José María García Mauriño
Septiembre 2015
1.- Análisis inadecuado de la realidad:
Cuando
hablan los obispos de la situación actual nunca parten de
la realidad, es decir, de esa tremenda injusticia y sangrante desigualdad
social. Unos pocos ricos y una inmensa mayoría de pobres. Ese 1 % de los que
viven bien o muy bien, frente al 99 % de la humanidad que vive mal o muy mal.
El sufrimiento, la opresión y la violencia que sufren los pobres no son pura
casualidad. A eso le llamamos lucha de clases. Se ha abierto una brecha tan
asombrosa entre ricos y pobres, que ya es (y será) insalvable durante décadas y
quizás siglos.Las
muertes de emigrantes en el mar no es producto solo de las mafias No son
errores independientes de la voluntad de algunos explotadores. Estas realidades
responden a un sistema que se ha hecho global y que ya no se
aguanta. Está castigando a la Tierra, a pueblos enteros y a las personas de un
modo casi salvaje. Tienen causas concretas que los empobrecidos, la clase
trabajadora, va conociendo cada día mejor. La profunda causa es el sistema
capitalista, donde manda el dinero, la codicia y el poder para reprimir. Nos
podemos hacer algunas preguntas: ¿acaso no puede haber otras causas inmediatas?
¿No será el precio de debilidades y búsqueda de alianzas de distintos partidos?
¿No será la ceguera y falta de confianza
entre la clase trabajadora que está cediendo a la presión de los poderosos y
sus representantes políticos? Frente a la violencia permanente contra los
empobrecidos y frente a los recortes
recientes, el silencio o la pasividad de la jerarquía, es cobardía o
complicidad. No se trata de una situación de pobreza, producida por los
mecanismos mercantiles de la economía, sino de una explotación del trabajo de
los pobres, de los campesinos y campesinas, de los hombres del mar, de los
parados, de las personas emigrantes, de la sangrante discriminación de las
mujeres, etc. Hay que leer la realidad de la historia desde esta óptica. La historia no es una
realidad ante la cual se opta, sino en la cual toda persona antes que nada
vive. La vida en sí misma es ya un compromiso. El cristiano y la cristiana están
en la historia y, por tanto, participan, en mayor o menor grado, de su
ideología de clase, de su análisis más o menos científico de la realidad, de
una cosmovisión del mundo, con una visión filosófica o utópica determinada de
la realidad. Estos son el hombre y la mujer históricos que buscan vivir el
Evangelio. Es a partir de esa realidad que los seres humanos, seres históricos,
podemos escuchar a Dios en la historia.
2.- Una Iglesia de los pobres;
Se
dice en los documentos episcopales que la Iglesia se preocupa por todos, pero
que está al servicio preferentemente por los pobres. “Una Iglesia al servicio
de los pobres”, es el título de una pastoral de los obispos de la Iglesia de
Madrid, pidiendo perdón a los pobres por
no haberse preocupado suficientemente de ellos. Abril 2015. Aquí se desconoce
el hecho de que los ricos, los poderosos, son los que hacen pobres a los pobres
y que estos no pueden liberarse sin luchar contra la explotación. No son pobres,
sino que están “empobrecidos”, porque están siendo explotados. Es decir, existe
un antagonismo en la sociedad, los pobres forman una clase social que está
oprimida, explotada, y los ricos forman
otra clase social que oprime y explota. Es claro que no todos los ricos
son explotadores., pero la clase social en su conjunto, sí. La Iglesia invita a
que se conviertan los ricos y los pobres A los ricos para que dejen de ser ricos, se
liberen de su posición de dominación, y a los pobres para que se liberen de su
condición de dominados y dependientes. La Iglesia, pues, está con todos según
su necesidad de conversión que caracteriza cada grupo.
Pero,
profundizando un poco en este problema, podemos ver que para ser fiel al
Evangelio, la Iglesia tiene que ser la “Iglesia de los pobres”, como dice el
papa Francisco. y no una Iglesia al
servicio de ellos. No una Iglesia “servidora de los pobres”, sino una comunidad
de creyentes que lucha al lado y con los empobrecidos. Los empobrecidos no
necesitan benefactores o servidores; ellos y ellas merecen y quieren que se respete su dignidad,
quieren ser cada vez más libres por sus propias fuerzas y con la compañía de
los que realmente comparten sus luchas. Luchan tratando de despojar a los ricos
de su poder, forjando ellos mismos su propia liberación, su propia dignidad.
Esto es optar por los empobrecidos, no por principios y valores abstractos
atribuidos al Evangelio, sino que optamos por la fraternidad, es decir, por la participación
en la lucha de nuestros compañeros y compañeras que pasan hambre, que no tienen
trabajo porque sus vidas dependen de un
trabajo precario, que apenas significa un
salario de subsistencia.
3.- Una opción a-política.
