan  y los puedan expulsar a su conveniencia, al margen de la normativa que rige para el resto del profesorado.

En el ámbito social y cultural: Desde el ámbito de lo social, los Acuerdos son también contrarios a la lógica democrática, ya que consolidan la casi omnipresencia de la Iglesia Católica en instituciones y espacios que no son los suyos: hospitales, fuerzas armadas, ceremonias civiles.. etc, sin olvidar su constante intento de injerencia en las políticas sociales así como en el desarrollo legislativo regulador de los derechos civiles, la moral pública, la investigación, etc. Un poder de coacción moral incompatible con el pluralismo ético y cultural de la sociedad española y con el ejercicio de las libertades que consagra nuestra Constitución.

Por entender que ninguna confesión religiosa ni cosmovisión alguna puede imponer sus códigos morales al conjunto de la sociedad, y que la libertad de conciencia es anterior y superior a la libertad de las organizaciones para difundir sus propias creencias y puntos de vista, reclamamos del Estado un marco jurídico nuevo que garantice el derecho de los ciudadanos a la libertad de conciencia moral, así como el compromiso por consolidar una Ética pública basada en el respeto a los Derechos Humanos y a los principios y valores democráticos recogidos en  la Constitución.

En conclusión, Sr. Presidente, por todos estos motivos, cuyo razonamiento más detallado se ofrece en el Documento Adjunto, creemos que es cada vez más urgente la denuncia de los Acuerdos con la Santa Sede, que deben ser derogados y sustituidos por normas acordes a un Estado democrático de derecho, es decir, con máximo respeto a las libertades civiles de los ciudadanos y bajo los principios de no discriminación y no confesionalidad del Estado.

Atentamente,








Fdo.: Gloria Encinas Blanco

Presidenta de la AsociaciónCristianas y Cristianos de Base de Madrid”,
en nombre y representación de su Asamblea General.















CRISTIANAS Y CRISTIANOS DE BASE DE MADRID
c/ San Bernardo, 12, 2º Izqda, 28015 Madrid

http://www.iglesiadebasedemadrid.org
E-mail: coordinadora@iglesiadebasedemadrid.org



Adjunto


Razones para denunciar los Acuerdos Santa Sede-Estado Español


Estos Acuerdos concordatarios (BOE 03/01/1979) son el principal escollo para la consecución efectiva de un Estado laico, es decir, de verdad aconfesional. Porque van en contra de principios y valores, contenidos en el art. 1 de la Constitución y que son fundamentales, como pueden ser  el Principio de Laicidad, el Principio de Igualdad y el Principio de Tolerancia:

1.- Principio de Laicidad:
Se entiende como laicidad del Estado la independencia y separación efectiva entre el Estado y las iglesias, entre los planos secular y religioso. En clave histórica, diríamos que es la autonomía de lo político y civil respecto a lo religioso. Esa separación de esferas afecta tanto al orden económico y político como al doctrinal y moral. En nuestro país dicha autonomía tiene muchas aristas, pues venimos de etapas históricas de plena identificación entre la Iglesia y el Estado. Sobre todo, desde 1978 vivimos en unas coordenadas en las que, según nuestra Constitución, (art. 16.3) el Estado español es aconfesional, es decir, no se adscribe a ninguna confesión religiosa. Ello no quiere decir que sea contrario a la religión, ni que profese varias confesiones a la vez. Significa simplemente que es laico, independiente de todo credo religioso. Estado aconfesional es equivalente a Estado laico. Sin embargo, la Laicidad efectiva, en la sociedad y el Estado, exige una serie de medidas, reivindicadas cada vez más por distintos sectores de la sociedad, que afectan de modo esencial a la Iglesia Católica, dado su estatus preferencial frente a otras confesiones. Un Estado democrático no puede ser confesional, no puede participar de una confesión religiosa particular, porque eso discrimina a los ciudadanos que participan de cualquier otra convicción.

El artículo 16.3 continúa "Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones." Es una manifiesta contradicción en los términos del propio artículo. No hay ninguna confesión de carácter estatal; pero expresa un papel reconocido a las creencias religiosas en el ámbito público, que no se reconoce a los demás formas de convicciones. Y la cita expresa de la Iglesia Católica es en sí un privilegio clerical. Una vez más se confunde el sujeto de los derechos fundamentales; que no es la institución Iglesia Católica y otras religiones, sino el de aquellos ciudadanos de creencias religiosas.

