José
María García Mauriño
9 de
Abril de 2015
1) La tierra padece la enfermedad capitalista
Este es un análisis sobre la realidad del planeta Tierra a
inicios del 2015
Una situación compleja producto de la crisis social y del modo de producción fundado en la ilimitada explotación de la naturaleza. Es el proyecto del capitalismo: acumular fuentes de energía como el petróleo y así poder dominar el mundo. Casi igual que el proyecto de la modernidad que propugna el progreso ilimitado. Perola Tierra ,
en tanto planeta con recursos limitados, no soporta ese proyecto ilimitado. La Tierra se ha vuelto
insostenible. Hemos tocado sus límites físicos. Ella necesita un año y medio
para reponer lo que le sacamos durante un año. Por otra parte, nos confrontamos
a una crisis mental, es decir, nuestra mente está contaminada por el
antropocentrismo. El ser humano se entiende como el centro de todo y los demás
seres tienen valor, solamente, en la medida en que se adecuan a ser utilizados
por el ser humano. Esta comprensión es muy dañina para el equilibrio de la Tierra , porque no reconoce
el valor intrínseco de cada ser, independientemente del uso humano. Lo que
lleva la falta de respeto del otro.
Una situación compleja producto de la crisis social y del modo de producción fundado en la ilimitada explotación de la naturaleza. Es el proyecto del capitalismo: acumular fuentes de energía como el petróleo y así poder dominar el mundo. Casi igual que el proyecto de la modernidad que propugna el progreso ilimitado. Pero
El centro de todo no es el SH es el Planeta
Tierra. Este Planeta y nosotros formamos un todo armónico, complejo,
interdependiente. En esto consiste nuestra rebeldía: el capitalismo produce
miedo y el miedo paraliza, pero nuestra postura es subversiva, es decir miramos
el problema desde otra mirada distinta a la oficial, la vemos desde abajo,
desde el sufrimiento del Planeta. Rebeldía contra todos los poderes que
asfixian al planeta y a nosotros mismos. No somos piezas aisladas: el planeta
por un lado y luego nosotros por otro, los que habitamos esta Tierra. Eso No,
formamos un todo orgánico y vivo. Si la sociedad está enferma, está en
crisis, es porque el Planeta entero está enfermo, sufre el azote de la crisis,
y nosotros vivimos en una crisis profunda.
2) Consecuencias preocupantes…
Si no se logra modificar esta forma de
ver la realidad, este paradigma, podemos estar condenados a repetir el destino
ya conocido de los dinosaurios, que luego de vivir 133 millones de años sobre la Tierra desaparecieron
rápidamente a causa de una catástrofe ecológica. Hay que producir bienes y
servicios para dar respuesta a las necesidades humanas, pero respetando los
ritmos de la naturaleza y teniendo en cuenta la capacidad de tolerancia de cada
ecosistema para que no sea dañado irreversiblemente. El consumo debe estar
regulado por una sobriedad compartida: podemos ser más personas, mejores
personas con menos despilfarro, pero mejores si vivimos con más preocupación
por la Tierra.
Estamos ante un momento crítico en la
historia planetaria, en una época en que la humanidad tiene que elegir su
futuro…La elección de fondo consiste en promover una alianza global de todos
nosotros y nosotras para cuidar la
Tierra – y para cuidarnos los seres humanos los unos a los
otros- o bien, corremos el riesgo de una doble destrucción. La nuestra y la de
la diversidad de la vida. Esta vez no habrá un Arca de Noé. O nos salvamos
todos o todos correremos el mismo y trágico destino.
3) Una Propuesta de esperanza
A pesar de esta situación difícil se
percibe todo un concierto de respuestas políticas. Incluidos gobiernos
progresistas, democráticos, en América Latina, que tratan de promover otro tipo
de redistribución de la riqueza. Sin olvidar que en Europa se da un nuevo
fenómeno de fuerzas políticas, como Syriza en Grecia o Podemos en España, con
visiones críticas hacia los paradigmas dominantes…
Dos países latinoamericanos, Bolivia y
Ecuador, están en la punta del nuevo paradigma que consiste en dar centralidad
a la vida y entender todos los seres, incluso los humanos, como parte del
planeta, como interdependientes y por eso solidarios en el mismo destino. Ellos
han inaugurado, por la primera vez en nuestra historia, el constitucionalismo
ecológico. Es decir, han incluido en sus Constituciones la articulación entre
el contrato social y el contrato natural. El contrato para los humanos y el
contrato de los humanos con la naturaleza. La Tierra y la naturaleza son sujetos de derechos.
