sábado, 3 de octubre de 2015

Contra el reformismo, la subversión



  José María García Mauriño
Octubre 2015

Se puede decir que el reformismo consiste en el hecho de ver la explotación capitalista como un sistema que se puede reformar. ¿Tiene posibilidad de reformarse este Sistema? Cada día me impresiona más ver cómo la postura reformista va caracterizando a la mayoría de cristianos y cristianas que se dicen  de izquierdas. Los cristianos de base de Madrid se declararon Anti-sistema en junio de 2012. Me parece que una mentalidad reformista no tiene nada que ver con  el Cristianismo, sino que tiene mucho que ver con los intereses de las clases dominantes. El gran escándalo en el cristianismo es que prevalecen los intereses de la burguesía antes que los intereses del pueblo, de las clases populares. El cristianismo nació luchando contra el imperio romano, hoy debe luchar contra el aparato del estado burgués. La burguesía capitalista se opone a la liberación de los pobres y explotados, son destructores de la fraternidad y la justicia, engañan  al pueblo con sus discursos reformistas y con su apoliticismo. El reformismo es como un cáncer que es un mal que crece y se desarrolla independientemente de la voluntad del paciente. El reformismo ha crecido y desarrollado al margen del pensamiento crítico de cristianos y cristianas. Tal vez es la mentalidad de cristianos y cristianas de izquierdas más o menos progresistas. Si eres revolucionario, te quedas en reformista, pero si eres reformista te quedas en un vulgar conservadurismo. El reformismo intenta  modificar o reparar algunos aspectos del sistema, pero dejando intacto el sistema y siempre dentro del marco constitucional y por medios legales. Va a los efectos, no a las causas profundas. Pequeños cambios paulatinos y no transformadores para tratar de cambiar la sociedad, es lo que intenta el reformista. Ningún cambio profundo, ninguna aceleración. Es lo propio del pensamiento único, de lo políticamente correcto, hay que ser moderados, nada de radicales, nunca extremistas. Hay que saber pensar y decir las cosas “como Dios manda”. Es decir, como manda y se impone este orden establecido por  las clases dominantes. Frente al reformismo, la subversión. El revolucionario lucha contra el estado burgués, contra toda forma de capitalismo, contra el imperialismo y toda forma de opresión y explotación. El cristianismo es la religión de los pobres, de los explotados; los ricos, si quieren salvarse  no deben ser buenos ricos, sino dejar de ser ricos .El revolucionario debe combatir los dioses falsos del capitalismo: la propiedad privada, el capital, la democracia burguesa, la libertad burguesa, la sociedad del consumo. Así ocurre, que un buen número de creyentes creen que se pueden hacer reformas a este sistema capitalista con independencia de la mentalidad que se tenga o de  la clase a la que pertenece. Hay una opción por un tipo de humanismo cristiano que es una forma modernizada de la ideología liberal del capitalismo. En la práctica, hay una opción por una especie de reformismo que trata de humanizar la estructura existente del capitalismo. Un capitalismo distinto. Se considera que el capitalismo es deshumanizante, pero como el cristiano puede y debe  humanizar cualquier tipo de estructura, parecería legítimo se dedique a reformar el capitalismo. Pero todos y todas sabemos que otro capitalismo de rostro humano es imposible. Tal vez a los cristianos y cristianas sólo se les permite humanizar el llamado “socialismo” de algunas opciones políticas existentes, como el PSOE. Se invita a reformar cualquier sistema que sea, pero no de hacer una revolución pacífica o transformar al actual sistema capitalista. Se autoriza a los cristianos y cristianas  utilizar elementos del método de análisis marxista a condición de integrarlos en ese contexto humanista.

Es preciso ser subversivos, es decir, ver el mundo, ver la sociedad, desde abajo, tener una versión distinta a como suele verse la realidad. Galeano hablaba de poner las cosas “patas arriba”. Poner al sistema patas arriba significa que lo que está abajo, lo que toca el suelo, lo pongamos arriba, que sea vea, las patas del asiento caen abajo y lo que está abajo queremos ponerlo arriba. El sistema se asienta en la explotación de las mayorías, de la clase trabajadora, que están abajo en la escala social, están tocando el suelo.

La sociedad neocapitalista ha sido y sigue siendo legitimada a través de una ideología religiosa, el social-cristianismo. Es decir, la doctrina social de la Iglesia. Según los documentos sociales de la Iglesia, la sociedad queda configurada como una suma de individuos. Por tanto, lo primero que hay que hacer es llamar a la conciencia moral de los ciudadanos y ciudadanas en orden a cambiar la sociedad. Ese sería un cambio menor. El error está en considerar la sociedad como simple suma de individuos. Existe la tendencia en dicha doctrina a definir la sociedad como la suma de dos estratos o categorías sociales superpuesta, los ricos y los pobres, siempre estimados como individuos, dentro del colectivo, casi nunca como clases sociales antagónicas. Esto es muy importante, porque ello significa que aunque se hable de clases sociales no se consideran como tales porque no se las ve en relación estructural dialéctica, antagónica, sino, simplemente, como estratos superpuestos, como categorías sociales. De ahí que se concluya que el orden en una buena sociedad consiste en la colaboración de las clases y así construir una sociedad mas justa en la que cada ciudadano y cada ciudadana se mantenga dentro de las categorías sociales existentes.

