miércoles, 8 de abril de 2015

Rebeldía planetaria



José María García Mauriño
9 de Abril de 2015


1) La tierra padece la enfermedad capitalista
Este es un análisis sobre la realidad del planeta Tierra a inicios del 2015
Una situación compleja producto de la crisis social y del modo de producción fundado en la ilimitada explotación de la naturaleza. Es el proyecto del capitalismo: acumular fuentes de energía como el petróleo y así poder dominar el mundo. Casi igual que el proyecto de la modernidad que propugna el progreso ilimitado. Pero la Tierra, en tanto planeta con recursos limitados, no soporta ese proyecto ilimitado. La Tierra se ha vuelto insostenible. Hemos tocado sus límites físicos. Ella necesita un año y medio para reponer lo que le sacamos durante un año. Por otra parte, nos confrontamos a una crisis mental, es decir, nuestra mente está contaminada por el antropocentrismo. El ser humano se entiende como el centro de todo y los demás seres tienen valor, solamente, en la medida en que se adecuan a ser utilizados por el ser humano. Esta comprensión es muy dañina para el equilibrio de la Tierra, porque no reconoce el valor intrínseco de cada ser, independientemente del uso humano. Lo que lleva la falta de respeto del otro. 

El centro de todo no es el SH es el Planeta Tierra. Este Planeta y nosotros formamos un todo armónico, complejo, interdependiente. En esto consiste nuestra rebeldía: el capitalismo produce miedo y el miedo paraliza, pero nuestra postura es subversiva, es decir miramos el problema desde otra mirada distinta a la oficial, la vemos desde abajo, desde el sufrimiento del Planeta. Rebeldía contra todos los poderes que asfixian al planeta y a nosotros mismos. No somos piezas aisladas: el planeta por un lado y luego nosotros por otro, los que habitamos esta Tierra. Eso No,  formamos un todo orgánico y vivo. Si la sociedad está enferma, está en crisis, es porque el Planeta entero está enfermo, sufre el azote de la crisis, y nosotros vivimos en una crisis profunda.

2) Consecuencias preocupantes
Si no se logra modificar esta forma de ver la realidad, este paradigma, podemos estar condenados a repetir el destino ya conocido de los dinosaurios, que luego de vivir 133 millones de años sobre la Tierra desaparecieron rápidamente a causa de una catástrofe ecológica. Hay que producir bienes y servicios para dar respuesta a las necesidades humanas, pero respetando los ritmos de la naturaleza y teniendo en cuenta la capacidad de tolerancia de cada ecosistema para que no sea dañado irreversiblemente. El consumo debe estar regulado por una sobriedad compartida: podemos ser más personas, mejores personas con menos despilfarro, pero mejores si vivimos con más preocupación por la Tierra.

Estamos ante un momento crítico en la historia planetaria, en una época en que la humanidad tiene que elegir su futuro…La elección de fondo consiste en promover una alianza global de todos nosotros y nosotras para cuidar la Tierra – y para cuidarnos los seres humanos los unos a los otros- o bien, corremos el riesgo de una doble destrucción. La nuestra y la de la diversidad de la vida. Esta vez no habrá un Arca de Noé. O nos salvamos todos o todos correremos el mismo y trágico destino.

3) Una Propuesta de esperanza
A pesar de esta situación difícil se percibe todo un concierto de respuestas políticas. Incluidos gobiernos progresistas, democráticos, en América Latina, que tratan de promover otro tipo de redistribución de la riqueza. Sin olvidar que en Europa se da un nuevo fenómeno de fuerzas políticas, como Syriza en Grecia o Podemos en España, con visiones críticas hacia los paradigmas dominantes…

Dos países latinoamericanos, Bolivia y Ecuador, están en la punta del nuevo paradigma que consiste en dar centralidad a la vida y entender todos los seres, incluso los humanos, como parte del planeta, como interdependientes y por eso solidarios en el mismo destino. Ellos han inaugurado, por la primera vez en nuestra historia, el constitucionalismo ecológico. Es decir, han incluido en sus Constituciones la articulación entre el contrato social y el contrato natural. El contrato para los humanos y el contrato de los humanos con la naturaleza. La Tierra y la naturaleza son sujetos de derechos. Por eso deben ser respetados. La categoría central de la cultura indígena, andina, el “buen vivir”, implica una relación de inclusión de todos, un equilibrio con todos los elementos y una relación respetuosa hacia la Tierra, denominada Pacha Mama o Madre Tierra. Principios incluidos, insisto, en sus constituciones políticas. Otros países no han desarrollado una conciencia ecológica semejante, aunque hayan promovido una “ecología social” que ubica a los pobres y marginados como primeros destinatarios de las políticas públicas del Estado.

