martes, 1 de abril de 2014

ESTAR VIVO, NO ES VIVIR UNA VIDA HUMANA


(Dedicado a las mujeres)

 

José María García Mauriño

3 de Abril de 2014

1.- Aclaración  inicial:

Una cosa es la vida biológica y otra la vida humana. Todos los seres vivos, animales, plantas y Seres humanos,(SH) tenemos una vida puramente biológica; comer, desarrollarse, crecer, reproducirse y  morir. Pero, una cosa es estar vivo, es decir, vivir una vida puramente biológica, y otra vivir como persona, distinta del vivir común con la vida de los animales. La vida tiene múltiples aspectos. La vida es un valor universal, que incluye a todo ser vivo, animales, plantas y seres humanos, no se encuentra aislada, forma parte del planeta tierra. Porque  la vida humana no se la puede reducir a lo puramente biológico u orgánico. Mientras la vida sea destruida en algunos lugares para que otros vivan bien, ella estará suspendida. Si la vida humana  sigue estando determinada por los indicadores del consumo y la propiedad privada, la vida no será más que una mascarada.

 ¿Qué es vivir? ¿Qué se entiende por vida humana? Hay muchas formas de vivir que no son vida y hay muchas formas de vida que no son vivir, al menos no vivir dignamente: Este sistema capitalista, con sus recortes, sus ajustes, su austeridad apenas dejan margen para estar vivo y para vivir con dignidad, que estamos a nivel de supervivencia, sobre todo se castiga a las mujeres que son el colectivo más oprimido. Ha sido preciso convocar a todo el pueblo español a unas marchas de la dignidad para decir públicamente que no queremos pagar la deuda, que tenemos derecho a la vivienda y a los servicios públicos. Queremos que se reconozcan unos derechos que garantizan el respeto de todos y cada uno de todos los derechos humanos. Que esto no son formas de vida humana.

 

Vaya por delante mi admiración y reconocimiento de todas las mujeres que han desarrollado magníficamente su tarea de madres, esposas y amas de casa. Un trabajo que tiene estas dimensiones: el cuidado de la comida, el cuidado de la salud, cuidar las relaciones sociales y familiares para solucionar los conflictos. Las mujeres tienen una capacidad de aguante increíble. Un trabajo muchas veces penoso, rutinario, casi nunca valorado, anónimo, pero que tiene un alto significado: ser el fundamento de la sociedad. O una vida consagrada a hacer el bien a los más necesitados y olvidados de la sociedad. Tampoco demasiado valorada. Algunas han  elegido quedarse solteras, sin ningún tipo de frustración y viven felices con  su soltería. (No pretendo agotar todas las posibles opciones femeninas).

 

2.- Aclaración sociológica: la situación de la mujer en la sociedad: 5 puntos:

2.1. El patriarcado

Es un sistema de dominación sexual de los hombres sobre las mujeres que es, además, el sistema básico de dominación sobre el que se levantan el resto de las dominaciones, como las de clase, etnia, edad, campo-ciudad, entre otras. Es una forma de organización política, económica, cultural, religiosa y social basada en la autoridad de los hombres sobre las mujeres en todos los ámbitos, y que se reproduce a sí mismo generación tras generación.

 

2.2. El sistema capitalista patriarcal.

El sistema capitalista está organizado según una lógica de acumulación de capital y de obtención de beneficios en vez de una lógica de satisfacción de necesidades básicas para toda la población. De esta manera, beneficia a unos pocos a costa de la mayoría, a través de una serie de estructuras sociales, económicas y políticas que ponen la vida al servicio del capital, aumentando las desigualdades sociales y amenazando la misma supervivencia humana en el planeta.

Asentado sobre el patriarcado, este sistema se sustenta en el trabajo gratuito de las mujeres, así como en el expolio de la naturaleza.

 

2.3. ¿Qué es el androcentrismo?

Significa que el hombre está en el centro de todo y que por tanto, representa a toda la humanidad. Es una manera de ver el mundo que parte de la idea de que la visión masculina es universal, por lo que se generaliza a toda la sociedad, hombres y mujeres, ocultando otras realidades como la de las mujeres.

 

2.4.¿Qué significa el trabajo de cuidados?

