domingo, 28 de julio de 2013

PARA SER ETICO, HAY QUE HACERSE PREGUNTAS




Lo más ético en la actualidad es hacerse preguntas: hay muchas cosas en la realidad que no están claras, que no podemos pasar por alto, que nos sugieren muchos interrogantes. Y esto hace que nos planteemos muchos problemas. No se puede mirar para otro lado, cuando lo que nos rodea es sangrante. Etica, como reflexión filosófica ante comportamientos personales y sociales.

1.- Preguntas teóricas:
¿Es lo mismo ética que moral? (Escrito aparte)
Dostoiewski: “Si Dios no existe. Todo está permitido’
1.- ¿Es que la ausencia de Dios hace que no haya valores? ¿Ya no hay ética? ¿estarían permitidos el crimen, la mentira, el abuso, la injusticia, el soborno? ¿Ya no habría autoridad, ni leyes, ni reglas? ¿Sería lo mismo la verdad que la mentira, el derecho que la injusticia?
2.— ¿Es acaso Dios el que da permiso para hacer una serie de cosas? ¿Es solamente Dios el que permite todas las cosas? ¿Qué es lo que está permitido, y lo que no? ¿Es acaso Dios el fundamento de toda permisividad?
3.— Si Dios no existiera, ¿se encontraría la humanidad como desamparada? ¿Es acaso Dios el fundamento de toda ética? Si Él no existiera, ¿acaso se encontraría el hombre en absoluta desnudez, solo con su libertad, sin amparo, sin abrigo? ¿el ser humano debería fiarse solamente de sus instintos, de sus sentimientos, de su pura naturaleza? El hombre puede tener fe, o no tenerla; pero, quien no la tiene, ¿es por eso un ‘ateo’?

- ¿La moral es parte de la religión, o es la religión una parte de la moral?
         - ¿cuál es la diferencia entre religión y moral?  Porque una cosa es la vivencia moral y otra la religiosa. ¿Se puede ser moral sin ser religioso?. ¿Hay diferencia entre religión y ética?
         - ¿es lo mismo ser religioso que ser creyente?
         - ¿cuál es la diferencia entre religión y el seguimiento de Jesús?
         - ¿cuál es la diferencia entre ética y fe? ¿es igual la fe que las prácticas religiosas?
         - ¿Cuál es la exigencia de la ética cuando se vive desde la fe?.  

2.- Preguntas prácticas:
2.1 Resulta llamativo cómo muchos “roban” lo que pueden del erario público, y dicen que es “legal”. Existen leyes que protegen ciertas acciones que no son éticas, van en contra de valores y derechos humanos, pero esas acciones tampoco vulneran la ley. ¿Qué es lo que pasa? ¿es lo mismo legalidad que eticidad? Hay leyes que no son justas o que amparan acciones injustas. ¿Hay obligación moral de obedecer dichas leyes? O más bien habría que proceder a la “desobediencia civil”? ¿No van contra la ley los que vulneran una serie de derechos sociales y laborales, ya adquiridos en años anteriores, y ahora por un decreto-ley los echan abajo?

2.2.¿Se pueden mantener unas tierras improductivas porque el dueño recibe subvenciones de la Unión Europea, o es mejor “ocuparlas” para trabajarlas, hacerlas productivas y los trabajadores del campo puedan recibir un jornal necesario para comer?

2.3.¿Quiénes son los ladrones: los que roban en los bancos, o los que se llevan alimentos básicos de Mercadona para dar de comer a gente muy necesitada? Podemos decir que esa acción no es legal, es decir, va contra la ley establecida, pero es ético porque existe un principio ético que está por encima de esa ley: Entonces, no es robar, sino coger aquellos bienes, necesarios para vivir, que son de todos. Es un principio moral de un sabio del siglo XIII: “en casos de extrema necesidad todas las cosas son comunes” (in extrema necessitate omnia sunt communia). Porque “la distribución y apropiación de las cosas que procede del derecho humano no puede impedir que estas cosas remedien las necesidades de los hombres. Por eso todo lo que uno tiene de más lo debe a los pobres para su sustento. Y si la necesidad de alguien es tan grave y tan urgente que hay que remediarla con lo primero que se tenga a mano..., entonces cualquiera puede remediar su necesidad con los bienes de los demás, tanto si los quita de modo público como secreto; y esta acción no reviste carácter de robo ni de hurto”. Estas palabras no son del alcalde de Marinaleda ni de Carlos Marx. Son de Santo Tomás de Aquino, uno de los pilares de ese humanismo cristiano al que los del PP. dicen seguir. Y puede verse en la Summa Theologica (2 2e, cuestión 76).
A ellas añadirá el cardenal Cayetano, gran comentador de Tomás de Aquino, que un juez puede distribuir entre los necesitados el dinero sobrante de los ricos. Me pregunto, pues, si no están los del PP. en el atolladero de aplicar la ley contra unos principios que dicen regular el ideario de su partido, quedando como embusteros ante la ciudadanía.

2.4 ¿Se puede hablar de una “doble moral”? Los del PP son muy dados a aplicar criterios éticos a los de su partido o ideología, y por otra parte juzgar con criterios “legales”, a sus oponentes. La ley del embudo. Para los pobres la ley, para los ricos, darles facilidades para seguir enriqueciéndose más. Lo importante no es preguntarse qué partido está en el poder, sino que clase social es la que gobierna.

2.5. ¿Se puede cumplir la Ley de emigración que prohíbe dar atención sanitaria a los inmigrantes sin papales, y al mismo tiempo saltarse el principio médico del juramento hipocrático de salvar vidas humanas, vengan de donde vengan?

