martes, 1 de abril de 2014
ESTAR VIVO, NO ES VIVIR UNA VIDA HUMANA
(Dedicado a las mujeres)
José María
García Mauriño
3 de Abril de
2014
1.- Aclaración inicial:
Una cosa es la vida biológica y
otra la vida humana. Todos los seres vivos, animales, plantas y Seres humanos,(SH)
tenemos una vida puramente biológica; comer, desarrollarse, crecer,
reproducirse y morir. Pero, una cosa es
estar vivo, es decir, vivir una vida puramente biológica, y otra vivir como
persona, distinta del vivir común con la vida de los animales. La vida tiene
múltiples aspectos. La vida es un valor universal, que incluye a todo ser vivo, animales,
plantas y seres humanos, no se encuentra aislada, forma parte del planeta
tierra. Porque la vida humana no se la
puede reducir a lo puramente biológico u orgánico. Mientras la vida sea
destruida en algunos lugares para que otros vivan bien, ella estará suspendida.
Si la vida humana sigue estando
determinada por los indicadores del consumo y la propiedad privada, la vida no
será más que una mascarada.
¿Qué es vivir? ¿Qué se entiende por vida
humana? Hay muchas formas de vivir que no son vida y hay muchas formas de vida
que no son vivir, al menos no vivir dignamente: Este sistema capitalista, con
sus recortes, sus ajustes, su austeridad apenas dejan margen para estar vivo y
para vivir con dignidad, que estamos a nivel de supervivencia, sobre todo se
castiga a las mujeres que son el colectivo más oprimido. Ha sido preciso
convocar a todo el pueblo español a unas marchas de la dignidad para decir
públicamente que no queremos pagar la deuda, que tenemos derecho a la vivienda
y a los servicios públicos. Queremos que se reconozcan unos derechos que garantizan
el respeto de todos y cada uno de todos los derechos humanos. Que esto no son
formas de vida humana.
Vaya por delante mi admiración y
reconocimiento de todas las mujeres que han desarrollado magníficamente su
tarea de madres, esposas y amas de casa. Un trabajo que tiene estas
dimensiones: el cuidado de la comida, el cuidado de la salud, cuidar las
relaciones sociales y familiares para solucionar los conflictos. Las mujeres
tienen una capacidad de aguante increíble. Un trabajo muchas veces penoso,
rutinario, casi nunca valorado, anónimo, pero que tiene un alto significado: ser
el fundamento de la sociedad. O una vida consagrada a hacer el bien a los más
necesitados y olvidados de la sociedad. Tampoco demasiado valorada. Algunas
han elegido quedarse solteras, sin
ningún tipo de frustración y viven felices con
su soltería. (No pretendo agotar todas las posibles opciones femeninas).
2.-
Aclaración sociológica: la situación de la mujer en la sociedad: 5 puntos:
2.1.
El patriarcado
Es un sistema de
dominación sexual de los hombres sobre las mujeres que es, además, el sistema básico de dominación
sobre el que se levantan el resto de las dominaciones, como las de clase,
etnia, edad, campo-ciudad, entre otras. Es una forma de organización política,
económica, cultural, religiosa y social basada en la autoridad de los hombres
sobre las mujeres en todos los ámbitos, y que se reproduce a sí mismo
generación tras generación.
2.2. El
sistema capitalista patriarcal.
El sistema capitalista está organizado según una lógica de acumulación de capital y de obtención de beneficios en vez de una lógica
de satisfacción de necesidades básicas para toda la población. De esta manera,
beneficia a unos pocos a costa de la mayoría, a través de una serie de
estructuras sociales, económicas y políticas que ponen la vida al servicio del
capital, aumentando las desigualdades sociales y amenazando la misma
supervivencia humana en el planeta.
Asentado sobre el patriarcado, este sistema se sustenta en el trabajo gratuito de
las mujeres, así como en el expolio de la naturaleza.
2.3.
¿Qué es el androcentrismo?