La
jerarquía, en sus documentos, (a excepción de los que trata el papa Francisco)
pretende iluminar los criterios para la opción política de los cristianos y
cristianas, y no desea inclinarse hacia alguna opción determinada. Sin embargo,
en sus documentos hay una opción por un tipo de humanismo cristiano que es una
forma modernizada de la ideología liberal de capitalismo. En la práctica, hay
una opción por una especie de reformismo que trata de humanizar la estructura existente
del capitalismo. Un capitalismo de rostro humano. Se considera que el capitalismo
es deshumanizante, pero como el cristiano puede y debe humanizar cualquier tipo de estructura,
parecería legítimo se dedique a reformar el capitalismo, pero sabemos que otro
capitalismo es imposible. Tal vez a los cristianos y cristianas sólo se les
permite humanizar el llamado “socialismo” de algunas opciones políticas
existentes. Se invita a reformar cualquier sistema que sea, pero no de hacer
una revolución pacífica o transformar al actual sistema capitalista. Se
autoriza a los cristianos y cristianas
utilizar elementos del método de análisis marxista a condición de
integrarlos en ese contexto humanista.
La Doctrina social de la Iglesia :
La doctrina social de la Iglesia, es eso, una doctrina,
no una praxis de la Iglesia. Casi todo ese gran acerbo doctrinal está tomado de
las encíclicas de los papas. Es, pues un pensamiento jerárquico, no de toda la
Iglesia. Los laicos están excluidos, no elaboran ninguna doctrina. Existe una
división vergonzosa que establece la institución: el clero, es decir, el papa, los
obispos y los curas, forman la Iglesia docente, los que enseñan. Los laicos son
la Iglesia discente, los que aprenden. Este paradigma va en contra de la igualdad
y fraternidad. Todos y todas tenemos
algo que enseñar y todos y todas tenemos mucho que aprender. Cuando esta doctrina afronta el problema de
los pueblos empobrecidos parte de un planteamiento
individual, no estructural de la pobreza. Porque la jerarquía siempre ha
estado muy vinculada con la estructura capitalista que es la que produce la
pobreza. Según los documentos sociales de la Iglesia, la sociedad queda
configurada como una suma de individuos. Por tanto, lo primero que hay que
hacer es llamar a la conciencia moral de los ciudadanos y ciudadanas en orden a
cambiar la sociedad. Ese sería un cambio menor. El error está en considerar la
sociedad como simple suma de individuos. Existe la tendencia en dicha doctrina
a definir la sociedad como la suma de dos estratos o categorías sociales
superpuesta, los ricos y los pobres, siempre estimados como individuos, dentro
del colectivo, casi nunca como clases sociales antagónicas. Esto es muy
importante, porque ello significa que aunque se hable de clases sociales no se
consideran como tales porque no se las ve en relación estructural dialéctica,
antagónica, sino, simplemente, como estratos superpuestos, como categorías
sociales. De ahí que se concluya que el orden en una buena sociedad consiste en
la colaboración de las clases y así construir una sociedad mas justa en la que
cada ciudadano y cada ciudadana se mantenga dentro de las categorías sociales
existentes.
La DSI tiene documentos muy importantes que han marcado
épocas históricas, como la “Rerum novarum” de Leon XIII en 1891, que es la primera vez que se
defienden los derechos de los obreros. Y el papa es tildado de “papa rojo”. O, en 1965 a raíz del concilio
Vaticano II con la Gaudium et Spes que afirmaba la autonomía de lo temporal. Y
en la actualidad, 2015, adquiere especial importancia la encíclica “Laudato Si”
del Papa Francisco, que junto con su histórico discurso en Bolivia, suponen una
denuncia muy importante del capitalismo. Forman parte también de la doctrina
social de la Iglesia. Estas doctrinas poseen una serie de principios y valores
muy a tener en cuenta, como puede ser la primacía del ser humano, la dignidad
de la persona, la política por encima de la economía, el destino común de toda
clase de bienes, el principio de subsidiariedad, el trabajo por encima del
capital, la primacía del bien común como criterio de gobierno, etc, Estos
principios por sí mismos son abstractos y por tanto inoperantes, si no se
aplican a la realidad de la historia. Por ejemplo, cuando hablan de la pobreza,
y de los pobres, no habla de la explotación de los trabajadores y trabajadoras,
cuando menciona la lacra de la corrupción no la atribuye al sistema
capitalista, sino que la considera un “mal moral”, cuando defiende a los
emigrantes, no acude a la realidad histórica del colonialismo, de las guerras
producidas por el sistema, de la miseria
a la que han sometido a sus pueblos, y que les empuja a salir fuera de sus
fronteras, sino a la necesaria “acogida” humanitaria de los países de
referencia. No suelen citar casi nunca r la declaración universal de los
Derechos Humanos.
4.-La fe cristiana no es una ideología neo-capitalista
Los
documentos de la DSI aportan una serie de valores que se consideran como cristianos o
evangélicos que ha servido para legitimar el capitalismo, el neoliberalismo
imperante. Estos, pueden ser: igualdad de oportunidades, iniciativa creadora,
ser emprendedores, indignación,
pluralismo político, libertad de pensamiento y expresión, dignidad y
libertad, solidaridad, socialización, participación en bienes y actividades,
etc. Son lemas utilizados para esconder la desigualdad social, económica,
política, y la falta de libertad que está sufriendo el pueblo, las clases
populares. Afirma la primacía del individuo, nunca lo del colectivo, o lo
público. La jerarquía siempre manifiesta una vinculación inconsciente con la
ideología de la clase dominante. El camino para definir los valores éticos o
evangélicos, no es el por el camino de
la abstracción, sino por la senda del pensamiento crítico. Esta actitud de
revisión crítica es lo que puede unir a los creyentes, y no esa supuesta
neutralidad evangélica que no existe.