2.6. Dicen y mantienen los del PP, que “el fin no justifica los medios”. Si esto se lo tomaran en serio, les podríamos preguntar, si el fin es pagar la deuda (suponiendo que esa deuda sea legítima y moral), ¿son un medio adecuado los recortes y ajustes? Por un fin económico, exigido por unos mercados financieros, ¿se puede justificar la muerte de muchos inocentes, como son los dependientes, niños, ancianos, enfermos, parados, etc. que son las víctimas de esos recortes?  Los recortes consisten en que los ricos roban a los pobres.Ese principio se volverá inmediatamente contra toda la política de este gobierno: para un fin de suyo legítimo y necesario como es rebajar nuestra deuda, ha recurrido el gobierno a medios inmorales (quizás también anticonstitucionales) como son privar a mucha gente de derechos constitucionales, de los ingresos mínimos indispensables, abocarlos al hambre, a la desesperación, a la falta de asistencia médica indispensable, a tener que recurrir a unas Caritas ya desbordadas y a quedarse sin vivienda después de un enorme esfuerzo y encima con una deuda impagable para la que ni siquiera vale el principio lógico de la dación por pago. La mayoría de los medios que han aplicado ellos. para saldar la deuda española no son éticos aunque puedan ser morales, Y no se justifican por ese fin tan legítimo.

2.7¿Se intenta volver al Estado de Bienestar? Ese fue un proyecto propio de las clases dominantes, un capitalismo con rostro humano, con salarios suficientes, derechos laborales y sociales para todos y todas. Querer volver a él es una trampa inaceptable. Hay alternativas, sí, pero dentro del capitalismo. Una salida de la crisis por la izquierda, pasa por tratar de destruir ese capitalismo y que las relaciones de poder vayan estando en manos de las clases populares.




viernes, 26 de julio de 2013

ETICA GLOBAL

  



José María García-Mauriño
Marzo  de 2013




1.- Frente a la Globalización económica y financiera, una ética global

      En este nuevo escenario del Planeta, con la Globalización económica y financiera, la ingeniería genética, los medios de comunicación sin fronteras, la pobreza que llega al 80% de la población mundial, no bastan las éticas personalistas, individualistas, de hasta ahora. Estas se suponen, pero hay que darles un contenido mucho más amplio. A problemas globales, respuestas globales. El mundo está en crisis. Se puede decir que la Globalización económica y financiera no tiene ética, sí tiene un enorme poder económico y financiero, mucho más que político. El mundo es único, No hay dos o tres mundos, hay un solo mundo. No el Primero, Segundo, Tercer Mundo y hasta Cuarto Mundo. ¿Cuántos mundos? ¿Por qué tanta división, porqué tanto interés en dividirnos? Esto es síntoma de una crisis muy seria: la crisis social, la crisis del sistema de trabajo, la crisis ecológica.

      Problemas sociales: no hay dos clases sociales, el proletariado y la burguesía, hoy están los que viven bien, sólo unos 1.000 millones de seres humanos, y los que se mueren antes de tiempo, unos 5.000 millones de personas. El mundo de los ricos y el mundo de los excluidos. Unos el 99% , otros el 1%.

      La crisis del trabajo: las nuevas formas de producción, cada vez más automatizadas, prescinden del trabajo humano; en su lugar entra la máquina inteligente. Se fusionan las grandes empresas, los grandes bancos, todos quieren sacar el máximo rendimiento económico. Prescinden de los costes, y echan fuera a miles de trabajadores y trabajadoras que van a formar parte del mundo de los excluidos. Si no hay trabajo, ¿habrá ocio? ¿y de qué viven, de qué comen?  ¿Cómo hacer funcionar un salario ciudadano?

      Y la crisis ecológica, por llamarla de alguna manera: la naturaleza se va muriendo, la tierra que pisamos, los campos que nos nutren, van desapareciendo. Los daños ambientales se difunden por todo el planeta. Los acuerdos de Kyoto no se ven respaldados por muchos países, entre ellos EEUU, Japón y Canadá. La Tierra es un ser vivo y en ella vivimos los seres humanos. Somos un solo mundo, formamos un todo orgánico  y vivo. Esta unidad, naturaleza y 7.000 millones de personas, está siendo desbaratada. Es una totalidad, una unidad indivisible, no es un agregado de partes, no es un mosaico de regiones, pueblos, países, continentes, y océanos disociados. Es una malla formada por una red muy compleja de interdependencias, de interconexiones de muchas clases: el mundo es un sistema uno y supercomplejo. Esta complejidad entraña una fragilidad digna de mucho cuidado. Y es urgente la ética del cuidado.

      Es mucho lo que hoy día está en peligro. Este nuevo escenario plantea nuevos interrogantes, muchísimas dudas. El gran desafío ético y político son los dos tercios de la humanidad, pobres, excluidos, oprimidos, parados, inmigrantes. Nos plantean muchas exigencias. A todos. No se puede mirar a otro lado, nos miramos a nosotros mismos, nos exigimos a nosotros mismos, porque formamos parte de este universo. Somos el pequeño tornillo de una máquina gigantesca. Y es una máquina viva, y somos unos tornillos vivos. ¿En manos de quienes está esa máquina? ¿Quien la gobierna?

      Podemos decir que la Globalización económica y financiera que tratamos es un proceso complejo que no es neutro, se trata de un desarrollo específico, el desarrollo económico financiero capitalista que pone su objetivo en conseguir el máximo beneficio en el menor tiempo posible y por encima de cualquier otra consideración. Esta Globalización no la puede evitar ningún país, ni ninguna organización. Por ejemplo, no se puede controlar la Globalización sin las organizaciones multilaterales. No se pueden abrir los mercados sin pasar por la Organización Mundial del Comercio. La deuda de los países pobres, que suman la cantidad de 2,6 Billones de dólares (499 billones de pts.), no se puede anular sin contar con el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. No se pueden promover reformas sociales más elevadas sin la Organización Internacional del Trabajo. ¿Todo tiene que depender de las decisiones de estos altos organismos?

      Debemos reconocer que la Globalización económica y financiera todavía no ha dado respuesta a los grandes desafíos de la sociedad, como la pobreza, el sida y un sinfín de otros males socioeconómicos. Sus planteamientos no pueden ofrecer soluciones, porque no tienen valores éticos, humanitarios. Lo que les preocupa es ese acaparamiento de la riqueza, de  las fuentes de energía y de los medios tecnificados, de una mano de obra cada vez más reducida y peor pagada, unas grandes máquinas contables que distribuyen esa riqueza como les conviene, llamadas Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio, y que a todo ello se le sigue llamando Globalización económica y financiera.