Significa que el hombre está en el centro de todo y
que por tanto, representa a toda la humanidad. Es una manera de ver el mundo
que parte de la idea de que la visión
masculina es universal, por lo que se
generaliza a toda la sociedad, hombres y mujeres, ocultando otras realidades
como la de las mujeres.
2.4.¿Qué
significa el trabajo de cuidados?
Es un trabajo realizado principalmente por mujeres, cuyo objetivo es la satisfacción de las
necesidades básicas, implicando un fuerte
componente afectivo y relacional, que se
caracteriza por la realización de múltiples tareas al mismo tiempo y por la multiplicación
de los conocimientos necesarios. Además, es un trabajo gratuito e invisible.
Aunque el trabajo de cuidados incluye el llamado trabajo doméstico (limpiar la
casa, comprar y hacer la comida, cuidar a las criaturas) va más allá del ámbito
del hogar y se extiende a la ayuda a los negocios familiares o a los trabajos
comunitarios (voluntariado, activismo, participación en redes sociales), entre
otros.
2.5.
¿En qué consiste la división sexual del trabajo?
El reparto de roles y espacios sigue impuesto por
una división sexual del trabajo. La división
sexual del trabajo atribuye a los hombres el trabajo remunerado, visible y
asociado al ámbito público y a las mujeres el trabajo de cuidados, gratuito,
invisible y asociado al ámbito privado, además de establecer una jerarquía donde el trabajo remunerado es
considerado más importante (¡incluso el
único importante!) que el trabajo de cuidados.
Sin embargo, el espacio público no podría existir
sin el privado, ya que el trabajo de los cuidados es la base material que
permite la reproducción de la sociedad. Si bien la mayoría de avances
promovidos buscaron la incorporación de las mujeres al espacio público, poco se
ha hecho para que hubiera una redistribución en el espacio privado. Es decir,
las mujeres se incorporaron al mercado laboral, en peores condiciones que los
hombres, sin existir una redistribución de roles en el interior del grupo
doméstico y de todas aquellas actividades que tienen que ver con la reproducción
de la vida cotidiana, provocando una sobrecarga en
la vida de las mujeres. Así, podemos
afirmar que el 92% de los hombres en el estado español están ausentes del
trabajo que tiene como objetivo directo satisfacer las necesidades básicas.
En el actual sistema capitalista patriarcal, el
conjunto de la organización social está estructurada entorno a los mercados, y
la cotidiana, crucial y difícil responsabilidad de mantener la vida, se delega,
sin ningún reconocimiento, a lo gratuito, a lo invisible, al ámbito privado de
las mujeres.
3.- El problema de casi todas las
mujeres:
La mayoría de las mujeres, con
honrosas excepciones, han cumplido perfectamente el rol, el papel femenino que les
ha impuesto la sociedad,
Estar vivo no es sólo vivir, es algo
más, mucho más. La vida biológica es la vida del cuerpo. Pero, el Ser Humano
(SH) no puede quedar reducido a solo su cuerpo Pregunto, ¿cuál es SU vida ahora, o es que no tienen
vida propia? Para la gran mayoría, su vida es su familia, pareja-hijos (y resto
de relaciones familiares tíos/as –sobrinos/as, abuelos) que han elegido o que
les ha venido impuesta. Otras, han elegido una vida de entrega a los más pobres
y excluidos de la sociedad. Desde un punto de vista de libertad consciente, ¿seguirían
eligiendo su vida de entrega a los demás? ¿volverían a elegir a su pareja, sus
hijos? Desde luego que la mayoría diría que sí, porque juega un factor
importante el Amor, la entrega, el
cuidado, o porque tal vez no tienen otro modelo de mujer que la casada-madre-ama
de casa, aunque desearían que fuera de distinta manera.
La vida deja de ser una
definición meramente biológica y pasa a ser un proyecto vital a través del cual
los sujetos, las mujeres, realizan las elecciones más adecuadas, ellas deciden
si quieren ser madres o no, con mayor o menor acuerdo con sus parejas. Es
decir, la mujer además de tener un cuerpo biológico, es una persona autónoma y
decide llevar una “vida digna”, para desarrollar su ser de persona. Esta
postura va más allá de la dimensión biológica: hace hincapié en los factores
socioeconómicos y socioculturales, o sea, su disposición política, social,
familiar, cultural y jurídica, y en el acceso a los servicios básicos y a sus
derechos.