La actual situación también colisiona con nuestro marco jurídico constitucional. El contenido y contexto político de los Acuerdos Santa Sede-Estado español  representan una herencia manifiesta del Concordato franquista de 1953. De hecho, el primer acuerdo (1976) es netamente pre-constitucional y los otros cuatro, de 1979, -firmados tres días hábiles después de la entrada en vigor de la Constitución- sólo son formalmente post-constitucionales, pero contienen privilegios para la Iglesia Católica que van contra la Constitución. Chocan frontalmente con principios y derechos fundamentales, como el de Igualdad Art. 14,  o el de la libertad de Conciencia. Todo ello, convierte en letra muerta el Artículo 9 .2 de la CE: “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”

Por respeto a la Constitución y a los derechos fundamentales en ella recogidos, tales Acuerdos. deben ser derogados y sustituido por leyes acordes a un Estado democrático de derecho, es decir, con máximo respeto a las libertades civiles de los ciudadanos y bajo los principios de no discriminación y no confesionalidad del Estado.

Creemos que nuestro desarrollo político exige superar definitivamente la implicación y mutua subordinación de facto, entre  el ejercicio de gobernar y la influencia doctrinal  religiosa. No son entendibles los residuos de Nacionalcatolicismo que subyacen en, por ej., los “juramentos ante la Biblia” en actos estrictamente políticos o la asistencia oficial de servidores públicos, en cuanto tales, a celebraciones religiosas. Menos aún lo es, la exención a las Confesiones Religiosas de impuestos que son obligatorios para todos los ciudadanos, o el reconocimiento a la Iglesia Católica de competencia jurídica para apropiarse de bienes de carácter público por el mero hecho de no estar registrado.

2.- Principio de igualdad:
La igualdad es el principal principio de la organización de la sociedad política democrática. No hay autentica libertad sin igualdad; y la igualdad sin libertad es un engaño. En España esta consagrada en el artículo 14 de la Constitución de 1979: "Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social." Y, repetimos, en el 9.2 "Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integren sean reales y efectivas;..."

Todos sabemos que vivimos en una sociedad caracterizada por el pluralismo y en ella afirmamos que hay condiciones para llevar a la práctica el derecho a la “igualdad”  Creemos que es posible armonizar la igualdad de derechos de los ciudadanos con el pluralismo de creencias, concretamente las creencias religiosas. Como es lógico, tenemos presente que el pluralismo de creencias y de valores es un hecho sociológico, en tanto que la igualdad es un derecho fundamental de los ciudadanos, Parece razonable que la conditio sine qua non para que la igualdad sea posible, en una sociedad plural, es que los poderes constitutivos del Estado de Derecho no privilegien a ninguna confesión religiosa sobre las demás. Porque únicamente en una sociedad en la que nadie es privilegiado será posible la “no discriminación”. Es evidente que, desde el momento en que una confesión religiosa es favorecida legalmente (o se da pie para que lo sea), los adeptos a esa confesión gozan de unas ventajas que rompen la igualdad de derechos con los demás ciudadanos.  Como es lógico, si se privilegia legal o económicamente a la Iglesia católica, inevitablemente los no católicos ateos, agnósticos, indiferentes, quedan en inferioridad de condiciones. Es decir, se establece un principio de desigualdad que es anticonstitucional. Por tanto, con esto  queremos decir que toda ley o toda decisión económica que tenga como consecuencia favorecer los intereses legales, económicos, docentes o de cualquier clase de una determinada institución religiosa, anteponiendo esos intereses a los de las demás confesiones, o convicciones filosóficas, introduce en la convivencia de los ciudadanos un principio de discriminación que rompe la igualdad de todos. Lo contrario supondría un principio de discriminación que haría extremadamente difícil la convivencia ciudadana en esta sociedad plural. Esto es lo que está pasando con los Acuerdos Santa Sede-Estado español de enero de 1979.

Por otra parte,  la Constitución Española establece con claridad y firmeza la igualdad de derechos y, por tanto, es evidente que, desde el punto de vista constitucional, no privilegia a ninguna confesión religiosa sobre las demás confesiones y convicciones que, de hecho cuentan con seguidores en España.

Pero esto es verdad solamente si la situación se analiza a primera vista, es decir, de manera superficial. Porque, como sabe todo el mundo, la religión cristiana ha sido en España, durante siglos, no sólo la religión privilegiada, sino sobre todo la religión única y, en gran medida, se puede decir  que ha sido también la religión oficial. Esto es cierto hasta el punto de que el cristianismo ha sido uno de los pilares constitutivos de la cultura occidental. Más aún, esta religión única y, en buena medida, oficial, sigue teniendo su centro organizativo y administrativo en Roma, es decir, en Europa. Y desde Europa ha sido exportada a otros continentes.