2.- Una ética basada en la naturaleza

      Asistimos en la actualidad a un poderoso retorno a la naturaleza. La naturaleza es mucho más que la natura de los medievales y la naturaleza de los modernos. Nos sentimos más cercanos de la physis (fisis) de los griegos. Esta naturaleza es el conjunto articulado de todas las energías del universo. Esta naturaleza es el punto de partida de una ética global. Todas las éticas han nacido de la reflexión humana del ethos (carácter, hábito, costumbre), que es de naturaleza universal. El ethos configura la actitud de responsabilidad y cuidado ante la vida, la convivencia social, la preservación de la Tierra. Lo que buscamos ahora es un ethos que sea adecuado a la plataforma de la historia, que es global y planetaria. Problemas globales, éticas globales.

      ¿A qué llamamos ética? Todos sabemos que proviene de la palabra griega ethos, que además de significar costumbres, comportamientos, tiene el significado de "morada". Es decir, el abrigo permanente de los animales, nido, madriguera,  (establo) o de los seres humanos (casa). Los seres humanos delimitan su parcela y construyen su morada en la naturaleza, la madre Tierra. Y la madre naturaleza se llama en griego physis (fisis), que suena a física, algo real, material. Quiere decir que la morada le hace echar raíces en la realidad material, física, le da seguridad y le hace sentirse bien en el mundo. Esta morada no viene ya dada de antemano, sino que debe de ser construida día a día mediante la actividad humana. Esta es la obra de la cultura. Es decir, el ethos no es una realidad acabada. La naturaleza humana lo mismo que el universo no es algo ya hecho y terminado de una vez por todas, sino que es una realidad que siempre se está haciendo. Entonces, es cuando ya podemos traducir ethos por ética. Y en este contexto parece como que se da una cierta identidad entre naturaleza, como la madre Tierra, y la naturaleza como sinónimo de naturaleza humana. ¿Son dos cosas tan distintas que las podamos separar?

Fundamentos de una ética natural:

      Desde el punto de vista filosófico y estrictamente racional, nos parece irrenunciable una reflexión sobre la naturaleza humana. Para un ethos universal y planetario esta cuestión es crucial. El ser humano se encuentra arraigado como un ser-en-el-mundo junto a otros y dentro de la naturaleza.
      Para Aristóteles, el centro del ethos, de la morada, era la felicidad humana, en el sentido de gozar de una situación de autonomía personal y social. Entre los griegos del tiempo del Filósofo, toda persona era al mismo tiempo un individuo y un ciudadano de la polis (la ciudad). El ser persona lo constituía el ser individual y el ser político. Un animal político, según la misma definición aristotélica: un ser vivo en su dimensión individual y en su dimensión política. La condición social del ser humano hace que el negro sea lo mismo que el blanco y todos tenemos la misma dignidad. Y no podemos alcanzar la felicidad si no desarrollamos todas nuestras capacidades personales y políticas en la realidad política y social de nuestro entorno. Sin dividir por un lado el subjetivismo de la persona y por otro, el lado social o político de su entidad. No se podían separar. Son una sola cosa.

      El término naturaleza aparece en los filósofos griegos cuando tratan de interpretar el universo; y casi todos sus tratados se titulan peri fiseos, acerca de la naturaleza. El sentido etimológico de este término es el mismo en todas las lenguas indoeuropeas; y significa: nacer, brotar desde dentro, surgir, desarrollarse, salir hacia fuera. En el interior de las cosas está la razón y la fuerza última de sus características o propiedades. Siempre una realidad viva, dinámica, nunca estática. El fuego tiene la propiedad de quemar, las cosas son 'pesadas' por naturaleza. La naturaleza tiene una fuerza interna que le hace moverse, cambiar, crecer, mejorar. Y la naturaleza del hombre es rigurosamente corpórea. La relación ser humano-naturaleza es dialéctica. Y encontramos en ella el respeto, la convivencia, la adaptación, la tolerancia, la solidaridad entre todos y todas.
      La felicidad lleva consigo el ser virtuoso. La virtud, en griego es areté y significa la capacidad física de hacer algo bien. Es decir, ese esfuerzo, esa actividad del alma, que realiza la recta razón (el 'orzos logos') por conseguir la felicidad con la plena realización humana; a la naturaleza del ser humano le corresponde como cualidad primordial, la razón. Y vivir bien, éticamente, es vivir según los dictados de la razón. Entonces, concluimos, que no hay diferencia entre vivir según la naturaleza y vivir según la razón: la bondad o malicia de los actos siempre se enjuician teniendo como punto de referencia al orden entero de la naturaleza humana. Lo moral, para los griegos, es inseparable de lo físico. (hablamos del 'vicio' que tiene la puerta que no cierra bien; o de las 'virtudes' medicinales que tienen tales hierbas, etc.). La ética no fué en Grecia cuestión propiamente moral, sino física. La virtud por antonomasia de la vida moral es la justicia o dikaiosine, pero en Grecia no tiene el significado moderno de justicia, sino el de justeza, de 'ajustamiento' al orden de la naturaleza. Así, la felicidad es ese ajustamiento al orden natural. La felicidad simplemente humana consiste en restablecer en nosotros mismos y en la sociedad, el orden natural.

      La naturaleza humana, la llamamos también physis (fisis), en el sentido de energía originaria, algo que crece, se desarrolla, tiene fuerza interior. La razón, el logos, forma parte del ser humano, es un órgano de la misma naturaleza que le capacita para captar lo que es bueno y lo que es malo para la morada humana. El logos (la razón) y el ethos forman un matrimonio feliz y armónico. Pero tanto el logos como el ethos no están en el aire, no se sitúan en el terreno de lo conceptual o abstracto, sino que están insertados dinámicamente en la realidad de la historia. Los dos forman un proyecto de vida por el que van caminando a través de los tiempos. Tienen una orientación, una senda, marcada por la ética para andar por la vida con acierto y rectitud.