Hay que des-biologizar el debate
sobre la vida humana. Si solo se tiene en cuenta este término, tenemos a los
esclavos negros, que solo eran considerados por su cuerpo, su fuerza, sus
músculos, su salud física, para trabajar en los campos de algodón al ser
contratados por los terratenientes. No se les consideraban personas. La vida de
las Personas y sus cuerpos se convierten en una unidad compleja inseparable. El
SH reducido sólo a su cuerpo es pura mercancía. De esta forma, se trata a los
trabajadores/as como “mercado laboral”. Compran y venden su cuerpo, su fuerza
de trabajo. La mujer no es solo cuerpo biológico que cumple unas funciones
biológicas sexuales reproductivas. El cuerpo de la mujer es inseparable de su
persona y, por tanto, de su dignidad, autonomía y derechos.
¿Cómo pasar de lo conocido (el régimen
familiar establecido por el régimen capitalista) a lo desconocido: a ese mundo
de opciones personales, secretas, escondidas en lo profundo de su espíritu?.
Eso podría ser un gesto de madurez humana, personal: ir dejando los modelos
impuestos por el modelo patriarcal y decidir qué modelo de vida, qué proyecto
de vida quiero realizar. Hay que morir un poco para vivir plenamente.
4.- El desafío: aprender a vivir
muriendo:
Quien aprende a vivir muriendo,
aprende a vivir humanamente. Porque lo más humano es lo más natural, es decir,
nacer, crecer, reproducirse y morir, es la ley de la naturaleza. El patriarcado
no es natural, es antinatural. Es el difícil aprendizaje de vivir la vida con
sentido, a dar sentido personal a nuestra existencia. ¿Para qué vivir? Es la
pregunta clave. Para vivir una vida humana, hay que ser capaces de soñar el
futuro, optar por la liberación de ese corsé que oprime de unas estructuras
impuestas por el sistema. Para vivir hay que morir. Hay que vivir muriendo. Es
todo un arte: el ars moriendi. Que va unido al ars vivendi y al ars amandi.
Para saber vivir hay que saber morir, hay que saber amar. Vida, amor y muerte forman el triángulo de la dignidad humana ¿Qué
entendemos por Amor? ¿Por qué para vivir hay que ir muriendo?
En cuanto al amor.
Vamos a distinguir
entre el amor, digamos, común y corriente, del Amor verdadero, pues uno y otro no sólo no son lo mismo, sino que
se podría decir que el segundo, el verdadero, implica la muerte del primero, del amor común. Estaremos de acuerdo,
creo, en que por "amor" entendemos muchas cosas. Llamamos
"amor" a la necesidad imperiosa de sentirnos queridos, a la dolorosa
sensación de vacío con la que venimos al mundo y con la que todos hemos crecido.
Llamamos "amor" al profundo anhelo de encontrar en otro un
complemento ideal, la llamada “media
naranja”, el deseo, la admiración, el apego, la posesividad o la
dependencia emocional con la que nos relacionamos, con todo aquello que
sentimos como nuestro: hijos, pareja, cualidades o cosas; todo aquello que nos
proporciona un sustento a nuestra identidad, a lo que nos creemos que somos
nosotros. Todas esas situaciones nos despiertan todo tipo de emociones,
emociones placenteras o dolorosas, emociones que nos exaltan o deprimen, pero el Amor
verdadero no es una emoción. El Amor al que voy a referirme no es la palabra
bonita con la que aludimos a todas o cualquiera de nuestras necesidades o
posesiones; el verdadero Amor implica siempre, de alguna manera, algún tipo de
muerte, un amor gratuito de dar sin esperar recibir recompensa. Porque esto
supone, la superación de todos nuestros conflictos emocionales, a fin de
alcanzar un estado de conciencia perfectamente hábil y clara: una mente en paz.
