sábado, 19 de octubre de 2013

TARRAGONA, UNA TRAICIÓN




Ante este hecho de las Beatificaciones de 522 mártires en Tarragona el día 13 de Octubre, Lo primero que nos preguntamos es si fueron en realidad mártires. No queremos ser cómplices con el silencio de ese hecho tan llamativo, Llamamos la atención por lo que puede suponer de traición a la Historia de España en los años pasados. Y también una traición al sentir cristiano en la actualidad. No fueron  asesinados solamente esos 522 mártires que ahora celebra la jerarquía de la Iglesia católica, sumados a esos otros 498 del año 2007, fueron muchos más que no están  contabilizados en las actas eclesiásticas. No es esta la memoria histórica de la verdadera Historia de España ¿Dónde se mencionan los miles y miles de asesinatos que cayeron bajo la impunidad franquista? Y los ejecutaron con el agravante de que a todos estos los mataron “en nombre de Dios”. No se puede afirmar en una Misa multitudinaria que fueron mártires por defender la fe. Hay implícitas muchas motivaciones de tipo claramente político. Fueron asesinados por defender sus creencias políticas y religiosas, las dos cosas mezcladas a le vez. La Historia hay que escribirla al derecho, no con los renglones torcidos de la conveniencia de los poderes de la Iglesia, apoyados y enaltecidos por la política de las clases dominantes.

Pero hay más. Esta jerarquía afirma hipócritamente que este es “un acto de perdón y de mutua reconciliación”. Que no pretende abrir heridas y que no va contra nadie.  Desde luego, con este acto sí que se siguen abriendo heridas, al despreciar a los otros mártires republicanos, porque no hay mayor desprecio que no hacer aprecio.

Y sí va en contra del  dolor y sufrimiento de todos aquellos que cayeron en  las cunetas, en las fosas comunes,  o en la pared de los cementerios y que todavía no han encontrado el reposo que se les debe a los muertos. Ni siquiera han tenido la decencia de tener un recuerdo para el cardenal Arzobispo de Tarragona, Vidal y Barraquer, que por sentido cristiano y eclesial no quiso firmar la carta colectiva con la que los obispos españoles apoyaron la sublevación de Franco en 1937.
    
La intervención del papa por videoconferencia ha sido de calculada ambigüedad. Desde luego, no ha exaltado este acto concreto. Pero, por una parte se ha mantenido en una formulación abstracta y genérica sobre el martirio y la generosidad de los creyentes. Por otra, estaba implícito el apoyo a la iglesia de España del siglo XX. Es decir, el respaldo de los obispos al golpe de Estado de Franco y  la siguiente guerra que fue tildada de “cruzada” por los mismos.

No se ha hecho referencia a los muchísimos españoles mártires que, por defender su ideal (la fidelidad a Dios está en la sagrada conciencia) de una España libre y republicana, como las últimas recordadas “Trece rosas” o los muchos curas que fueron ejecutados por las tropas franquistas por haber estado defendiendo a los pobres y trabajadores de sus parroquias. Todos ellos y ellas fueron objetos de denuncias, con frecuencia por curas y laicos católicos, y ejecutados por las tropas de Franco, y muchas veces sin proceso judicial.

Y para más agravio, la presencia de ministros del Gobierno, de Justicia y de Interior, el presidente del Congreso, J. Posadas, el de la generalitat Artur Mas y un  alto representante de Ejército, en este acto religioso. Las autoridades políticas no tienen ningún  papel en actos de esta naturaleza. No han entendido  o quieren entender que la Constitución es aconfesional y que reclama una nítida separación de la Iglesia y el Estado.

Finalmente, creemos que esta jerarquía ha perdido una hermosa ocasión para hacer explícito el mensaje de Jesús de verdadera y auténtica reconciliación entre hermanos que se mataron unos a otros y que todos son hijos del mismo Padre del cielo.

José Maria Garcia Mauriño

15 de Octubre de 2013.

domingo, 6 de octubre de 2013

ÉTICA SUBVERSIVA PARA TIEMPOS DIFÍCILES

José María García Mauriño

Octubre de 2013.

 

Recuperarse de una crisis como pretenden algunos políticos, no es volver a los mismos esquemas que han funcionado en el pasado, que son precisamente los que han causado y causarán una crisis prefabricada y provocada detrás de otra, según vayan los intereses de quienes manejan el poder político y financiero. Reventó la burbuja inmobiliaria y la bancaria cuando ya estaba suficientemente ordeñada la vaca de la construcción y de las hipotecas basura; si siguen privatizándose la  sanidad, la educación, los servicios sociales,… reventarán las correspondientes burbujas cuando cada uno de esos elementos deje de ser rentable para quienes se adueñen ahora de ellos, y volverán a aparecer cíclicamente el paro, la pobreza, la inhumanidad, la corrupción y la insolidaridad. Porque no hay ética seria sin subversión de valores y de estructuras. No es la estructura anterior la que hay que recuperar sino que hemos de ir construyendo otra nueva, aunque seamos tachados de ilusos: “no tenemos prisa porque vamos lejos”, se leía en muchas pancartas del 15-M.

 

Hoy, una ética subversiva de estructuras injusta no puede aceptar el engaño y la mentira de aquellos políticos y todos los banqueros que dicen que “lo único que se puede hacer es precisamente lo que estamos haciendo porque no hay alternativas” y, además, porque “es por el bien de todos”. Es una idea cínica, tóxica y falsa; el problema es de todos y de todas, de quienes lo dicen y también de  los que se la creen.