      ¿Qué quiere decir que una persona tiene ética? Significa que esa persona posee unos principios, normas y valores, con los que orienta su caminar por la vida para alcanzar la felicidad. Significa que tiene hecha una opción fundamental por la vida, valor ético supremo, así como otros valores, justicia, libertad, amor, verdad, igualdad. ¿Qué quiere decir que una persona carece de moral? Que esa persona carece de principios y actúa en la práctica, en su comportamiento y conducta diaria, como si no tuviera esos principios elementales éticos. Por tanto, falta de ética, es falta de principios y actitudes fundamentales. Falta de moral, significa realizar en la vida actos contrarios a los principios.

      En resumen: lo natural o físico, y lo moral o ético no eran entre los orígenes griegos, dos órdenes distintos, sino dos momentos de un mismo orden, el orden natural, o el ordo naturae. Por tanto, de la misma naturaleza se puede deducir todo el mundo de la ética: de la naturaleza, del ES se puede deducir la conducta, el DEBER-SER. No son dos cosas distintas, sino una misma cosa, la naturaleza que no es estática, inmóvil, fija, sino que es una sustancia que está en constante cambio y movimiento. Por eso, no se contenta con ser o 'estar', sino que avanza constantemente en esa tendencia viva hacia un deber-ser. Es decir, hacia la Utopía. La naturaleza lleva consigo el impulso ético. Deducimos, lógicamente, que los comportamientos, las conductas, lo que debemos ser cada uno de nosotros en nuestras actividades como personas, tenemos como punto de referencia insoslayable la naturaleza. Si hay conductas que van en contra de esta naturaleza, sus conductas son malas, perversas, van contra el orden natural. Todo lo que favorezca este orden tiene que ser necesariamente bueno. Si se ajusta a este orden es bueno, si se aleja de este orden es malo. El punto de referencia, insistimos, es la naturaleza, no el llamado "orden económico internacional", propio de la Globalización neoliberal.

Aplicación del ethos de la naturaleza a la Globalización económica:

      Pero esta naturaleza no es algo separado del universo. Forman un todo, una globalidad. No está el ser humano en el Planeta tierra como un huésped. No es la persona la que "domina" la Tierra. No está aquí para explotarla. No se pueden explotar las selvas de Guatemala y del Ecuador para conseguir más pozos de petróleo. La United Fruit Company con media Guatemala dentro ha explotado su riqueza agrícola para crear una nueva industria agroalimentaria más rentable. No estamos contra la madre Tierra, sino a su lado, formando un todo orgánico con ella. Los seres humanos que habitamos este planeta, formamos parte de él. Y la razón, el logos, de los seres humanos, no pueden estar en contra de su propia naturaleza. Sólo algunos desalmados son los que exprimen los recursos y riquezas de este planeta para beneficio propio y para pobreza del resto de la humanidad.

      La ética por naturaleza no es violenta. No se puede hablar de una ética agresiva. Porque la naturaleza física y la naturaleza humana no son de por sí violentas. Tienen un proceder gradual y pacífico en la búsqueda de la felicidad de todos los seres humanos. No consiguen sus fines de un golpe, o dando golpes, sino dando pasos, con respeto a sí mismos y a su entorno. Su modelo de desarrollo es gradual, sostenible, siguiendo las etapas propias de su naturaleza, al margen de los valores de ganancia y consumo. Respecto a la cuestión social, los excluidos, los parados, los oprimidos, los inmigrantes, todos los pobres de la Tierra, la naturaleza no los reconoce, no acumula residuos. No son un producto natural de su proceso. Forman parte de un proceso antinatural. El hecho de que el sistema mundial excluya prácticamente a dos tercios de la humanidad, denuncia su carácter anti-natural.

3.- La revolución de la ética.

      En la actualidad, la producción, distribución y comercialización de los bienes naturales y culturales, aquellos que son necesarios para vivir, son profundamente desiguales, porque privilegia a unas minorías que detentan el poder, el tener y el saber, frente a unas mayorías que ni tienen, ni saben ni pueden. Los bienes económicos llevan en su entraña un destino, una orientación clara: deben de servir a la mayoría, al bien común, para cubrir las elementales necesidades de la vida humana. Como son la tierra, el trabajo, la vivienda, la salud, la educación, la cultura, participación, ambiente, descanso y fiesta. La vida de todos y de todas, sin excluir a ningún ser humano. Si estos bienes se desvían, si se orientan, al bien particular, al beneficio de unos pocos, están tergiversando el sentido originario y natural de esos bienes. En eso consiste la corrupción, en des-naturalizar una cosa. Si ahora estamos así, es porque el modo de producción dominante, que en su conjunto podríamos llamar el Mercado, es el que impone este capitalismo neoliberal, llamado Globalización. La ética va más allá de lo puramente individual. Va a la raíz del ser humano, que es a la vez personal y político, y además forma un todo con la madre Tierra. Si se acepta sin más esta Globalización económica y financiera, sería ir en contra de su propia naturaleza. Hay que asegurar al pobre, al oprimido, a todos los excluidos de la Tierra que vivan, no que vayan muriendo antes de tiempo. El equilibrio sistema-Tierra debe permitir que todos los seres vivos sigan existiendo y viviendo.
      Decía un alto empresario norteamericano a un profesor universitario de ética: "Usted se enfrenta a las principales fuerzas de la naturaleza. Usted es un ingenuo (...) Sólo existe un único sistema de sistemas. Es un sistema internacional de las monedas que determina la totalidad de la vida en este planeta. Ese es el orden natural de las cosas (...) El mundo es un conjunto de empresas inexorablemente determinadas por las leyes inmutables de los negocios. El mundo es un inmenso negocio". (La cursiva es mía).