En cuanto a la
muerte,
No voy a referirme
a la muerte física, real y concreta que todos tememos y que es el tema tabú por
excelencia: La muerte, a nuestra manera habitual de pensar, es el gran absurdo,
no de la vida, pero sí de toda lógica. La muerte es el odioso final de un
tiempo que lógicamente no querríamos que terminara nunca. En ese sentido, la
muerte siempre nos humilla, es la dolorosa constatación de nuestra total
impotencia ante no sabemos qué. Es un fracaso, la derrota de todos los
esfuerzos y logros de la ciencia médica, o la inutilidad de mis plegarias y promesas.
Y aunque a veces se presenta como la liberación deseada a meses o años de
sufrimientos y dolores, o incluso, para el suicida, como una solución
"feliz" a una vida sumida en la más negra desesperación, la muerte
es, en principio, aquello que nadie quisiera experimentar nunca. Y, sin
embargo, dos certezas ineludibles nos acompañan desde el momento de nacer: vamos a morir y no sabemos
cuándo. Curiosamente, como ya Freud señalaba, esa verdad ineludible no tiene
cabida en nuestro inconsciente y de ahí
que todos nuestros mecanismos vitales y racionales estén dirigidos a olvidar,
negar o reprimir la idea misma de la muerte.
Pero la muerte, además de la palabra
horrorosa que alude a la experiencia más odiosa y temida por todo ser viviente,
puede entenderse de otra manera. Esa otra manera es la que voy a intentar
explicar. La muerte no es el mal, el triste final que frustra nuestro deseo de
eternidad, sino todo lo contrario, es el raro prodigio que nos permite,
precisamente, realizar ese anhelo y acceder así a nuestra naturaleza viva, a la
autenticidad que deseamos. Si entendemos la muerte como un proceso cotidiano,
como parte integrante de la vida misma, podemos vivirla como una maestra, una maestra
severa, claro está, pero, también, generosa, que nos enseña a vivir, a amar, a
Ser realmente lo que Somos. Si realizamos lo que realmente somos, el miedo a la
muerte habrá desaparecido, porque habremos alcanzado el verdadero Amor y, como
se dice en el Cantar de los Cantares, "el perfecto Amor echa fuera todo temor".
Vayamos por partes.
Continuaré con las dos líneas argumentales que vengo desarrollando. Con
respecto al amor, veremos cómo podemos dar ese salto, es decir, generar amor en
vez de necesitarlo. El tema de la muerte nos llevará al análisis de cómo aprender
a morir en vida a fin de superar el terror innato a morir.
5.-Análisis
del amor:
Empecemos por el
amor. La madre Teresa de Calcuta dice que Amor es dar de lo que nos sobra. Está, sin duda, refiriéndose al Amor
verdadero. No habla de una carencia ni del esfuerzo inútil por solventarla, sino de
todo lo contrario, habla de dar desde la abundancia de lo que nos sobra. Pero
he ahí el
problema, porque, ¿qué nos sobra? Hemos dicho que nacemos y crecemos con una
sensación de vacío que, lógicamente, todos queremos satisfacer. Recordemos, por
ejemplo, el mito al que alude Platón para explicar este anhelo. En un
principio, los SH éramos dobles, es decir, dos perfectamente unidos en uno solo. Éramos tan felices como inconscientes y arrogantes y los
dioses para castigarnos nos separaron por la mitad, hombres por un lado y
mujeres por otro.. Esa herida es el sexo y permanece su huella en el cuerpo
físico. Y en nuestro cuerpo psíquico, sentimos esa dolorosa sensación de
insatisfacción. Desde entonces y para siempre, ese anhelo nos condena a desear
al otro, a buscar fuera la propia plenitud. Pero, por otro lado, también
sabemos, cuando menos en teoría, que solamente cuando damos ex abundatia
cordis, (de la abundancia del
corazón) como sugiere
Esa forma de amor,
podemos entenderla intelectualmente, pero tal vez está muy lejos de nuestra
experiencia, ya que todos andamos más necesitados de amor que sobrados. Es
decir, podemos dar mucho de lo que no tenemos a quienes no lo tienen y así
consolarnos, justificarnos, sentirnos queridos, reconocidos, sostener una buena
autoimagen o darle un sentido importante y grato a nuestra vida. Podemos
esforzamos concienzuda y cotidianamente por aliviar, en el cuidado de los demás,
nuestras carencias, nuestros temores, nuestra soledad. Ello, sin duda alguna,
no sólo es lícito: es loable y necesario. Aprendemos muchísimas cosas en ese cuidado
constante de los demás. Pero, del mismo modo que se dice que el sufrimiento es,
muchas veces, necesario para aprender ciertas cosas, pero no suficiente, no
basta con sufrir para llegar a sabio. Diría que la vía del cuidado es una vía
necesaria, pero tampoco suficiente. Hace falta aprender a morir, es decir,
morir internamente , simbólicamente, a toda necesidad y toda expectativa; a
todo miedo y a toda esperanza.
