José María García Mauriño
Octubre 2015
Se
puede decir que el reformismo consiste en el hecho de ver la explotación
capitalista como un sistema que se puede reformar. ¿Tiene posibilidad de
reformarse este Sistema? Cada día me impresiona más ver cómo la postura
reformista va caracterizando a la mayoría de cristianos y cristianas que se
dicen de izquierdas. Los cristianos de
base de Madrid se declararon Anti-sistema en junio de 2012. Me parece que una
mentalidad reformista no tiene nada que ver con
el Cristianismo, sino que tiene mucho que ver con los intereses de las
clases dominantes. El gran escándalo en el cristianismo es que prevalecen los
intereses de la burguesía antes que los intereses del pueblo, de las clases populares.
El cristianismo nació luchando contra el imperio romano, hoy debe luchar contra
el aparato del estado burgués. La burguesía capitalista se opone a la
liberación de los pobres y explotados, son destructores de la fraternidad y la
justicia, engañan al pueblo con sus
discursos reformistas y con su apoliticismo. El reformismo es como un cáncer
que es un mal que crece y se desarrolla independientemente de la voluntad del
paciente. El reformismo ha crecido y desarrollado al margen del pensamiento
crítico de cristianos y cristianas. Tal vez es la mentalidad de cristianos y
cristianas de izquierdas más o menos progresistas. Si eres revolucionario, te
quedas en reformista, pero si eres reformista te quedas en un vulgar
conservadurismo. El reformismo intenta
modificar o reparar algunos aspectos del sistema, pero dejando intacto el
sistema y siempre dentro del marco constitucional y por medios legales. Va a
los efectos, no a las causas profundas. Pequeños cambios paulatinos y no
transformadores para tratar de cambiar la sociedad, es lo que intenta el
reformista. Ningún cambio profundo, ninguna aceleración. Es lo propio del
pensamiento único, de lo políticamente correcto, hay que ser moderados, nada de
radicales, nunca extremistas. Hay que saber pensar y decir las cosas “como Dios
manda”. Es decir, como manda y se impone este orden establecido por las clases dominantes. Frente al reformismo, la
subversión. El revolucionario lucha contra el estado burgués, contra toda forma
de capitalismo, contra el imperialismo y toda forma de opresión y explotación.
El cristianismo es la religión de los pobres, de los explotados; los ricos, si
quieren salvarse no deben ser buenos
ricos, sino dejar de ser ricos .El revolucionario debe combatir los dioses
falsos del capitalismo: la propiedad privada, el capital, la democracia
burguesa, la libertad burguesa, la sociedad del consumo. Así ocurre, que un
buen número de creyentes creen que se pueden hacer reformas a este sistema
capitalista con independencia de la mentalidad que se tenga o de la clase a la que pertenece. Hay una opción
por un tipo de humanismo cristiano que es una forma modernizada de la ideología
liberal del capitalismo. En la práctica, hay una opción por una especie de
reformismo que trata de humanizar la estructura existente del capitalismo. Un
capitalismo distinto. Se considera que el capitalismo es deshumanizante, pero
como el cristiano puede y debe humanizar
cualquier tipo de estructura, parecería legítimo se dedique a reformar el
capitalismo. Pero todos y todas sabemos que otro capitalismo de rostro humano es
imposible. Tal vez a los cristianos y cristianas sólo se les permite humanizar
el llamado “socialismo” de algunas opciones políticas existentes, como el PSOE.
Se invita a reformar cualquier sistema que sea, pero no de hacer una revolución
pacífica o transformar al actual sistema capitalista. Se autoriza a los
cristianos y cristianas utilizar
elementos del método de análisis marxista a condición de integrarlos en ese
contexto humanista.
Es
preciso ser subversivos, es decir, ver el mundo, ver la sociedad, desde abajo,
tener una versión distinta a como suele verse la realidad. Galeano hablaba de
poner las cosas “patas arriba”. Poner al sistema patas arriba significa que lo
que está abajo, lo que toca el suelo, lo pongamos arriba, que sea vea, las
patas del asiento caen abajo y lo que está abajo queremos ponerlo arriba. El
sistema se asienta en la explotación de las mayorías, de la clase trabajadora,
que están abajo en la escala social, están tocando el suelo.
La
sociedad neocapitalista ha sido y sigue siendo legitimada a través de una
ideología religiosa, el social-cristianismo. Es decir, la doctrina social de la
Iglesia. Según los documentos sociales de
la Iglesia, la sociedad queda configurada como una suma de individuos. Por
tanto, lo primero que hay que hacer es llamar a la conciencia moral de los
ciudadanos y ciudadanas en orden a cambiar la sociedad. Ese sería un cambio
menor. El error está en considerar la sociedad como simple suma de individuos.