Es un trabajo realizado principalmente por mujeres, cuyo objetivo es la satisfacción de las necesidades básicas, implicando un fuerte componente afectivo y relacional, que se caracteriza por la realización de múltiples tareas al mismo tiempo y por la multiplicación de los conocimientos necesarios. Además, es un trabajo gratuito e invisible. Aunque el trabajo de cuidados incluye el llamado trabajo doméstico (limpiar la casa, comprar y hacer la comida, cuidar a las criaturas) va más allá del ámbito del hogar y se extiende a la ayuda a los negocios familiares o a los trabajos comunitarios (voluntariado, activismo, participación en redes sociales), entre otros.

 

2.5. ¿En qué consiste la división sexual del trabajo?

El reparto de roles y espacios sigue impuesto por una división sexual del trabajo. La división sexual del trabajo atribuye a los hombres el trabajo remunerado, visible y asociado al ámbito público y a las mujeres el trabajo de cuidados, gratuito, invisible y asociado al ámbito privado, además de establecer una jerarquía donde el trabajo remunerado es considerado más importante (¡incluso el único importante!) que el trabajo de cuidados.

 

Sin embargo, el espacio público no podría existir sin el privado, ya que el trabajo de los cuidados es la base material que permite la reproducción de la sociedad. Si bien la mayoría de avances promovidos buscaron la incorporación de las mujeres al espacio público, poco se ha hecho para que hubiera una redistribución en el espacio privado. Es decir, las mujeres se incorporaron al mercado laboral, en peores condiciones que los hombres, sin existir una redistribución de roles en el interior del grupo doméstico y de todas aquellas actividades que tienen que ver con la reproducción de la vida cotidiana, provocando una sobrecarga en la vida de las mujeres. Así, podemos afirmar que el 92% de los hombres en el estado español están ausentes del trabajo que tiene como objetivo directo satisfacer las necesidades básicas.

 

En el actual sistema capitalista patriarcal, el conjunto de la organización social está estructurada entorno a los mercados, y la cotidiana, crucial y difícil responsabilidad de mantener la vida, se delega, sin ningún reconocimiento, a lo gratuito, a lo invisible, al ámbito privado de las mujeres.

 

3.- El problema de casi todas las mujeres:

La mayoría de las mujeres, con honrosas excepciones, han cumplido perfectamente el rol, el papel femenino que les ha impuesto la sociedad, la Iglesia a través de este patriarcado capitalista: ser madres, esposas y amas de casa. Han sido programadas desde antes de casarse y tener hijos. Se han casado y no han tenido en cuenta esa maldición social de “no quedarse para vestir santos”. Me pregunto: ¿Tenían un proyecto de vida antes de casarse? ¿Cuál podría ser ahora SU proyecto de vida? ¿o es que no lo tienen? ¿Acaso el proyecto de vida es el que le han asignado la sociedad y la Iglesia  de la mano de este patriarcado, y lo han asumido más o menos sin rechistar? ¿No se atreven a ser ellas mismas?  ¿Acaso se encuentran sin capacidad de elegir por sí mismas, lo que quieren hacer, sino someterse a la mentalidad dominante? Dicen, “Es lo que hay”, ¿les gusta, se someten a ese modelo de mujer o pretenden cambiarlo?

 

Estar vivo no es sólo vivir, es algo más, mucho más. La vida biológica es la vida del cuerpo. Pero, el Ser Humano (SH) no puede quedar reducido a solo su cuerpo Pregunto,  ¿cuál es SU vida ahora, o es que no tienen vida propia? Para la gran mayoría, su vida es su familia, pareja-hijos (y resto de relaciones familiares tíos/as –sobrinos/as, abuelos) que han elegido o que les ha venido impuesta. Otras, han elegido una vida de entrega a los más pobres y excluidos de la sociedad. Desde un punto de vista de libertad consciente, ¿seguirían eligiendo su vida de entrega a los demás? ¿volverían a elegir a su pareja, sus hijos? Desde luego que la mayoría diría que sí, porque juega un factor importante  el Amor, la entrega, el cuidado, o porque tal vez no tienen otro modelo de mujer que la casada-madre-ama de casa, aunque desearían que fuera de distinta manera. 