Veamos, aunque de
manera muy breve y simplista, cuál es el camino que debemos seguir a fin de
desarrollar ese amor verdadero o incondicional que todos reclamamos siempre y
que nunca hemos probado. Es necesario, primero, tomar conciencia de nuestra
propia necesidad y hacemos responsables de ella, es decir, renunciar a la
ilusión de que el otro me puede hacer feliz. Pero esa conciencia sólo surge si,
de alguna manera, estamos en contacto con el dolor, a saber, con la
insatisfacción que nos es constitutiva. Y ello, aunque pareciera evidente, no
lo es. Muy pronto desarrollamos naturalmente toda clase de mecanismos de
defensa que nos protegen de sentirnos vulnerables y sólo tomamos conciencia de
nuestra pequeñez e indefensión cuando la vida nos obliga a ello. En ese
sentido, el sufrimiento, la enfermedad, las pérdidas, es decir, todas las
situaciones difíciles y criticas de la vida, suelen ser el motor que nos pone
en el camino de trabajamos interiormente, de madurar humanamente. Ese trabajo
interior, consistiría nada menos que en transformar nuestro necesidad de amor
en capacidad amorosa.
Eso, evidentemente,
no es fácil, pero lo importante nunca es fácil. Lo importante, en este caso, es
saber que eso es posible. Dice un renombrado maestro budista, Chogyam Trunpga:
"cuanto mas desamparado se siente
uno, más aumenta su capacidad de sentir amor." Es decir, nuestro
potencial amoroso no es otro que la propia capacidad de dolernos, de sentir
profundamente nuestra carencia de amor. En otras palabras, son nuestras
heridas, nuestro vacío, la clave misma de nuestra auténtica y tan profunda
capacidad de amar la que suele resultamos inasequible ¿Que cómo hacerlo?
Simplificando mucho podríamos decir que a pequeñas dosis, esto es, con
paciencia.
Para desarrollar el
amor se requiere paciencia, mucha paciencia, porque la paciencia, en sí misma,
es ya una forma de amor. Podríamos decir que el desamor sólo se convierte en
amor a fuerza de pequeñas dosis de amor o, para decirlo de manera menos
redundante, de paciencia; de la paciente observación y reconocimiento de todo
aquello de lo que uno no querría ni oír hablar; paciencia y aceptación de todo lo
negado y reprimido, de todo lo temido y rechazado, de todas las quejas y
reclamos que llevamos dentro y de todas las rabias y miedos que nos tienen
atrapados. Paciencia y aceptación, en definitiva, de la propia sombra. Así pues,
se podría decir que la paciencia es comparable al trabajo de un orfebre: sólo
la perseverancia convierte una piedra de mármol duro en una efigie como el
Moisés de Miguel Ángel. O una piedra de carbón en un diamante. Y por eso se dice que la
paciencia es, entre las virtudes, lo que el diamante entre las piedras
preciosas, a saber, la más pura, la más dura, la más clara y transparente, la
mejor de todas las formas posibles de Amor. Doy un paso y tropiezo: no importa,
estoy ahí; otro paso y me caigo: está bien, estoy ahí; y un pasito más y un
nuevo tropiezo, el mismo: no importa, sigo aquí... Y así, un día tras otro y
toda una vida. Lo menos que se puede decir es que no es fácil. Pero sin
paciencia, sin mucha paciencia, es imposible recorrer ese largo y aparentemente
interminable sendero circular y solitario que nos lleva a dentro de nosotros
mismos. Y sólo si caminamos por esa senda hasta el final, podremos cambiar la
sensación de vacío interior que nos carcome, en plenitud, esto es, en Amor.