Existe la tendencia en dicha doctrina a definir la sociedad como la suma de dos
estratos o categorías sociales superpuesta, los ricos y los pobres, siempre
estimados como individuos, dentro del colectivo, casi nunca como clases
sociales antagónicas. Esto es muy importante, porque ello significa que aunque
se hable de clases sociales no se consideran como tales porque no se las ve en
relación estructural dialéctica, antagónica, sino, simplemente, como estratos
superpuestos, como categorías sociales. De ahí que se concluya que el orden en
una buena sociedad consiste en la colaboración de las clases y así construir
una sociedad mas justa en la que cada ciudadano y cada ciudadana se mantenga
dentro de las categorías sociales existentes.
La
religión católica juega con fuerza un papel ideológico legitimando el orden
establecido, esta sociedad establecida por este orden impuesto por las clases
dominantes. No nos esforzamos, no nos preocupamos, de mirar el mundo desde
abajo. Nuestra mirada es superficial,
vemos lo que está arriba, en la superficie, lo que se ve, no lo que se oculta.
No se ve claramente el sufrimiento y la
estrechez del mundo de los empobrecidos. Lo vemos desde nuestra comodidad,
desde esa “naturalidad” con la que se ven las cosas de siempre, sin preguntarse qué es lo que se cuece allá abajo. Pero,
existe otra óptica distinta para ver todo el mundo de los “sub”: Es el mundo de los
sub-desarrollados. No estamos en el sub-urbio, sino en la ciudad o a lo sumo en
barrios periféricos. No nos vemos, ni
nos tratan como sub-ditos, sino como ciudadanos o ciudadanas. No estamos
sub-ordinados a casi nadie, no somos sub-alternos. No estamos sub-empleados. Y
podríamos seguir. El mundo de los “sub” es propio de los que viven en el
sub-terráneo de la vida, es algo bastante desconocido, por eso no miramos el
mundo desde esa situación, por eso, no somos sub-versivos. Nos conformamos con
ser revolucionarios de salón Digámoslo claramente, la alternativa al
capitalismo, no es el reformismo, sino la subversión, el talante revolucionario,
el que trata de poner las cosas patas arriba, como nos decía Eduardo Galeano.
La subversión es tener una mirada, una versión,
del mundo, de la sociedad, de la economía desde abajo, y actuar y
comprometerse en coherencia con esa versión.
Desde el punto de vista
cristiano, el Mensaje de Jesús no es reformista, es subversivo, es revolucionario.
En el Evangelio de Lucas, en el interrogatorio ante Pilatos, las masas le
gritan tratando de acusarle: “Este subvierte
(algunos traducen “solivianta”) al pueblo enseñando por todo el país empezando en Galilea” (Lc.23,5). Jesús está por el cambio, no puede
dejar las cosas como están, porque el mundo que él vivía era injusto: unos
vivían muy bien a costa de otros que lo estaban pasando mal. El mismo Papa, recientemente
en su viaje a Bolivia pronunció un discurso nada reformista, un mensaje bastante
revolucionario en el que instaba a la gente a luchar creativa y
organizadamente, desde abajo, desde su pobreza y explotación. Aseguraba que
eran la esperanza contra ese sistema que ya no se aguanta. “Ustedes, los más humildes, los
explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran
medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas
creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» (trabajo, techo, tierra) ¿De acuerdo? y
también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio,
Cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No se achiquen!”.
Hay que tener en cuenta que estas palabras las pronuncia el Papa desde el
poder, como Papa, es decir, como Jefe de Estado, del Estado Vaticano, pero no
como un sencillo cristiano de a pie..
Si efectivamente queremos construir una sociedad nueva, nuestra
aportación a esa lucha tiene que ser cualitativamente distinta a la tenida
hasta ahora. Intentamos aportar algo revolucionario, no religioso, distinto de
esa imagen interesada del “ateismo”. Y dicen ellos que lo contrario al ateísmo
es la práctica religiosa tradicional. Y lo contrario del ateísmo, esa ideología
que dice no creer en Dios y que no tiene prácticas religiosas, nosotros decimos
que es la fe en Jesús y la fe en el mensaje subversivo de Jesús. Lo opuesto al
ateísmo, no está en los rituales religiosos. Insistimos en que lo opuesto al
ateísmo, no es lo religioso, sino la igualdad de todos los SH, los derechos
humanos, y la entrega a la causa de la vida de los pueblos y personas
empobrecidas. La sociedad capitalista es fundamentalmente atea.
Para ser de verdad revolucionario, para pretender
transformar la realidad debemos imaginar y elaborar una hoja de ruta lo más
precisa y completa posible y hacer un gran esfuerzo para prever los posibles
movimientos del enemigo buscando distintas alternativas. Ir al campo de batalla sin ser consciente de que se
va a la guerra es un suicidio, una gran irresponsabilidad. Ir a la guerra sin
preparar concienzudamente una estrategia es garantía de perderla. La democracia es mucho más que poder decidir,
es también conocer bien todas las opciones y sus consecuencias en igualdad de
condiciones. Siempre es imprescindible un amplio debate antes de que las
urnas hablen.