 

La vida deja de ser una definición meramente biológica y pasa a ser un proyecto vital a través del cual los sujetos, las mujeres, realizan las elecciones más adecuadas, ellas deciden si quieren ser madres o no, con mayor o menor acuerdo con sus parejas. Es decir, la mujer además de tener un cuerpo biológico, es una persona autónoma y decide llevar una “vida digna”, para desarrollar su ser de persona. Esta postura va más allá de la dimensión biológica: hace hincapié en los factores socioeconómicos y socioculturales, o sea, su disposición política, social, familiar, cultural y jurídica, y en el acceso a los servicios básicos y a sus derechos.

 

Hay que des-biologizar el debate sobre la vida humana. Si solo se tiene en cuenta este término, tenemos a los esclavos negros, que solo eran considerados por su cuerpo, su fuerza, sus músculos, su salud física, para trabajar en los campos de algodón al ser contratados por los terratenientes. No se les consideraban personas. La vida de las Personas y sus cuerpos se convierten en una unidad compleja inseparable. El SH reducido sólo a su cuerpo es pura mercancía. De esta forma, se trata a los trabajadores/as como “mercado laboral”. Compran y venden su cuerpo, su fuerza de trabajo. La mujer no es solo cuerpo biológico que cumple unas funciones biológicas sexuales reproductivas. El cuerpo de la mujer es inseparable de su persona y, por tanto, de su dignidad, autonomía y derechos.

 

¿Cómo pasar de lo conocido (el régimen familiar establecido por el régimen capitalista) a lo desconocido: a ese mundo de opciones personales, secretas, escondidas en lo profundo de su espíritu?. Eso podría ser un gesto de madurez humana, personal: ir dejando los modelos impuestos por el modelo patriarcal y decidir qué modelo de vida, qué proyecto de vida quiero realizar. Hay que morir un poco para vivir plenamente.

 

4.- El desafío: aprender a vivir muriendo:

Quien aprende a vivir muriendo, aprende a vivir humanamente. Porque lo más humano es lo más natural, es decir, nacer, crecer, reproducirse y morir, es la ley de la naturaleza. El patriarcado no es natural, es antinatural. Es el difícil aprendizaje de vivir la vida con sentido, a dar sentido personal a nuestra existencia. ¿Para qué vivir? Es la pregunta clave. Para vivir una vida humana, hay que ser capaces de soñar el futuro, optar por la liberación de ese corsé que oprime de unas estructuras impuestas por el sistema. Para vivir hay que morir. Hay que vivir muriendo. Es todo un arte: el ars moriendi. Que va unido al ars vivendi y al ars amandi. Para saber vivir hay que saber morir, hay que saber amar. Vida, amor y muerte forman el triángulo de la dignidad humana ¿Qué entendemos por Amor? ¿Por qué para vivir hay que ir muriendo?

 

En cuanto al amor.

Vamos a distinguir entre el amor, digamos, común y corriente, del Amor verdadero, pues uno y otro no sólo no son lo mismo, sino que se podría decir que el segundo, el verdadero, implica la muerte del primero, del amor común. Estaremos de acuerdo, creo, en que por "amor" entendemos muchas cosas. Llamamos "amor" a la necesidad imperiosa de sentirnos queridos, a la dolorosa sensación de vacío con la que venimos al mundo y con la que todos hemos crecido. Llamamos "amor" al profundo anhelo de encontrar en otro un complemento ideal, la llamada “media  naranja”, el deseo, la admiración, el apego, la posesividad o la dependencia emocional con la que nos relacionamos, con todo aquello que sentimos como nuestro: hijos, pareja, cualidades o cosas; todo aquello que nos proporciona un sustento a nuestra identidad, a lo que nos creemos que somos nosotros. Todas esas situaciones nos despiertan todo tipo de emociones, emociones placenteras o dolorosas, emociones que nos exaltan o deprimen, pero el Amor verdadero no es una emoción. El Amor al que voy a referirme no es la palabra bonita con la que aludimos a todas o cualquiera de nuestras necesidades o posesiones; el verdadero Amor implica siempre, de alguna manera, algún tipo de muerte, un amor gratuito de dar sin esperar recibir recompensa. Porque esto supone, la superación de todos nuestros conflictos emocionales, a fin de alcanzar un estado de conciencia perfectamente hábil y clara: una mente en paz.