Sólo por medio de esas pequeñas dosis de amor, a saber, de paciencia, podemos
trabajar el carbón del ego y descubrir el diamante que esconde. Y cuando
nuestro interior esté así de claro, así de limpio, así de puro y transparente,
no necesitaremos amor, no tendremos amor...: seremos Amor. Cuando somos Amor
podemos darlo todo, todo nos sobra.
6.-Análisis
de la muerte:
Pero, ¿y la muerte?
En “el arte de morir” de Jean-Yves Leloup (filósofo, teólogo y psicólogo
francés de 1950) afirma que el miedo a la muerte es proporcional al miedo al
amor. Y se refiere, claro está, a lo que aquí venimos llamando amor verdadero.
Ya hemos visto que el amor verdadero no es fácil de alcanzar pero, ¿por qué lo
tememos tanto? Porque aprender a amar es aprender a perder. "Amar es
aceptar los propios límites, asumir la propia impotencia y estar sólo ahí, en la aceptación de lo real." La
aceptación de lo real implica, claro, la aceptación de la muerte y esa
aceptación requiere de algo más que paciencia. Ese algo más, esa dificilísima
aceptación de lo que se pierde, es lo que convierte el trabajo interior en un
verdadero arte. Ningún arte se domina ni fácil ni rápidamente y menos aún el de
saber vivir y el de saber morir. Ese arte consistiría, paradójicamente, en
asumir, a cada instante, la propia muerte.
Porque, a medida
que avanzamos en el trabajo interior, nos vamos dando cuenta de lo lejos que
estamos de ser mínimamente auténticos. Prejuicios absurdos, temores ridículos,
y toda clase de engaños y racionalizaciones nos mantienen muy lejos de nuestra
verdad. Esa armadura, como sabemos, cuesta mucho de sacar. Es como pelar una
cebolla, infinitas capas recubren nuestra esencia. El camino hacia la propia
esencia es largo, difícil de escalar. Se podría comparar a una inmensa espiral por la que
damos vueltas y más vueltas. En cada giro, a fin de avanzar en profundidad y
altura, y no sólo dar vueltas como en una noria, hemos, primero, de ver y
reconocer lo que hay, hemos de aceptarlo e integrarlo inteligentemente para,
por último, dejarlo ir, a no identificarnos con ello. En el momento en que
podemos soltar, renunciar a aspectos del propio ego, aprendemos, de hecho, a
morir. Sin embargo, sólo ese ejercicio, morir continuada y simbólicamente a
cada instante, nos familiarizará con la
muerte. Si el desamor se cura a base de pequeñas dosis de amor, el miedo a la
muerte también requiere de pequeñas dosis de lo mismo, es decir, de pequeñas
muertes continuadas que, poco a poco, nos vayan revelando el sentido de la vida
y el significado del Amor. Si vencemos el miedo al amor, habremos vencido el
miedo a la muerte.
Y ahora, para
terminar, puntualicemos algunas cuestiones teóricas, según Ken Wilber,(escritor
de EEUU de temas de psicología, Filosofía, religión, de 1949) "El objetivo
real de Thanatos, de la muerte, dice él, no es una fuerza que intente convertir
a la vida física en materia inorgánica, ni una repetición compulsiva, ni
tampoco un deseo suicida. Thanatos se refiere precisamente a la necesidad de
morir psicológicamente de la que aquí venimos tratando, es el poder del vacío. Ese mismo vacío nos da el impulso que nos
mueve a pasar las fronteras ilusorias. Pero, sabemos también, que ese impulso
se presenta al .ego atemorizado que no quiere
renunciar a sus fronteras,
como una amenaza que pone en peligro su integridad. Es decir, es importante
distinguir la pulsión de muerte que nos empuja inteligentemente a vivir las
sucesivas muertes internas a fin de ir un poco más allá de nuestras limitaciones del
propio Yo, distinguirlo, digo, de phobos,
esto es, de nuestras fobias, de nuestro habitual, y convencional, miedo a la
muerte real y concreta que ciertamente nos espera a todos.