La religión católica juega con fuerza un papel ideológico legitimando el orden establecido, esta sociedad establecida por este orden impuesto por las clases dominantes. No nos esforzamos, no nos preocupamos, de mirar el mundo desde abajo.  Nuestra mirada es superficial, vemos lo que está arriba, en la superficie, lo que se ve, no lo que se oculta. No se ve claramente el sufrimiento  y la estrechez del mundo de los empobrecidos. Lo vemos desde nuestra comodidad, desde esa “naturalidad” con la que se ven las cosas de siempre, sin preguntarse  qué es lo que se cuece allá abajo. Pero, existe otra óptica distinta para ver todo el mundo de  los “sub”: Es el mundo de los sub-desarrollados. No estamos en el sub-urbio, sino en la ciudad o a lo sumo en barrios periféricos. No  nos vemos, ni nos tratan como sub-ditos, sino como ciudadanos o ciudadanas. No estamos sub-ordinados a casi nadie, no somos sub-alternos. No estamos sub-empleados. Y podríamos seguir. El mundo de los “sub” es propio de los que viven en el sub-terráneo de la vida, es algo bastante desconocido, por eso no miramos el mundo desde esa situación, por eso, no somos sub-versivos. Nos conformamos con ser revolucionarios de salón Digámoslo claramente, la alternativa al capitalismo, no es el reformismo, sino la subversión, el talante revolucionario, el que trata de poner las cosas patas arriba, como nos decía Eduardo Galeano. La subversión es tener una mirada, una versión,  del mundo, de la sociedad, de la economía desde abajo, y actuar y comprometerse en coherencia con esa versión.
Desde el punto de vista cristiano, el Mensaje de Jesús no es reformista, es subversivo, es revolucionario. En el Evangelio de Lucas, en el interrogatorio ante Pilatos, las masas le gritan tratando de acusarle: “Este subvierte (algunos traducen “solivianta”) al pueblo enseñando por todo el  país empezando en Galilea”  (Lc.23,5). Jesús está por el cambio, no puede dejar las cosas como están, porque el mundo que él vivía era injusto: unos vivían muy bien a costa de otros que lo estaban pasando mal. El mismo Papa, recientemente en su viaje a Bolivia pronunció un discurso nada reformista, un mensaje bastante revolucionario en el que instaba a la gente a luchar creativa y organizadamente, desde abajo, desde su pobreza y explotación. Aseguraba que eran la esperanza contra ese sistema que ya no se aguanta. “Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T»  (trabajo, techo, tierra) ¿De acuerdo? y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, Cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No se achiquen!”. Hay que tener en cuenta que estas palabras las pronuncia el Papa desde el poder, como Papa, es decir, como Jefe de Estado, del Estado Vaticano, pero no como un sencillo cristiano de a pie..
Si efectivamente queremos construir una sociedad nueva, nuestra aportación a esa lucha tiene que ser cualitativamente distinta a la tenida hasta ahora. Intentamos aportar algo revolucionario, no religioso, distinto de esa imagen interesada del “ateismo”. Y dicen ellos que lo contrario al ateísmo es la práctica religiosa tradicional. Y lo contrario del ateísmo, esa ideología que dice no creer en Dios y que no tiene prácticas religiosas, nosotros decimos que es la fe en Jesús y la fe en el mensaje subversivo de Jesús. Lo opuesto al ateísmo, no está en los rituales religiosos. Insistimos en que lo opuesto al ateísmo, no es lo religioso, sino la igualdad de todos los SH, los derechos humanos, y la entrega a la causa de la vida de los pueblos y personas empobrecidas. La sociedad capitalista es fundamentalmente atea.


Para ser de verdad revolucionario, para pretender transformar la realidad debemos imaginar y elaborar una hoja de ruta lo más precisa y completa posible y hacer un gran esfuerzo para prever los posibles movimientos del enemigo buscando distintas alternativas. Ir al campo de batalla sin ser consciente de que se va a la guerra es un suicidio, una gran irresponsabilidad. Ir a la guerra sin preparar concienzudamente una estrategia es garantía de perderla. La democracia es mucho más que poder decidir, es también conocer bien todas las opciones y sus consecuencias en igualdad de condiciones. Siempre es imprescindible un amplio debate antes de que las urnas hablen.