 

En cuanto a la muerte,

No voy a referirme a la muerte física, real y concreta que todos tememos y que es el tema tabú por excelencia: La muerte, a nuestra manera habitual de pensar, es el gran absurdo, no de la vida, pero sí de toda lógica. La muerte es el odioso final de un tiempo que lógicamente no querríamos que terminara nunca. En ese sentido, la muerte siempre nos humilla, es la dolorosa constatación de nuestra total impotencia ante no sabemos qué. Es un fracaso, la derrota de todos los esfuerzos y logros de la ciencia médica, o la inutilidad de mis plegarias y promesas. Y aunque a veces se presenta como la liberación deseada a meses o años de sufrimientos y dolores, o incluso, para el suicida, como una solución "feliz" a una vida sumida en la más negra desesperación, la muerte es, en principio, aquello que nadie quisiera experimentar nunca. Y, sin embargo, dos certezas ineludibles nos acompañan desde el momento de nacer: vamos a morir y no sabemos cuándo. Curiosamente, como ya Freud señalaba, esa verdad ineludible no tiene cabida  en nuestro inconsciente y de ahí que todos nuestros mecanismos vitales y racionales estén dirigidos a olvidar, negar o reprimir la idea misma de la muerte.

   Pero la muerte, además de la palabra horrorosa que alude a la experiencia más odiosa y temida por todo ser viviente, puede entenderse de otra manera. Esa otra manera es la que voy a intentar explicar. La muerte no es el mal, el triste final que frustra nuestro deseo de eternidad, sino todo lo contrario, es el raro prodigio que nos permite, precisamente, realizar ese anhelo y acceder así a nuestra naturaleza viva, a la autenticidad que deseamos. Si entendemos la muerte como un proceso cotidiano, como parte integrante de la vida misma, podemos vivirla como una maestra, una maestra severa, claro está, pero, también, generosa, que nos enseña a vivir, a amar, a Ser realmente lo que Somos. Si realizamos lo que realmente somos, el miedo a la muerte habrá desaparecido, porque habremos alcanzado el verdadero Amor y, como se dice en el Cantar de los Cantares, "el perfecto Amor echa fuera todo temor".

 

Vayamos por partes. Continuaré con las dos líneas argumentales que vengo desarrollando. Con respecto al amor, veremos cómo podemos dar ese salto, es decir, generar amor en vez de necesitarlo. El tema de la muerte nos llevará al análisis de cómo aprender a morir en vida a fin de superar el terror innato a morir.

5.-Análisis del amor:

Empecemos por el amor. La madre Teresa de Calcuta dice que Amor es dar de lo que nos sobra. Está, sin duda, refiriéndose al Amor verdadero. No habla de una carencia ni del esfuerzo inútil por solventarla, sino de todo lo contrario, habla de dar desde la abundancia de lo que nos sobra. Pero he ahí el problema, porque, ¿qué nos sobra? Hemos dicho que nacemos y crecemos con una sensación de vacío que, lógicamente, todos queremos satisfacer. Recordemos, por ejemplo, el mito al que alude Platón para explicar este anhelo. En un principio, los SH éramos dobles, es decir, dos perfectamente unidos en  uno solo. Éramos tan  felices como inconscientes y arrogantes y los dioses para castigarnos nos separaron por la mitad, hombres por un lado y mujeres por otro.. Esa herida es el sexo y permanece su huella en el cuerpo físico. Y en nuestro cuerpo psíquico, sentimos esa dolorosa sensación de insatisfacción. Desde entonces y para siempre, ese anhelo nos condena a desear al otro, a buscar fuera la propia plenitud. Pero, por otro lado, también sabemos, cuando menos en teoría, que solamente cuando damos ex abundatia cordis, (de la abundancia del corazón) como sugiere la Madre Teresa, es decir, sólo cuando damos lo que de alguna forma nos rebasa, nos sobra, damos realmente, nos acercamos a eso que llamamos "amor incondicional". Dar y no pedir, dar y no esperar, no negociar, no intercambiar, no valorar, no enterarnos siquiera de que damos. Es evidente que hay un salto enorme, cualitativo entre nuestras expectativas de amor y esa utópica e ideal posibilidad de amar sin más.