En teoría está
claro que, si queremos prepararnos para una muerte digna, deberíamos de
aprender a vivir una vida digna, es decir, vivir muriendo. Sólo ese duro ejercicio de
paciencia y amor para con nosotros mismos nos familiarizará suficientemente con
la muerte a fin de vencer nuestro temor. Otra cosa, claro, es la puesta en
práctica de ese saber. Desde la práctica podemos entender a Kierkegaard,
(filósofo danés de mediados del s. XIX) por ejemplo, cuando afirma que lo
normal es que el ser humano viva aterrorizado, ya que entre él y
Resumiendo: dos
preguntas y respuestas:
¿Qué significa amar y vivir
muriendo? Varias cosas:
Lo fundamental: que para mantener
la dignidad de la mujer, hay que luchar para que vaya llegando al final ese
sistema de muerte que es el patriarcado capitalista.
que algo ha llegado al final: hay
que morir a ciertas formas de cariño. Lo romántico ya pasó, ahora le quieres de
distinta manera, pero le sigues queriendo, lo otro terminó. El amor no es
inmovilista, cambia de formas, pero sigue amando. El inmovilismo es muerte,
pero la vida es dinamismo, porque la vida es cambio. El adolescente requiere un
cariño distinto, le quiere aunque sea un zangolotino. La niña, ya ha dejado de
ser niña, ha cambiado, ya es una mujer que ha tenido su primera regla, y hay
que quererla como mujer.
Que hay que seguir ejerciendo el
amor verdadero.
que hay que ir cerrando etapas de
nuestra vida personal y de relación. Es decir, de la vida de los que nos
rodean, marido, hijos, nietos, abuelos.
La expresión del amor
incondicional y verdadero, son esas rupturas sentimentales que son las más
dolorosas y las que crean mayores conflictos.
En la medida que vamos amando con
amor verdadero, vamos muriendo poco a poco, lentamente, con paz, desde que
nacemos hasta el momento de expirar.
2) Y otra pregunta, ¿para qué
morir? Para 4 cosas, a saber:
+ para ir caminando mejor, libre
de ataduras y apegos que limitan nuestra libertad y rebajan nuestra dignidad
humana. Para ir abandonando poco a poco los modelos de mujer que nos han
impuesto durante siglos, la sociedad y
+ para iniciar un proceso de
despedida de viejos recuerdos. En toda despedida se trata de romper con lo
antiguo y marchar hacia lo nuevo. Abrirse a nuevas posibilidades de vida, nos
llena de esperanza y alegría, incluso de euforia, mientras que romper con algo
familiar, de confianza, nos llena de miedo y tristeza. Cada resurgimiento lleva
consigo algún cambio doloroso. No se comienza algo nuevo sin cambio profundo
para lograr un cierto grado de sabiduría que solo lo da el sufrimiento y los
miedos. Pero vale la pena intentarlo: aporta gozo y esperanza.
+ para poder decir un SI definitivo
a las mujeres-ciudadanas, mejor que :esa insistencia de
+ para diseñar un proyecto de
vida que merezca la pena, es decir, mantener vivo un cierto grado de dignidad
humana. Es ese un reto por el que merece la pena vivir, querer ser ella misma, vivir
con autenticidad. No lo que le han obligado a ser, encajada en unas estructuras
sociales, económicas, familiares y políticas, propias del capitalismo reinante,
que apenas le han permitido ser ella misma. Es el tiempo de elegir su propio
destino, diseñar su proyecto de vida. Nunca es tarde si la dicha es buena, siempre
estamos a tiempo. El tiempo es nuestro.
(Si quieren
contactar conmigo, comentar, sugerir, etc. mi correo: anaxagoras54@gmail.com)
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