4) La globalización capitalista lleva un rumbo excluyente e inhumano
Muchos de esos nuevos actores políticos latinoamericanos y europeos tienen raíces en una visión propia de los indignados, los anti-globalización, muy cercana a la promovida desde el 2001 por el Foro Social Mundial, eso de que “otro mundo es posible”… La insatisfacción generalizada por el sistema vigente tiene sus raíces en la “victoria” del capitalismo sobre el “socialismo” real, con la derrota de la Unión soviética, de la URSS. Como consecuencia, tanto bajo Ronald Reagan como Margaret Thatcher ganó un impulso antes nunca visto la lógica del capital y su cultura de la exaltación del individuo, de la propiedad privada, de la riqueza, de la competición desenfrenada y del Estado mínimo.

La política fue difamada como antro de corrupción, y el Estado como ineficiente. Esta estrategia de difamación buscaba entregar todo a las grandes corporaciones privadas, a las multinacionales, que iban a organizar el mundo a nivel global. Los valores, que el socialismo había desarrollado, como el internacionalismo, la solidaridad entre los pueblos, la centralidad de lo social, lo comunitario, sobre lo individual, fueron desmoralizados y abandonados. Esta globalización prometía tiempos de paz, de seguridad para todos y de bienestar colectivo. Nada de esto ocurrió porque esto no está en la agenda del capital cuya lógica es crecer de forma ilimitada y deslegitimar todo lo que impide esta tendencia. Al predominar este rumbo, altamente excluyente e inhumano, empezó a dominar la frustración y la depresión personal y colectiva. 

Lentamente las personas se fueron dando cuenta de la perversidad del genio capitalista que no se preocupa por el ser humano sino solamente en su capacidad de producción, de acumulación y de consumo. Para él no importa nada que no sea la acumulación privada aun cuando produzca pobreza social y devastación de la naturaleza. Dentro de esta lógica se destruyeron las condiciones para realizar las promesas de paz, seguridad y bienestar colectivo. Por el contrario: se fue perjudicando la sociedad con la destrucción lenta pero intencionada del Estado social. La frustración y la decepción más o menos colectivas han dado origen a la resignación o bien a la protesta y la rebeldía. Esa rebeldía que está predominando creó una caja de resonancia con los Foros Sociales Mundiales cuyo lema subraya: “Otro mundo es posible, otro mundo es necesario.

5) OTRO CAMBIO DE MENTALIDAD ES NECESARIO
Es fundamental desarrollar la conciencia de que así como están las cosas ya no se puede continuar. Hay que cambiar. Las desigualdades son escandalosas, especialmente en Estados Unidos de Norteamérica, en donde el 1% de población posee lo mismo que el otro 99%. Las democracias son de baja intensidad y pocos se sienten representados en el Parlamento y por los Gobiernos. La emergencia de los Occupies en USA; de los Indignados en España - ahora trasformados en el movimiento político Podemos- y la victoria de Syriza en Grecia son las primeras señales de que otra democracia es posible y otra forma de relaciones económicas entre los países son urgentes. Esto es meterse en Política y la política hace pensar. ¿Qué pensamos sobre el cambio climático? ¿Cómo nos llega este problema, como algo lejano, ajeno a nosotros y nosotras? Algo hay que hacer para que no se nos imponga la visión perversa y dominante de los capitales especulativos, cuyo objetivo cruel ya sabemos que es acumular sin medida a costa de la miseria de la gran mayoría de la población de cualquier país del mundo.

Ya no se trata de resignación, sino de la acción contraria y de una muestra de la insatisfacción de gran parte de la humanidad ante el curso actual del mundo. Así no se puede continuar. Así no podemos continuar. Tenemos que proyectar nuevos sueños y utopías y articular alternativas viables si queremos sobrevivir como civilización y como especie. El sistema y la cultura del capital son homicidas, “biocidas”, “ecocidas” y genocidas. Dejado a su libre curso este sistema puede llevar la humanidad entera al abismo. Se interpreta la actual situación no como una tragedia anunciada sino como una crisis generalizada de nuestro modo de vivir, de tratar la Tierra y de relacionarnos con los demás humanos. Esta crisis purifica y nos hace madurar. Por eso seguimos teniendo esperanza que permite hacer crecer el sentimiento de pertenencia a un mundo distinto.. Los alter-mundialistas no están solo soñando, sino que indican que por todas partes del mundo se está reaccionando y ensayando nuevas formas de vivir, de producir, de distribuir la riqueza y de consumir. Cómo las cosas pueden ser hechas de otra forma distinta a la manera perversa impuesta por el capitalismo. Por más dificultades que pueda haber, nuestros debates tienen este alto significado de resistencia, de proposición de alternativas y de esperanza. Al borde del abismo vamos a crear alas y volar rumbo a un nuevo mundo diferente, en el cual será menos difícil vivir humanamente y más fácil amarnos los unos a los otros.