 

Porque en la base de una nueva ética, se sitúa la lucha contra la indiferencia de muchos sectores de la ciudadanía, que ya no sienten el sufrimiento y la pobreza que padecen grandes grupos de población. Se sitúa en la lucha contra la corrupción. Contra la marginación de los diferentes, sobre todo de los inmigrantes. Contra el aumento del poder y de la riqueza de los que ya tienen todo lo que quieren y más. Contra la mentira como arma política. Contra la progresiva destrucción de derechos sociales, y laborales ya adquiridos. En fin, contra esa presentación que a veces se hace de la ética como pura estética, que es la negación de pautas de conducta moral comunes. Hay trabajo para rato tratando de construir una nueva ética.

 

La situación no es nueva; por desgracia, siempre ha habido injusticias y siempre las habrá, pero serían mucho mayores y quedarían mucho más impunes si no hubiera quien las denunciara y quien se movilizara contra la sumisión cómoda o acomplejada. El dios dinero corrompe las estructuras que deberían estar al servicio de todos los ciudadanos. Y está claro, una vez más, que no se puede servir a dos señores: a Dios y al Capital., a Dios, reflejado en el ser humano, y a la riqueza como el robo de los “expertos financieros”.

 

Pero hay un problema todavía más profundo: la falta total de ética. Que  nos roben nuestros derechos como personas y ciudadanos es un delito, pero que se pretenda robar nuestros valores es un crimen: el ser humano ya no es tratado como persona,  la convierten en una mercancía; no se respetan los derechos humanos. La vida no tiene más sentido que el que el gran capital quiera darle; el bien y el servicio de los ciudadanos no deben ser públicos sino privados; la democracia no equivale a la participación de los ciudadanos en la gestión pública sino a la consecución de votos mediante la mentira para convertirlos en poder, y hacer luego lo que al partido más votado le da la gana hacer; la felicidad y el bienestar de las personas no tienen que venir desde dentro de ellas sino que se compran fuera; ocupar un cargo público es un modo de hacer fortuna; no importa que se destruya la naturaleza porque ya se regenerará ella sola; la honradez es cosa de tontos; no es bueno que pensemos, lo bueno es que piensen por nosotros quienes saben cuál es nuestro bien… ¿Seguimos la lista?

Una ética seria y profunda cuestiona y subvierte esos valores, y propone en primer lugar, el cuestionamiento de los principios básicos del sistema; el rechazo del modelo economicista de bienestar. Y propone otros como son la búsqueda de la felicidad y el bienestar en el interior de la persona y en la gratuidad; la referencia continua a una ética del bien común; la solidaridad con los excluidos; la sensibilidad hacia las personas; la lucha colectiva -no violenta pero sin tregua- por los derechos de todos; la movilización social contra las dictaduras ideológicas y financieras; el boicot a los productos y a las actividades de las empresas que se saltan la justicia y las normas de convivencia; el servicio desinteresado a quienes lo están pasando mal; la colocación de nuestro dinero en banca ética; y todo lo que sirva para liberar mental, política, económica y socialmente a cualquier persona que, aunque no se dé cuenta, esté invadida por la mentalidad capitalista. Y hay que añadir que una ética subversiva excluye totalmente la droga de la resignación y la negación de la Utopía.  Mucha gente vuelve a darse cuenta de que los enemigos del pueblo -es decir, de la humanidad- son los bancos, las multinacionales y sus políticos a sueldo. Y, lo que es más importante, mucha gente empieza a darse cuenta de que en el marco del capitalismo no hay solución a una supuesta crisis que, en última instancia, no es más que una nueva y brutal agresión de la clase dominante.

 

La ética  es confianza, esperanza, utopía y compromiso. La ética es tenazmente utópica. La utopía es un modo de resistencia al poder establecido, especialmente cuando éste no es justo. La utopía no es un sueño sino una toma de conciencia: esa diferencia que existe entre las potencialidades que tenemos los seres humanos y la situación real en la que vivimos. Y esa diferencia, a la larga y a la corta, resulta insoportable e indignante. Esa toma de conciencia es el motor de la esperanza y de la acción.

 

Por ello, no podemos hablar de ética si no hablamos al mismo tiempo de esperanza. La economía descontrolada, que ha puesto altares por todas partes para ofrecer sacrificios a sus dioses, intenta por todos los medios llevarse por delante la ética y, con ella, la esperanza. El fin nunca justifica los medios. Una ética subversiva trata de volcar esos altares y mantener viva en todas las personas la esperanza que les devuelva la vida. Los utópicos de todos los tiempos fueron y seguirán  siendo infatigables y tercos, porque creían y confiaban en otro dios, que no es el dinero ni la ganancia, sino en el único dios que puede dar auténtico sentido a la vida de las personas: la Justicia.

 

No obstante, en un contexto en el que el poder es tan grande y tan fuerte, es normal que aparezca el miedo: miedo a no estar en lo cierto, a las represalias, a no lograr lo que se pretende, a no ver los resultados de nuestro esfuerzo y de nuestro compromiso. Tomar posturas públicamente, firmar documentos exigentes, manifestarse en minoría, llamar a las cosas por su nombre delante de todos, … no es fácil. Ahí es donde actúa esta ética que queremos que sea subversiva. ¿O acaso creemos que no nos van a temblar nunca las piernas y la voz?

 

Esta ética que proponemos no es un manual de economía y política, pero sí es la propuesta de un modo de vida distinto en todo; entre otras cosas, en la política y la economía. No vamos por la vida como salvadores de nadie, pero sí podemos contagiar valores, esperanza e indignación subversiva contra las injusticias. Estamos en los límites del desierto, el desierto del futuro humano; y todo desierto, es percibido como misterioso, peligroso, incierto. Los utópicos no nos rendimos, nunca tiramos la toalla.  Tal vez, no tenemos más brújula o más estrella polar que nuestra razón y nuestro terco empeño en mantener a toda costa una ETICA SUBVERSIVA.