Hay que tener en cuenta que las verdades de la religión cristiana y sus normas han sido utilizadas por españoles y europeos para  legitimar la colonización, la dominación y el imperialismo de las potencias españolas y muchas europeas, y de la cultura occidental  sobre el resto del mundo. Como es lógico, una historia que ha estado marcada de manera tan profunda y con consecuencias tan graves no se puede borrar por la fuerza de unas normas constitucionales, por mucho consenso parlamentario que obtengan en este momento. Porque, al hablar de todo este asunto, estamos ante una cultura de siglos, asumida e integrada en la sangre misma de las ideas más queridas por millones de ciudadanos de España y de toda Europa. En este sentido, parece lógico afirmar que el Parlamento español debe vigilar cuidadosamente para que las verdades y las normas religiosas, que vienen dictando la iglesia católica desde hace siglos, y las que rigen ahora desde 1979, no tengan ningún tratamiento de preferencia en nuestro país. Los españoles y europeos no deberíamos olvidar nunca que tenemos asimiladas las enseñanzas y las normas de nuestra vieja tradición cristiana como algo enteramente lógico y natural, cosa que no es así para los millones de personas que conviven en España y en toda Europa y que proceden de tradiciones culturales y religiosas que poco o nada tienen que ver con el cristianismo.

No olvidemos que, cuando se trata del catolicismo, la pertenencia a una Iglesia multinacional obliga a los católicos a profesar fe y obediencia a una instancia que se escapa al control de los Estados. Porque, aparte de su carácter multinacional, cuando hablamos de la Iglesia católica, estamos hablando, no sólo de una religión, sino además de un Estado. Un Estado que tiene sus embajadores (los Nuncios), sus relaciones diplomáticas internacionales, y que tiene la ventaja de que puede jugar, en el gran juego de la política, con dos barajas: la baraja que usa las cartas marcadas por la ley (concordatos, acuerdos, pactos internacionales...) y la baraja que usa las cartas marcadas por la conciencia, es decir, se sirve (como lo hacen otras religiones) de la presión de los sentimientos de culpa sobre las conciencias de muchos ciudadanos. Lo cual  es “jugar con ventaja”. Porque, cuando los obispos ven que les conviene, utilizan los procedimientos propios de la diplomacia y los derechos que se derivan de los acuerdos de Estado. Y cuando consideran que es más eficaz actuar como pastores de almas, presionando a las conciencias y sacando a relucir los argumentos y el lenguaje que se deriva del Evangelio.

Por estar convencidos de que ninguna confesión religiosa ni cosmovisión alguna puede imponer su moralidad al conjunto de la sociedad; por entender que la libertad de conciencia es anterior y superior a la libertad de las organizaciones para difundir sus propias creencias y puntos de vista, reclamamos del estado un marco jurídico nuevo que garantice el derecho de los ciudadanos a la libertad de conciencia moral, así como el compromiso por consolidar una Ética pública basada en el respeto a los Derechos Humanos. y a los principios y valores democráticos recogidos en  la Constitución.
Ello exige, entre otras prácticas políticas, la promulgación de una nueva Ley de libertad de conciencia y la búsqueda de un consenso social sobre valores democráticos fundamentales a preservar en nuestro  ordenamiento jurídico, que superen los atavismos de un Nacionalcatolicismo hace tiempo superado por la sociedad española.

3.- Principio de Tolerancia.
La tolerancia según la “Declaración de Principios sobre la Tolerancia” de la UNESCO  de 1995,  “consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. La fomentan el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. La tolerancia consiste en la armonía en la diferencia. No sólo es un deber moral, sino además una exigencia política y jurídica. La tolerancia, la virtud que hace posible la paz, contribuye a sustituir la cultura de guerra por la cultura de paz”.
Advierte la UNESCO que “tolerancia no es lo mismo que concesión, condescendencia o indulgencia. Ante todo, la tolerancia es una actitud activa de reconocimiento de los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los demás. En ningún caso puede utilizarse para justificar el quebrantamiento de estos valores fundamentales. La tolerancia han de practicarla los individuos, los grupos y los Estados”.

El principio de tolerancia, como se deduce del documento de la UNESCO, se basa en que todos y todas somos iguales, aunque tengamos distintas creencias, convicciones, y comportamientos. La ciudadanía exige una actitud de aceptarse y soportarse mutuamente en el espacio público de la sociedad que es de todos. La laicidad va muy unida a la tolerancia (que viene del verbo latino tollere que quiere decir soportar, aceptar, tener paciencia) que significa liberar a la política y a la moral de toda tutela religiosa, colocando en su lugar a la razón. Cuando en una sociedad laica se admite el hecho de una inmigración constante de muy distintos países y continentes, esto implica la  diversidad de religiones, credos y morales. Entonces, la tolerancia es una llamada a la ciudadanía para llegar a convivir pacíficamente y crecer personalmente. Los problemas vienen de la convivencia ciudadana del día a día, con el otro que es distinto, cuando surgen personas y grupos (los inmigrantes) que ponen en cuestión unos valores y formas de vivir  que se consideraban inapelables.