 

Esa forma de amor, podemos entenderla intelectualmente, pero tal vez está muy lejos de nuestra experiencia, ya que todos andamos más necesitados de amor que sobrados. Es decir, podemos dar mucho de lo que no tenemos a quienes no lo tienen y así consolarnos, justificarnos, sentirnos queridos, reconocidos, sostener una buena autoimagen o darle un sentido importante y grato a nuestra vida. Podemos esforzamos concienzuda y cotidianamente por aliviar, en el cuidado de los demás, nuestras carencias, nuestros temores, nuestra soledad. Ello, sin duda alguna, no sólo es lícito: es loable y necesario. Aprendemos muchísimas cosas en ese cuidado constante de los demás. Pero, del mismo modo que se dice que el sufrimiento es, muchas veces, necesario para aprender ciertas cosas, pero no suficiente, no basta con sufrir para llegar a sabio. Diría que la vía del cuidado es una vía necesaria, pero tampoco suficiente. Hace falta aprender a morir, es decir, morir internamente , simbólicamente, a toda necesidad y toda expectativa; a todo miedo y a toda esperanza.

Veamos, aunque de manera muy breve y simplista, cuál es el camino que debemos seguir a fin de desarrollar ese amor verdadero o incondicional que todos reclamamos siempre y que nunca hemos probado. Es necesario, primero, tomar conciencia de nuestra propia necesidad y hacemos responsables de ella, es decir, renunciar a la ilusión de que el otro me puede hacer feliz. Pero esa conciencia sólo surge si, de alguna manera, estamos en contacto con el dolor, a saber, con la insatisfacción que nos es constitutiva. Y ello, aunque pareciera evidente, no lo es. Muy pronto desarrollamos naturalmente toda clase de mecanismos de defensa que nos protegen de sentirnos vulnerables y sólo tomamos conciencia de nuestra pequeñez e indefensión cuando la vida nos obliga a ello. En ese sentido, el sufrimiento, la enfermedad, las pérdidas, es decir, todas las situaciones difíciles y criticas de la vida, suelen ser el motor que nos pone en el camino de trabajamos interiormente, de madurar humanamente. Ese trabajo interior, consistiría nada menos que en transformar nuestro necesidad de amor en capacidad amorosa.

Eso, evidentemente, no es fácil, pero lo importante nunca es fácil. Lo importante, en este caso, es saber que eso es posible. Dice un renombrado maestro budista, Chogyam Trunpga: "cuanto mas desamparado se siente uno, más aumenta su capacidad de sentir amor." Es decir, nuestro potencial amoroso no es otro que la propia capacidad de dolernos, de sentir profundamente nuestra carencia de amor. En otras palabras, son nuestras heridas, nuestro vacío, la clave misma de nuestra auténtica y tan profunda capacidad de amar la que suele resultamos inasequible ¿Que cómo hacerlo? Simplificando mucho podríamos decir que a pequeñas dosis, esto es, con paciencia.

Para desarrollar el amor se requiere paciencia, mucha paciencia, porque la paciencia, en sí misma, es ya una forma de amor. Podríamos decir que el desamor sólo se convierte en amor a fuerza de pequeñas dosis de amor o, para decirlo de manera menos redundante, de paciencia; de la paciente observación y reconocimiento de todo aquello de lo que uno no querría ni oír hablar; paciencia y aceptación de todo lo negado y reprimido, de todo lo temido y rechazado, de todas las quejas y reclamos que llevamos dentro y de todas las rabias y miedos que nos tienen atrapados. Paciencia y aceptación, en definitiva, de la propia sombra. Así pues, se podría decir que la paciencia es comparable al trabajo de un orfebre: sólo la perseverancia convierte una piedra de mármol duro en una efigie como el Moisés de Miguel Ángel. O una piedra de carbón en  un diamante. Y por eso se dice que la paciencia es, entre las virtudes, lo que el diamante entre las piedras preciosas, a saber, la más pura, la más dura, la más clara y transparente, la mejor de todas las formas posibles de Amor. Doy un paso y tropiezo: no importa, estoy ahí; otro paso y me caigo: está bien, estoy ahí; y un pasito más y un nuevo tropiezo, el mismo: no importa, sigo aquí... Y así, un día tras otro y toda una vida. Lo menos que se puede decir es que no es fácil. Pero sin paciencia, sin mucha paciencia, es imposible recorrer ese largo y aparentemente interminable sendero circular y solitario que nos lleva a dentro de nosotros mismos. Y sólo si caminamos por esa senda hasta el final, podremos cambiar la sensación de vacío interior que nos carcome, en plenitud, esto es, en Amor. Sólo por medio de esas pequeñas dosis de amor, a saber, de paciencia, podemos trabajar el carbón del ego y descubrir el diamante que esconde. Y cuando nuestro interior esté así de claro, así de limpio, así de puro y transparente, no necesitaremos amor, no tendremos amor...: seremos Amor. Cuando somos Amor podemos darlo todo, todo nos sobra.