Por eso deben ser respetados. La categoría central de la cultura indígena,
andina, el “buen vivir”, implica una relación de inclusión de todos, un
equilibrio con todos los elementos y una relación respetuosa hacia la Tierra , denominada Pacha
Mama o Madre Tierra. Principios incluidos, insisto, en sus constituciones
políticas. Otros países no han desarrollado una conciencia ecológica semejante,
aunque hayan promovido una “ecología social” que ubica a los pobres y marginados
como primeros destinatarios de las políticas públicas del Estado.
4) La globalización capitalista lleva
un rumbo excluyente e inhumano
Muchos de esos nuevos actores políticos
latinoamericanos y europeos tienen raíces en una visión propia de los indignados,
los anti-globalización, muy cercana a la promovida desde el 2001 por
el Foro Social Mundial, eso de que “otro mundo es posible”… La insatisfacción
generalizada por el sistema vigente tiene sus raíces en la “victoria” del
capitalismo sobre el “socialismo” real, con la derrota de la Unión soviética, de la URSS. Como
consecuencia, tanto bajo Ronald Reagan como Margaret Thatcher ganó un impulso
antes nunca visto la lógica del capital y su cultura de la exaltación del
individuo, de la propiedad privada, de la riqueza, de la competición
desenfrenada y del Estado mínimo.
La política fue difamada como antro de
corrupción, y el Estado como ineficiente. Esta estrategia de difamación buscaba
entregar todo a las grandes corporaciones privadas, a las multinacionales, que
iban a organizar el mundo a nivel global. Los valores, que el socialismo había
desarrollado, como el internacionalismo, la solidaridad entre los pueblos, la centralidad
de lo social, lo comunitario, sobre lo individual, fueron desmoralizados y
abandonados. Esta globalización prometía tiempos de paz, de seguridad para
todos y de bienestar colectivo. Nada de esto ocurrió porque esto no está en la
agenda del capital cuya lógica es crecer de forma ilimitada y deslegitimar todo
lo que impide esta tendencia. Al predominar este rumbo, altamente excluyente e
inhumano, empezó a dominar la frustración y la depresión personal y colectiva.
Lentamente las personas se fueron dando cuenta de la perversidad del genio
capitalista que no se preocupa por el ser humano sino solamente en su capacidad
de producción, de acumulación y de consumo. Para él no importa nada que no sea
la acumulación privada aun cuando produzca pobreza social y devastación de la
naturaleza. Dentro de esta lógica se destruyeron las condiciones para realizar
las promesas de paz, seguridad y bienestar colectivo. Por el contrario: se fue
perjudicando la sociedad con la destrucción lenta pero intencionada del Estado
social. La frustración y la decepción más o menos colectivas han dado origen a
la resignación o bien a la protesta y la rebeldía. Esa rebeldía que está
predominando creó una caja de resonancia con los Foros Sociales Mundiales cuyo
lema subraya: “Otro mundo es posible, otro mundo es necesario.
5) OTRO CAMBIO DE MENTALIDAD ES
NECESARIO
Es fundamental desarrollar la conciencia
de que así como están las cosas ya no se puede continuar. Hay que cambiar.
Las desigualdades son escandalosas, especialmente en Estados Unidos de
Norteamérica, en donde el 1% de población posee lo mismo que el otro 99%. Las
democracias son de baja intensidad y pocos se sienten representados en el
Parlamento y por los Gobiernos. La emergencia de los Occupies en USA; de
los Indignados en España - ahora trasformados en el movimiento político
Podemos- y la victoria de Syriza en Grecia son las primeras señales de que otra
democracia es posible y otra forma de relaciones económicas entre los
países son urgentes. Esto es meterse en Política y la política hace pensar.
¿Qué pensamos sobre el cambio climático? ¿Cómo nos llega este problema, como
algo lejano, ajeno a nosotros y nosotras? Algo hay que hacer para que no se nos
imponga la visión perversa y dominante de los capitales especulativos, cuyo
objetivo cruel ya sabemos que es acumular sin medida a costa de la miseria de
la gran mayoría de la población de cualquier país del mundo.
Ya no se trata de resignación, sino de
la acción contraria y de una muestra de la insatisfacción de gran parte de la
humanidad ante el curso actual del mundo. Así no se puede continuar. Así
no podemos continuar. Tenemos que proyectar nuevos sueños y utopías y
articular alternativas viables si queremos sobrevivir como civilización y como
especie. El sistema y la cultura del capital son homicidas, “biocidas”,
“ecocidas” y genocidas. Dejado a su libre curso este sistema puede llevar
la humanidad entera al abismo. Se interpreta la actual situación no como una
tragedia anunciada sino como una crisis generalizada de nuestro modo de vivir,
de tratar la Tierra
y de relacionarnos con los demás humanos. Esta crisis purifica y nos hace
madurar. Por eso seguimos teniendo esperanza que permite hacer crecer el
sentimiento de pertenencia a un mundo distinto.. Los alter-mundialistas no
están solo soñando, sino que indican que por todas partes del mundo se está
reaccionando y ensayando nuevas formas de vivir, de producir, de distribuir
la riqueza y de consumir. Cómo las cosas pueden ser hechas de otra forma
distinta a la manera perversa impuesta por el capitalismo. Por más dificultades
que pueda haber, nuestros debates tienen este alto significado de resistencia,
de proposición de alternativas y de esperanza. Al borde del abismo vamos a
crear alas y volar rumbo a un nuevo mundo diferente, en el cual será menos
difícil vivir humanamente y más fácil amarnos los unos a los otros.