      El intento de cambiar las actuales formas de relación de los hombres con la naturaleza, y la relación de los seres humanos entre sí, es ya una revolución. La ética fundada en la naturaleza debería afrontar la cuestión de los excluidos. Es cuestión de cambiar este modo de producción tan altamente competitivo y tan mínimamente cooperativo. Es decir, que esas tecnologías punta que sustituyen a la fuerza de trabajo, que sólo privilegian las ganancias de los grandes (bancos, empresas, medios de comunicación), lleguen a todos y a todas de tal manera que se vaya acabando el paro estructural, la pobreza universal y la exclusión social.
      Este sistema que llamamos Globalización, no tiene delante de él nada más y nada menos que la Utopía de miles y miles de trabajadores, y millones de excluidos de todos los países. Son las fuerzas antiglobalizadoras. En Génova, Julio 2001, se han reunido más de 800 asociaciones antiglobalizadoras. La ética es Utopía, es un deber-ser, basada en valores fundamentales. Y es radicalmente contradictoria con la racionalidad del sistema. Nosotros optamos por una vida para todos y todas, incluida la naturaleza. No se trata de una ética en abstracto, sino la vida humana en concreto, en su carácter absoluto y universal. Pero, nos tropezamos con el Mercado. Este ídolo moderno de la Globalización (como parte del sistema de economía de libre mercado) es el que decide sobre la vida y la muerte de la humanidad y del cosmos. La ley del Mercado llega a ser lo absoluto y la vida humana lo relativo. Lo principal es el beneficio, las personas no cuentan, o solo cuentan en relación con el beneficio. La idolatría de este Mercado está exigiendo vidas humanas todos los días.

      La revolución de la ética consiste en decirle al Mercado que va en contra de la naturaleza de las cosas y de las personas. El Mercado no es "natural". Intentan persuadir a la gente que las leyes económicas son "leyes naturales", como si fueran inmóviles, necesarias, y que todos tenemos que acatar. Como si fueran las leyes físicas o cósmicas como puede ser la ley de la gravedad, o las leyes que rigen el movimiento de los astros. El Neoliberalismo no es el estado natural del hombre o mujer. Quieren que nos resignemos pensando que las cosas son como son porque así son de su natural.
      Los criterios que rigen la ética son universales y universalizables. Los criterios que rigen el mercado no son universales ni universalizables. Ahora los quieren universalizar, "globalizar". Este Mercado no es universalizable, porque es un mercado de muerte no de vida. No es universalizable este consumo propio de los europeos y americanos, o del Occidente. No es universalizable la producción de armamentos, ni el escudo antimisiles, tampoco las drogas y la prostitución. No es universalizable este sistema de Medios de Comunicación social. Imponernos unas leyes del mercado como si fueran la solución de los problemas de la humanidad; lo único que se exige es "tener fe en el mercado". El presidente Bush decía en la reunión del G-8 en Génova que para que aumentara la prosperidad en el mundo, había que disminuir los impuestos, disminuir el grado de representatividad de los ciudadanos y ampliar la libertad de mercado (Julio 2001).

      ¿Se pueden explicar las leyes del mercado por las leyes de la naturaleza, por ese "ordo naturae"? ¿Las leyes del mercado llegan a todos y a todas, con la finalidad última de que la gente, los 7.000 millones de personas que hay en este Planeta, existan y vivan? La naturaleza humana, incluido el cosmos, se rigen por unos principios y valores que llevan al desarrollo de los seres vivos y a la felicidad de los seres humanos. La fuerza que tiene este mercado no tiene paralelo con la fuerza intrínseca que tiene la naturaleza. La fuerza moral, intelectual y espiritual de los pobres y excluidos es más fuerte que el poder del dinero y de las armas más potentes.

      Esta revolución de la ética no está llamada a regular o humanizar  el sistema actual, para evitar sus abusos y excesos. Algunos proponen una "economía social de mercado". Es la propuesta de la doctrina social de la Iglesia católica. Es el tipo de Iglesia conservadora que busca una reconciliación entre el neoliberalismo y el cristianismo[1]. Y busca reelaborar una doctrina social dentro de la lógica de la economía neoliberal del mercado. En este proyecto se invierten millones de dólares y trabajan en él miles de intelectuales afines a las Iglesias católica o protestante. Aquí se identifica la defensa de la vida, de la familia y del mercado, se busca moralizar el mercado y evangelizar a los empresarios. Este proyecto tiene mucho poder, pero no tiene ética.

Una ética desde las víctimas.

      Tratamos de establecer una posible ética global, frente a la Globalización económica y financiera. Difícil tarea. Al menos señalar una jerarquía de valores prioritarios en todas nuestras actividades políticas y privadas para lograr una pronta satisfacción de las necesidades más básicas de cualquier ser humano. Esas necesidades no están satisfechas en la mayoría de la población, en más de 4.000 millones de seres humanos. Estas personas son las víctimas de este sistema. Es una exigencia de decencia planetaria, de un nuevo pacto ético de la humanidad. Al menos de facilitar la obtención de los mínimos que reclama este Universo. Difícil tarea por no tener respuestas claras sobre cómo afrontar tantas preguntas en este nuevo siglo. ¿Cómo afrontar la Deuda de 499,2 Billones de pesetas -2,6 Billones de dólares- que tiene el Tercer Mundo? ¿Cómo afrontar la pobreza producida por este modelo de desarrollo occidental?

      Es una ética anti-Globalización económica y financiera, porque nuestra ética es el arte de vivir, es un sistema de valores humanitarios que orientan la vida de todo el planeta, incluidos los 7.000 millones de seres humanos. Lo importante es que la gente viva y viva con dignidad. Los que propugnan la Globalización económica y financiera no se puede decir que tengan ética, aunque tengan mucho poder. Proponemos estas orientaciones fundamentales, siguiendo a Leonardo Boff[2]:

 Atención a la naturaleza:  ética del cuidado

      Esta atención a la naturaleza significa tener los ojos abiertos a la realidad, a esta realidad, saber mirarla y estar atento a sus necesidades y tratar de satisfacerlas. Atenderla es cuidarla si queremos sobrevivir. Atender a un niño es cuidar de que no le falte lo esencial, estar con él y no mirar a otro lado, des-cuidarse. Se precisa, pues, un cambio estructural, una revolución básica que reorganice las relaciones de cada uno consigo mismo, de las personas entre sí, y de las personas con la naturaleza. Una nueva forma de vivir no destructiva del ser humano o de la tierra.