 

6.-Análisis de la muerte:

Pero, ¿y la muerte? En “el arte de morir” de Jean-Yves Leloup (filósofo, teólogo y psicólogo francés de 1950) afirma que el miedo a la muerte es proporcional al miedo al amor. Y se refiere, claro está, a lo que aquí venimos llamando amor verdadero. Ya hemos visto que el amor verdadero no es fácil de alcanzar pero, ¿por qué lo tememos tanto? Porque aprender a amar es aprender a perder. "Amar es aceptar los propios límites, asumir la propia impotencia y estar sólo ahí, en la aceptación de lo real." La aceptación de lo real implica, claro, la aceptación de la muerte y esa aceptación requiere de algo más que paciencia. Ese algo más, esa dificilísima aceptación de lo que se pierde, es lo que convierte el trabajo interior en un verdadero arte. Ningún arte se domina ni fácil ni rápidamente y menos aún el de saber vivir y el de saber morir. Ese arte consistiría, paradójicamente, en asumir, a cada instante, la propia muerte.

Porque, a medida que avanzamos en el trabajo interior, nos vamos dando cuenta de lo lejos que estamos de ser mínimamente auténticos. Prejuicios absurdos, temores ridículos, y toda clase de engaños y racionalizaciones nos mantienen muy lejos de nuestra verdad. Esa armadura, como sabemos, cuesta mucho de sacar. Es como pelar una cebolla, infinitas capas recubren nuestra esencia. El camino hacia la propia esencia es largo, difícil de escalar. Se podría comparar a una inmensa espiral por la que damos vueltas y más vueltas. En cada giro, a fin de avanzar en profundidad y altura, y no sólo dar vueltas como en una noria, hemos, primero, de ver y reconocer lo que hay, hemos de aceptarlo e integrarlo inteligentemente para, por último, dejarlo ir, a no identificarnos con ello. En el momento en que podemos soltar, renunciar a aspectos del propio ego, aprendemos, de hecho, a morir. Sin embargo, sólo ese ejercicio, morir continuada y simbólicamente a cada instante, nos familiarizará con la muerte. Si el desamor se cura a base de pequeñas dosis de amor, el miedo a la muerte también requiere de pequeñas dosis de lo mismo, es decir, de pequeñas muertes continuadas que, poco a poco, nos vayan revelando el sentido de la vida y el significado del Amor. Si vencemos el miedo al amor, habremos vencido el miedo a la muerte.

Y ahora, para terminar, puntualicemos algunas cuestiones teóricas, según Ken Wilber,(escritor de EEUU de temas de psicología, Filosofía, religión, de 1949) "El objetivo real de Thanatos, de la muerte, dice él, no es una fuerza que intente convertir a la vida física en materia inorgánica, ni una repetición compulsiva, ni tampoco un deseo suicida. Thanatos se refiere precisamente a la necesidad de morir psicológicamente de la que aquí venimos tratando, es el poder del vacío. Ese mismo vacío nos da el impulso que nos mueve a pasar las fronteras ilusorias. Pero, sabemos también, que ese impulso se presenta al .ego atemorizado que no quiere renunciar a sus fronteras, como una amenaza que pone en peligro su integridad. Es decir, es importante distinguir la pulsión de muerte que nos empuja inteligentemente a vivir las sucesivas muertes internas a fin de ir un poco más allá de nuestras limitaciones del propio Yo, distinguirlo, digo, de phobos,  esto es, de nuestras fobias, de nuestro habitual, y convencional, miedo a la muerte real y concreta que ciertamente nos espera a todos.