Ese reconocimiento no es una etiqueta de validez, ni de consentimiento. La tolerancia rechaza la imposición dogmática. No admite el planteamiento de los Acuerdos de 1979. Supone el debate de progreso, la crítica, la sátira de las ideas o de otro tipo de características, siempre que éstas no inciten a actos contra las personas que los ostentan y que no lesionen sus derechos. Y mucho menos es un permiso de “todo vale”; no consiente los actos ilegales bajo la excusa de que corresponde a manifestaciones "naturales", tradicionales, intimas de la fe, de orden revelado, de la etnia, de la cultura, de la lengua, de la tradición. “La tolerancia con la intolerancia es también intolerancia.”

Propugnamos el laicismo, entendiendo por tal el pensamiento y la actuación orientados a la consecución y defensa del Estado Laico, de la Laicidad de sus Instituciones y de la actuación consecuente de los Cargos Públicos en el ejercicio de sus funciones. El laicismo es una posición política de reclamación del cumplimiento por parte del Estado de una nota esencial de la democracia y de los Derechos Humanos: la laicidad que es la Igualdad de los Individuos en el Derecho Fundamental a la Libertad de Conciencia.

Aunque somos conscientes de la existencia de un laicismo que, tal vez busca la desaparición social de las religiones, o aquél otro que trata de reducir las creencias y las prácticas religiosas al ámbito de lo estrictamente privado, sin visibilidad en el plano social, decimos que no compartimos ni uno ni otro. Creemos en la libre expresión de cualquier creencia religiosa y de su derecho a expresarse públicamente. Pero, dada nuestra coyuntura, abogamos con más fuerza aún por la separación e independencia real de las religiones y el poder político. Hoy, en España, sigue siendo un reto, urgente por olvidado, el objetivo de instaurar un Estado Laico en una sociedad plural.

SEVILLA. PRESENTACION
José Maria García-Mauriño
2 de Octubre de 2012
Estado laico, Iglesia laica
Jose Maria Garcia-Mauriño
Antonio Moreno de la Fuente
Editorial “Punto rojo”. Sevilla
264 pags, 10 €

Los autores de este libro quieren presentar un Estado laico, que organice la sociedad al margen  de toda moral religiosa, sea católica o de cualquier otra confesión. Eso es un Estado aconfesional. Y una Iglesia laica, quiere decir que la Jerarquía de la Iglesia católica no pretenda influir en el Estado de manera que quiera gobernar a la ciudadanía con criterios y valores de su moral.  Denunciamos repetidamente los Acuerdos de la Santa Sede y el Estado Español de 1979 en el que concede muchos privilegios a la Iglesia católica en detrimento de otras confesiones. Este libro quiere ser una sencilla aportación al tema de la laicidad. Deseamos contribuir a crear una conciencia colectiva, propia de una sociedad que poco a poco va superando la mentalidad tradicional, propia de años del nacional-catolicismo. Y nos empeñamos en actualizar, en la sociedad y en la Iglesia, la vigencia jurídica de un Estado aconfesional que lentamente se va abriendo paso en la historia de nuestro país. Esperamos que más pronto que tarde sean anulados los Acuerdos entre la Santa Sede y el Estado español de 1979 que privilegian a la religión católica en detrimento de las demás confesiones religiosas y van en contra del principio de Igualdad y de justicia.

Todos percibimos de alguna manera que vivimos en una sociedad bastante inmadura, bastante infantilizada, y en el origen de esta infantilización está la continua expansión del Estado, con su tutela hiperproteccionista. Todo está en sus manos y de él dependemos tanto para lo bueno como para lo malo. El Estado se ha convertido en un padre omnipresente y omnímodo, y a nosotros se nos relega a la condición de ser menores de edad, desamparados e inermes, dóciles y dependientes, eternamente niños. El ideal laico implica una cultura de la autonomía de juicio, basada en el principio de la razón.

Buscamos construir una sociedad laica en un Estado laico: Este es el reto en  la actualidad. Proponemos esta reflexión desde la ciudadanía. Y todos sabemos que el laico no se define por oposición a clérigo, es una distinción clerical.