      En realidad solo se cuida lo que se quiere. Y solamente queremos aquellas cosas o personas que cuidamos. Lo que merece ser respetado, ("respeto y veneración ante toda forma de vida" que diría Sweitzer), merece seguir existiendo y viviendo. Una cosa esencial del ser humano es el cuidado: una relación amorosa con la realidad, todo lo que amamos lo cuidamos, si no lo cuidamos se deshumaniza. Atender y cuidar nuestro único Planeta. Atender y cuidar sobre todo a los pobres, los excluidos, los inmigrantes. Atender y cuidar nuestros propios cuerpos y salud. Tener mucho cuidado con nuestros compromisos de amor y de justicia a los demás. Cuanto más cuidamos de las cosas más duran. Las cosas con sus valores y sus mensajes. Hay que tener sensibilidad para captar el mensaje que hay detrás de cada realidad.

. Una respuesta adecuada: ética de la responsabilidad.

      Toda persona tiene que responder de su existencia, de su vida, junto con la existencia y la vida de los demás y de la Tierra misma. Y así se hace corresponsable, se hace solidaria. Se trata de la supervivencia de todos los seres humanos y del resto de los seres vivos. Sentirse responsable es sentirse sujeto de conductas en un sentido que favorezca la naturaleza. Esta sería la respuesta adecuada. Es un imperativo categórico según Kant: "Obra de tal manera que las consecuencias de tu acción no sean destructivas para con la naturaleza, la vida y la Tierra". Se podría formular una triple responsabilidad: con respecto al ambiente, ante la calidad de vida de todos los seres, y responsabilidad generacional.

      La vida es sagrada, toda vida, desde el ser más ínfimo, la ameba proteus,  hasta llegar al ser humano. Participamos del mismo código genético, y por tanto, respondemos solidariamente de él. Desde aquí, instaurar la ética de la vida. La ética es el arte de vivir. La vida como centro, el centro no lo tiene la economía. Aquí la filosofía puede hacer su aporte. La estructura básica del ser humano no es solamente la del logos-razón, sino también la sensibilidad, la afectividad.

 Cohesión armoniosa: ética de la solidaridad y del diálogo

      Existe una interdependencia de todos los seres que es el fundamento de una convivencia armoniosa, no conflictiva. Como esta interdependencia creada por el sistema no nos sirve, hay que partir de algo más sencillo. Un consenso mínimo entre los hombres y las mujeres que entreteja otro tipo de relación completamente distinto que nos ayude a vivir. Nosotros hemos creado el artilugio de la autodestrucción. Podríamos destruir varias veces la propia tierra. La vida depende de la solidaridad. Nadie se da la vida a sí mismo, sino que la recibe de alguien que la acoge solidariamente y la introduce en la comunidad de los humanos. Comunidad política, comunidad social, familiar. Esto tiene que cambiar, pero ¿cómo?

      Si de verdad queremos vivir tenemos que organizarnos para ello. Nos salvaremos a través de una ética mínima entre los humanos. Un pacto ético que pueda salvar a la humanidad. La aceptación de un  código ético universal: los Derechos Humanos. Una ética del diálogo planetario. Una norma que respete el proceso de relación y comunicación. Sería inmoral no sentar a la misma mesa a los excluidos y silenciados, desde una base de igualdad y simetría, aceptando que participen en el discurso comunicativo. Una óptica nueva, en función de la vida y los sistemas para la vida. No solamente actos. Es cuestión de generar actitudes. Una visión diferente de la realidad. Superar esta visión economicista pero sí  materialista de crear más bienes y servicios. Pasar a una visión más social, a una ética del compartir. Que el centro de todo no sea el mercado. El centro es la persona, los pueblos con sus potencialidades. Y la economía no como centro sino como medio para su desarrollo.

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    [1] Ver el interesante artículo de Paul Richard, en la Revista "Frontera", 17, Enero-Marzo 2001,p. 84
    [2] Puede verse el excelente libro recientemente aparecido "Etica planetaria desde el Gran Sur", Ed, Trotta, Madrid 2001.

martes, 23 de julio de 2013

TRES PRINCIPIOS DEMOCRÁTICOS


En España, para tratar de establecer  una convivencia pacífica, democrática, en un Estado laico y en una sociedad plural, estimamos que es preciso tener en cuenta estos tres principios fundamentales, aceptando la Constitución de 1978:

 

1.- Principio de Laicidad:

Se entiende como laicidad del Estado la independencia y separación efectiva entre el Estado y las iglesias, entre los planos secular y religioso. En clave histórica, diríamos que es la autonomía de lo político y civil respecto a lo religioso. Esa separación de esferas afecta tanto al orden económico y político como al doctrinal y moral. En nuestro país dicha autonomía tiene muchas aristas, pues venimos de etapas históricas de plena identificación entre la Iglesia y el Estado. Sobre todo, desde 1978 vivimos en unas coordenadas en las que, según nuestra Constitución, (art. 16.3) el Estado español es aconfesional, es decir, no se adscribe a ninguna confesión religiosa. Ello no quiere decir que sea contrario a la religión, ni que profese varias confesiones a la vez. Significa simplemente que es laico, independiente de todo credo religioso. Estado aconfesional es equivalente a Estado laico. Sin embargo, la Laicidad efectiva, en la sociedad y el Estado, exige una serie de medidas, reivindicadas cada vez más por distintos sectores de la sociedad, que afectan de modo esencial a la Iglesia Católica, dado su estatus preferencial frente a otras confesiones. Un Estado democrático no puede ser confesional, no puede participar de una confesión religiosa particular, porque eso discrimina a los ciudadanos que participan de cualquier otra convicción.