Hay que ir recreando el concepto de
solidaridad humana e internacional….
La solidaridad pertenece a la esencia del ser humano. Y estoy convencido de que solamente la solidaridad mundial acompañada por la compasión y por la percepción de que todos tenemos un destino común, como hermanos y hermanas que somos, nos pueden salvar. La vida vale más que el lucro y el amor más que la codicia. La solidaridad más que el individualismo.
La solidaridad pertenece a la esencia del ser humano. Y estoy convencido de que solamente la solidaridad mundial acompañada por la compasión y por la percepción de que todos tenemos un destino común, como hermanos y hermanas que somos, nos pueden salvar. La vida vale más que el lucro y el amor más que la codicia. La solidaridad más que el individualismo.
El Cambio: no es solo cuestión de números, de estadísticas, sino de actitudes, de talante. El problema es más de fondo. ¿Hemos cambiado? ¿Queremos cambiar? ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestra forma de ver el planeta? Somos seres históricos y de esperanza, no de resignación. Somos seres históricos y por tanto vivimos la tensión creadora, no repetitiva, del hoy condicionado por el ayer que no volverá, y la expectativa del mañana que es incierta. El pasado está hecho de memoria, tenemos el deber de recordar. El futuro es promesa, abierto a la confianza. Si cambiamos tenemos esperanza de ganar la salud del planeta y por tanto nuestra salud física y mental. Vivimos en una crisis que aboca a un escenario de “cambio “global”, “fin de época”, calificada con expresiones parecidas. Nos situamos hoy con nuestras formas de pensar y de actuar, con nuestras conductas, más o menos arraigadas, pero regresivas. Tenemos que cambiar o pagar las consecuencias.
“Deberíamos
entender el cambio climático como un mensaje que nos manda la naturaleza: el
de la necesidad de un modelo económico diferente que sea justo y sostenible”.
Con estas palabras invita Naomi
Klein a pensar de manera diferente en un cambio climático que, “no
resulta tanto de las emisiones de carbono, como del modelo económico neoliberal
en sí mismo”. Un modelo “basado en el crecimiento sin cortapisas” que ha,
llevado al planeta “a una situación límite” y que “está desahuciando al
planeta.
Qué podemos hacer?
Revisar a fondo el nivel de vida y el consiguiente consumismo en cada casa y en cada
familia si queremos ser rebeldes, si queremos tener otra versión distinta a la
oficial, si intentamos ser subversivos del sistema. Vida moderna, sí, pero no
consumista De cuántas cosas superfluas -aunque parezcan convenientes- nos
deberíamos desprender. ¿No sería bueno volver a pensar cuáles son aquellas
necesidades superfluas que deberíamos abandonar? Consumo justo, es decir, lo que
podrían consumir todos los seres humanos, eso sería un consumo universalizable.
Consumo crítico, aquel que tratar de analizar aquellas multinacionales que
hagan el menor daño posible a los pueblos del Tercer Mundo. Todo lo que te
sobra cuando has satisfecho tus necesidades básicas, ya no te pertenece a ti,
sino a los pobres. ¿Qué clase de bienes estamos dispuestos a compartir: tiempo,
simpatía, afecto, profesionalidad gratuita, comida, libros, cultura,
tolerancia, sonrisas, conversación, etc.? Eso no cuesta dinero. ¿Hemos
comprobado si en estas elecciones los Partidos llevan en sus programas
soluciones para frenar el Cambio climático?
El
planeta nos invita a reducir cada vez más el nivel de consumo. Cuanto menos
gastemos, menos tendremos que reciclar. Cada vez que compramos algo, hacemos
una elección, siempre decidimos algo, por qué compramos aquí y no en otra
tienda, porqué en el Corte Inglés y no en tiendas pequeñas, porqué este
artículo y no otro más barato o mejor. Estas pequeñas decisiones son definitivas
para reducir el cambio climático. Tratar de comprar lo necesario, lo mismo en
ropa que en la alimentación, es una decisión importante. Lo mismo en el gasto
del agua o de la electricidad. Tener mucho cuidado con los transgénicos, que
son producidos por las multinacionales y dan por resultado unos alimentos
contaminados. E ir eliminando poco a poco lo superfluo. Comprar siempre los
alimentos más cercanos al campo, si es posible sin intermediarios. El
transporte por carretera produce mucho CO2.
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