1.- La sociedad laica:
 La Laicidad tiene por objeto “la independencia del individuo, la sociedad o el Estado respecto a cualquier organización o confesión religiosa” (Diccionario RAE) Esa independencia descansa en dos principios esenciales: la libertad radical de conciencia, y la igualdad jurídica, política, y espiritual de los ciudadanos. De ellos se deduce necesariamente el respeto y la aceptación de los otros en plano de estricta igualdad, sin distinción de sexo, cultura, religión o ideología…. Es decir, las bases de la democracia y de la fraternidad social.
Ser laicos, entonces, equivale a ser ciudadanos adultos, personas libres y críticas, defensores del pluralismo y de una auténtica democracia. En modo alguno esa independencia significa espíritu antirreligioso o actitud de hostilidad contra la religión o las iglesias. El laicista puede ser ateo, pero también puede ser una persona muy creyente.

2.- La laicidad del Estado
En consecuencia con lo anterior, se entiende como laicidad del Estado la independencia y separación efectiva entre el Estado y las iglesias, entre los planos secular y religioso. En clave histórica, diríamos que es la autonomía de lo político y civil respecto a lo religioso. Esa separación de esferas afecta tanto al orden económico y político como al doctrinal y moral.

En nuestro país dicha autonomía tiene muchas aristas, pues venimos de etapas históricas de plena identificación entre la Iglesia y el Estado. Pero desde 1978 vivimos en unas coordenadas en las que, según nuestra Constitución, el Estado español es aconfesional, es decir, no se adscribe a ninguna confesión religiosa. Ello no quiere decir que sea contrario a la religión, ni que profese varias confesiones a la vez. Significa simplemente que es laico, independiente de todo credo religioso. Estado aconfesional es equivalente a Estado laico.

El Laicismo, lejos de constituir una ideología particular contrapuesta a otras, aparece históricamente como uno de los principios básicos de toda democracia, vinculado al reconocimiento de la libertad de pensamiento, a la igualdad de los ciudadanos en derechos y deberes y, por tanto, a la no discriminación por razón de sus ideas. Su contenido no es otro que el establecimiento de las condiciones jurídicas, políticas y sociales idóneas para el respeto y desarrollo pleno de la libertad de conciencia, uno de los pilares fundamentales de los Derechos Humanos.

El camino hacia la Laicidad efectiva, en la sociedad y el Estado, exige una serie de medidas, reivindicadas cada vez más por distintos sectores de la sociedad, que afectan de modo esencial a la Iglesia Católica, dado su estatus preferencial frente a otras confesiones. Entre ellas, señalamos las siguientes,

a) La denuncia y supresión de los Acuerdos de 1979 entre el Estado español y la Santa Sede. Tales acuerdos, también conocidos como el nuevo Concordato, suprimen los anteriores de 1953 y 1976, que son de carácter preconstitucional, suponen la legalización de privilegios injustificables y comportan un tratamiento discriminatorio para el resto de los ciudadanos no católicos.
b) La autofinanciación de la Iglesia Católica, que nunca debería hipotecar su libertad evangélica por conseguir ingresos a través de la mediación del Estado.
c) La retirada de la enseñanza confesional de la religión de los centros educativos públicos o concertados. La religión, fuera de la escuela. La Educación pública nunca debe ser una Catequesis.
d) La eliminación de los símbolos religiosos en los actos públicos, así como la supresión de símbolos y representaciones del poder civil y militar, en cuanto tales, en los actos religiosos. Para hacerlo posible necesitamos un Estatuto de laicidad en todas las Administraciones Públicas.

Y, por supuesto, la separación de esferas entre iglesias y Estado exige una Ética laica frente a cualquier Moral religiosa. La ética laica, como fundamento de convivencia ciudadana, se ha de basar en la dignidad de la persona, los Derechos Humanos y los valores fundamentales recogidos en el art. 1 de la Constitución. Corresponde al Estado regular esa convivencia social sobre principios, normas y valores asumibles por todos los ciudadanos. La Moral cristiana, en cambio, se regirá por los valores del evangelio, y será aplicada por quien libremente decida aceptar esos valores, sin que en ningún caso pueda ser impuesta al resto de la ciudadanía.

Finalmente, con este libro deseamos contribuir a la construcción de un modelo de laicidad basado en el reconocimiento de la diversidad y la atención a las razones de todos los sujetos públicos que intervienen en la vida española. Es más, la laicidad la concebimos como una cultura de la cooperación de sujetos e instituciones que desde su identidad y diversidad  se esfuerzan en aprender unos de otros e intentan colaborar en acciones para el bien común del país.

---oOo---