El artículo 16.3 continúa "Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones." Es una manifiesta contradicción en los términos del propio artículo. No hay ninguna confesión de carácter estatal; pero expresa un papel reconocido a las creencias religiosas en el ámbito público, que no se reconoce a los demás formas de convicciones. Y la cita expresa de la Iglesia Católica es en sí un privilegio clerical. Una vez más se confunde el sujeto de los derechos fundamentales; que no es la institución Iglesia Católica y otras religiones, sino el de aquellos ciudadanos de creencias religiosas.

 

La actual situación también colisiona con nuestro marco jurídico constitucional. El contenido y contexto político de los Acuerdos Santa Sede-Estado español  representan una herencia manifiesta del Concordato franquista de 1953. De hecho, el primer acuerdo (1976) es netamente pre-constitucional y los otros cuatro, de 1979, -firmados tres días hábiles después de la entrada en vigor de la Constitución- sólo son formalmente post-constitucionales, pero contienen privilegios para la Iglesia Católica que van contra la Constitución. Chocan frontalmente con principios y derechos fundamentales, como el de Igualdad Art. 14; o el de la libertad de Conciencia. Todo ello, convierte en letra muerta el Artículo 9 .2 de la CE: “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”

 

Por respeto a la Constitución y a los derechos fundamentales en ella recogidos, tales Acuerdos. deben ser derogados y sustituido por leyes acordes a un Estado democrático de derecho, es decir, con máximo respeto a las libertades civiles de los ciudadanos y bajo los principios de no discriminación y no confesionalidad del Estado.

 

Creemos que nuestro desarrollo político exige superar definitivamente la implicación y mutua subordinación de facto, entre  el ejercicio de gobernar y la influencia doctrinal  religiosa. No son entendibles los residuos de Nacionalcatolicismo que subyacen en, por ej., los “juramentos ante la Biblia” en actos estrictamente políticos o la asistencia oficial de servidores públicos, en cuanto tales, a celebraciones religiosas. Menos aún lo es, la exención a las Confesiones Religiosas de impuestos que son obligatorios para todos los ciudadanos, o el reconocimiento a la Iglesia Católica de competencia jurídica para apropiarse de bienes de carácter público por el mero hecho de no estar registrado.

 

2.- Principio de igualdad:

La igualdad es el principal principio de la organización de la sociedad política democrática. No hay autentica libertad sin igualdad; y la igualdad sin libertad es un engaño. En España esta consagrada en el artículo 14 de la Constitución de 1979: "Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social." Y, repetimos, en el 9.2 "Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integren sean reales y efectivas;..."

 

Todos sabemos que vivimos en una sociedad caracterizada por el pluralismo y en ella afirmamos que hay condiciones para llevar a la práctica el derecho a la “igualdad”  Creemos que es posible armonizar la igualdad de derechos de los ciudadanos con el pluralismo de creencias, concretamente las creencias religiosas. Como es lógico, tenemos presente que el pluralismo de creencias y de valores es un hecho sociológico, en tanto que la igualdad es un derecho fundamental de los ciudadanos, Parece razonable que la conditio sine qua non para que la igualdad sea posible, en una sociedad plural, es que los poderes constitutivos del Estado de Derecho no privilegien a ninguna confesión religiosa sobre las demás. Porque únicamente en una sociedad en la que nadie es privilegiado será posible la “no discriminación”. Es evidente que, desde el momento en que una confesión religiosa es favorecida legalmente (o se da pie para que lo sea), los adeptos a esa confesión gozan de unas ventajas que rompen la igualdad de derechos con los demás ciudadanos.  Como es lógico, si se privilegia legal o económicamente a la Iglesia católica, inevitablemente los no católicos ateos, agnósticos, indiferentes, quedan en inferioridad de condiciones. Es decir, se establece un principio de desigualdad que es anticonstitucional. Por tanto, con esto  queremos decir que toda ley o toda decisión económica que tenga como consecuencia favorecer los intereses legales, económicos, docentes o de cualquier clase de una determinada institución religiosa, anteponiendo esos intereses a los de las demás confesiones, o convicciones filosóficas, introduce en la convivencia de los ciudadanos un principio de discriminación que rompe la igualdad de todos. Lo contrario supondría un principio de discriminación que haría extremadamente difícil la convivencia ciudadana en esta sociedad plural. Esto es lo que está pasando con los Acuerdos Santa Sede-Estado español de enero de 1979.

 

Por otra parte,  la Constitución Española establece con claridad y firmeza la igualdad de derechos y, por tanto, es evidente que, desde el punto de vista constitucional, no privilegia a ninguna confesión religiosa sobre las demás confesiones y convicciones que, de hecho cuentan con seguidores en España. Pero esto es verdad solamente si la situación se analiza a primera vista, es decir, de manera superficial. Porque, como sabe todo el mundo, la religión cristiana ha sido en España, durante siglos, no sólo la religión privilegiada, sino sobre todo la religión única y, en gran medida, se puede decir  que ha sido también la religión oficial. Esto es cierto hasta el punto de que el cristianismo ha sido uno de los pilares constitutivos de la cultura occidental. Más aún, esta religión única y, en buena medida, oficial, sigue teniendo su centro organizativo y administrativo en Roma, es decir, en Europa. Y desde Europa ha sido exportada a otros continentes.

Hay que tener en cuenta que las verdades de la religión cristiana y sus normas han sido utilizadas por españoles y europeos para  legitimar la colonización, la dominación y el imperialismo de las potencias españolas y muchas europeas, y de la cultura occidental  sobre el resto del mundo. Como es lógico, una historia que ha estado marcada de manera tan profunda y con consecuencias tan graves no se puede borrar por la fuerza de unas normas constitucionales, por mucho consenso parlamentario que obtengan en este momento. Porque, al hablar de todo este asunto, estamos ante una cultura de siglos, asumida e integrada en la sangre misma de las ideas más queridas por millones de ciudadanos de España y de toda Europa. En este sentido, parece lógico afirmar que el Parlamento español debe vigilar cuidadosamente para que las verdades y las normas religiosas, que vienen dictando la iglesia católica desde hace siglos, y las que rigen ahora desde 1979, no tengan ningún tratamiento de preferencia en nuestro país. Los españoles y europeos no deberíamos olvidar nunca que tenemos asimiladas las enseñanzas y las normas de nuestra vieja tradición cristiana como algo enteramente lógico y natural, cosa que no es así para los millones de personas que conviven en España y en toda Europa y que proceden de tradiciones culturales y religiosas que poco o nada tienen que ver con el cristianismo.