Hay que ir recreando el concepto de solidaridad humana e internacional….
La solidaridad pertenece a la esencia del ser humano. Y estoy convencido de que solamente la solidaridad mundial acompañada por la compasión y por la percepción de que todos tenemos un destino común, como hermanos y hermanas que somos, nos pueden salvar. La vida vale más que el lucro y el amor más que la codicia. La solidaridad más que el individualismo.

El Cambio: no es solo cuestión de números, de estadísticas, sino de actitudes, de talante. El problema es más de fondo. ¿Hemos cambiado? ¿Queremos cambiar? ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestra forma de ver el planeta? Somos seres históricos y de esperanza, no de resignación. Somos seres históricos y por tanto vivimos la tensión creadora, no repetitiva, del hoy condicionado por el ayer que no volverá, y la expectativa del mañana que es incierta. El pasado está hecho de memoria, tenemos el deber de recordar. El futuro es promesa, abierto a la confianza. Si cambiamos tenemos esperanza de ganar la salud del planeta y por tanto nuestra salud física y mental. Vivimos en una crisis que aboca a un escenario de “cambio “global”, “fin de época”, calificada con expresiones parecidas. Nos situamos hoy con nuestras formas de pensar y de actuar, con nuestras conductas, más o menos arraigadas, pero regresivas. Tenemos que cambiar o pagar las consecuencias.

“Deberíamos entender el cambio climático como un mensaje que nos manda la naturaleza: el de la necesidad de un modelo económico diferente que sea justo y sostenible”. Con estas palabras invita Naomi Klein a pensar de manera diferente en un cambio climático que, “no resulta tanto de las emisiones de carbono, como del modelo económico neoliberal en sí mismo”. Un modelo “basado en el crecimiento sin cortapisas” que ha, llevado al planeta “a una situación límite” y que “está desahuciando al planeta.

Qué podemos hacer?
Revisar a fondo el nivel de vida y el consiguiente consumismo en cada casa y en cada familia si queremos ser rebeldes, si queremos tener otra versión distinta a la oficial, si intentamos ser subversivos del sistema. Vida moderna, sí, pero no consumista De cuántas cosas superfluas -aunque parezcan convenientes- nos deberíamos desprender. ¿No sería bueno volver a pensar cuáles son aquellas necesidades superfluas que deberíamos abandonar? Consumo justo, es decir, lo que podrían consumir todos los seres humanos, eso sería un consumo universalizable. Consumo crítico, aquel que tratar de analizar aquellas multinacionales que hagan el menor daño posible a los pueblos del Tercer Mundo. Todo lo que te sobra cuando has satisfecho tus necesidades básicas, ya no te pertenece a ti, sino a los pobres. ¿Qué clase de bienes estamos dispuestos a compartir: tiempo, simpatía, afecto, profesionalidad gratuita, comida, libros, cultura, tolerancia, sonrisas, conversación, etc.? Eso no cuesta dinero. ¿Hemos comprobado si en estas elecciones los Partidos llevan en sus programas soluciones para frenar el Cambio climático?

El planeta nos invita a reducir cada vez más el nivel de consumo. Cuanto menos gastemos, menos tendremos que reciclar. Cada vez que compramos algo, hacemos una elección, siempre decidimos algo, por qué compramos aquí y no en otra tienda, porqué en el Corte Inglés y no en tiendas pequeñas, porqué este artículo y no otro más barato o mejor. Estas pequeñas decisiones son definitivas para reducir el cambio climático. Tratar de comprar lo necesario, lo mismo en ropa que en la alimentación, es una decisión importante. Lo mismo en el gasto del agua o de la electricidad. Tener mucho cuidado con los transgénicos, que son producidos por las multinacionales y dan por resultado unos alimentos contaminados. E ir eliminando poco a poco lo superfluo. Comprar siempre los alimentos más cercanos al campo, si es posible sin intermediarios. El transporte por carretera produce mucho CO2.


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