En teoría está claro que, si queremos prepararnos para una muerte digna, deberíamos de aprender a vivir una vida digna, es decir, vivir muriendo. Sólo ese duro ejercicio de paciencia y amor para con nosotros mismos nos familiarizará suficientemente con la muerte a fin de vencer nuestro temor. Otra cosa, claro, es la puesta en práctica de ese saber. Desde la práctica podemos entender a Kierkegaard, (filósofo danés de mediados del s. XIX) por ejemplo, cuando afirma que lo normal es que el ser humano viva aterrorizado, ya que entre él y la Verdad, habita la mortificación. La mortificación se refiere a eso, al arte de aprender a morir con cada pérdida, con cada crisis, con cada cambio. Y sólo la mortificación continua, ese aprender a morir, convierte nuestro trabajo interior en un trabajo que nos prepara para dar ese "paso más" ir un poquito más allá de nuestro pequeño ego y así descubrir la Verdad que yace en nuestro interior. Podemos referirnos a ello como el arte de vivir o como el arte de morir. Se trata en todo  caso, de actualizar, de encarnar realmente lo que Somos. Y la Muerte cotidiana, esto es, la muerte bien entendida, 1a práctica cotidiana del arte del desapego, es la gran maestra. Ella nos regala difíciles pero preciosas ocasiones de aprender a vivir muriendo. Cada vez que morimos simbólicamente, cada vez que nos despegamos de aspectos que creemos ser nosotros mismos, vamos limpiando nuestro interior.

 

Resumiendo: dos preguntas y respuestas:

 

¿Qué significa amar y vivir muriendo? Varias cosas:

Lo fundamental: que para mantener la dignidad de la mujer, hay que luchar para que vaya llegando al final ese sistema de muerte que es el patriarcado capitalista.

que algo ha llegado al final: hay que morir a ciertas formas de cariño. Lo romántico ya pasó, ahora le quieres de distinta manera, pero le sigues queriendo, lo otro terminó. El amor no es inmovilista, cambia de formas, pero sigue amando. El inmovilismo es muerte, pero la vida es dinamismo, porque la vida es cambio. El adolescente requiere un cariño distinto, le quiere aunque sea un zangolotino. La niña, ya ha dejado de ser niña, ha cambiado, ya es una mujer que ha tenido su primera regla, y hay que quererla como mujer.

Que hay que seguir ejerciendo el amor verdadero.

que hay que ir cerrando etapas de nuestra vida personal y de relación. Es decir, de la vida de los que nos rodean, marido, hijos, nietos, abuelos.

La expresión del amor incondicional y verdadero, son esas rupturas sentimentales que son las más dolorosas y las que crean mayores conflictos.

En la medida que vamos amando con amor verdadero, vamos muriendo poco a poco, lentamente, con paz, desde que nacemos hasta el momento de expirar.

 

2) Y otra pregunta, ¿para qué morir? Para 4 cosas, a saber:

+ para ir caminando mejor, libre de ataduras y apegos que limitan nuestra libertad y rebajan nuestra dignidad humana. Para ir abandonando poco a poco los modelos de mujer que nos han impuesto durante siglos, la sociedad y la Iglesia, en este sistema del patriarcado capitalista.

 

+ para iniciar un proceso de despedida de viejos recuerdos. En toda despedida se trata de romper con lo antiguo y marchar hacia lo nuevo. Abrirse a nuevas posibilidades de vida, nos llena de esperanza y alegría, incluso de euforia, mientras que romper con algo familiar, de confianza, nos llena de miedo y tristeza. Cada resurgimiento lleva consigo algún cambio doloroso. No se comienza algo nuevo sin cambio profundo para lograr un cierto grado de sabiduría que solo lo da el sufrimiento y los miedos. Pero vale la pena intentarlo: aporta gozo y esperanza.

 

+ para poder decir un SI definitivo a las mujeres-ciudadanas, mejor que :esa insistencia de la Iglesia, la sociedad, con este sistema, de las Mujeres-Útero. No se puede vivir con dignidad en esta sociedad hasta que acabemos con ese patriarcado infame “La mujer está “atada” hasta que se quita el miedo a hablar”, decía una salvadoreña del colectivo “católicas por el derecho a decidir”.

 

+ para diseñar un proyecto de vida que merezca la pena, es decir, mantener vivo un cierto grado de dignidad humana. Es ese un reto por el que merece la pena vivir, querer ser ella misma, vivir con autenticidad. No lo que le han obligado a ser, encajada en unas estructuras sociales, económicas, familiares y políticas, propias del capitalismo reinante, que apenas le han permitido ser ella misma. Es el tiempo de elegir su propio destino, diseñar su proyecto de vida. Nunca es tarde si la dicha es buena, siempre estamos a tiempo. El tiempo es nuestro.

 

(Si quieren contactar conmigo, comentar, sugerir, etc. mi correo: anaxagoras54@gmail.com)

 


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