 

No olvidemos que, cuando se trata del catolicismo, la pertenencia a una Iglesia multinacional obliga a los católicos a profesar fe y obediencia a una instancia que se escapa al control de los Estados. Porque, aparte de su carácter multinacional, cuando hablamos de la Iglesia católica, estamos hablando, no sólo de una religión, sino además de un Estado. Un Estado que tiene sus embajadores (los Nuncios), sus relaciones diplomáticas internacionales, y que tiene la ventaja de que puede jugar, en el gran juego de la política, con dos barajas: la baraja que usa las cartas marcadas por la ley (concordatos, acuerdos, pactos internacionales...) y la baraja que usa las cartas marcadas por la conciencia, es decir, se sirve (como lo hacen otras religiones) de la presión de los sentimientos de culpa sobre las conciencias de muchos ciudadanos. Lo cual  es “jugar con ventaja”. Porque, cuando los obispos ven que les conviene, utilizan los procedimientos propios de la diplomacia y los derechos que se derivan de los acuerdos de Estado. Y cuando consideran que es más eficaz actuar como pastores de almas, presionando a las conciencias y sacando a relucir los argumentos y el lenguaje que se deriva del Evangelio.

 

Por estar convencidos de que ninguna confesión religiosa ni cosmovisión alguna puede imponer su moralidad al conjunto de la sociedad; por entender que la libertad de conciencia es anterior y superior a la libertad de las organizaciones para difundir sus propias creencias y puntos de vista, reclamamos del estado un marco jurídico nuevo que garantice el derecho de los ciudadanos a la libertad de conciencia moral, así como el compromiso por consolidar una Ética pública basada en el respeto a los Derechos Humanos. y a los principios y valores democráticos recogidos en  la Constitución.

Ello exige, entre otras prácticas políticas, la promulgación de una nueva Ley de libertad de conciencia y la búsqueda de un consenso social sobre valores democráticos fundamentales a preservar en nuestro  ordenamiento jurídico, que superen los atavismos de un Nacionalcatolicismo hace tiempo superado por la sociedad española.

 

3.- Principio de Tolerancia.

La tolerancia según  la  “Declaración de Principios sobre la Tolerancia” de la UNESCO  de 1995,  “consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. La fomentan el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. La tolerancia consiste en la armonía en la diferencia. No sólo es un deber moral, sino además una exigencia política y jurídica. La tolerancia, la virtud que hace posible la paz, contribuye a sustituir la cultura de guerra por la cultura de paz”.

Advierte la UNESCO que “tolerancia no es lo mismo que concesión, condescendencia o indulgencia. Ante todo, la tolerancia es una actitud activa de reconocimiento de los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los demás. En ningún caso puede utilizarse para justificar el quebrantamiento de estos valores fundamentales. La tolerancia han de practicarla los individuos, los grupos y los Estados”.

 

El principio de tolerancia, como se deduce del documento de la UNESCO, se basa en que todos y todas somos iguales, aunque tengamos distintas creencias, convicciones, y comportamientos. La ciudadanía exige una actitud de aceptarse y soportarse mutuamente en el espacio público de la sociedad que es de todos. La laicidad va muy unida a la tolerancia (que viene del verbo latino tollere que quiere decir soportar, aceptar, tener paciencia) que significa liberar a la política y a la moral de toda tutela religiosa, colocando en su lugar a la razón. Cuando en una sociedad laica se admite el hecho de una inmigración constante de muy distintos países y continentes, esto implica la  diversidad de religiones, credos y morales. Entonces, la tolerancia es una llamada a la ciudadanía para llegar a convivir pacíficamente y crecer personalmente. Los problemas vienen de la convivencia ciudadana del día a día, con el otro que es distinto, cuando surgen personas y grupos (los inmigrantes) que ponen en cuestión unos valores y formas de vivir  que se consideraban inapelables.

Ese reconocimiento no es una etiqueta de validez, ni de consentimiento. La tolerancia rechaza la imposición dogmática. No admite el planteamiento de los Acuerdos de 1979. Supone el debate de progreso, la crítica, la sátira de las ideas o de otro tipo de características, siempre que éstas no inciten a actos contra las personas que los ostentan y que no lesionen sus derechos. Y mucho menos es un permiso de “todo vale”; no consiente los actos ilegales bajo la excusa de que corresponde a manifestaciones "naturales", tradicionales, intimas de la fe, de orden revelado, de la etnia, de la cultura, de la lengua, de la tradición. “La tolerancia con la intolerancia es también intolerancia.”

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Propugnamos el laicismo, entendiendo por tal  el pensamiento y la actuación orientados a la consecución y defensa del Estado Laico, de la Laicidad de sus Instituciones y de la actuación consecuente de los Cargos Públicos en el ejercicio de sus funciones. El laicismo es una posición política de reclamación del cumplimiento por parte del Estado de una nota esencial de la democracia y de los Derechos Humanos: la laicidad que es la Igualdad de los Individuos en el Derecho Fundamental a la Libertad de Conciencia.

Aunque somos conscientes de la existencia de un laicismo que, tal vez busca la desaparición social de las religiones, o aquél otro que trata de reducir las creencias y las prácticas religiosas al ámbito de lo estrictamente privado, sin visibilidad en el plano social, decimos que no compartimos ni uno ni otro. Creemos en la libre expresión de cualquier creencia religiosa y de su derecho a expresarse públicamente. Pero, dada nuestra coyuntura, abogamos con más fuerza aún por la separación e independencia real de las religiones y el poder político. Hoy, en España, sigue siendo un reto, urgente por olvidado, el objetivo de instaurar un Estado Laico en una sociedad plural.

 

José María García-Mauriño


Julio 2013