«
Me considero un creyente crítico, y se puede decir que soy un heterodoxo, que
vivo de mi pensión y no tengo ninguna propiedad. Hice una opción por los pobres
y la llevo a cabo, como puedo.»
En
un libro clave para entender el papel de muchos militantes cristianos en la
lucha contra la dictadura franquista y la renovación de la Iglesia católica,
aparece una mención a nuestro entrevistado.1 Dice así: «es destacable la
actuación de José M. García-Mauriño. Formado en Andalucía, es destinado a las
distintas Escuelas Profesionales de la SAFA llegando finalmente a Huelva en el
año 1965. Desde entonces y hasta 1971 impulsará como consiliario de la
Vanguardia Obrera su compromiso sindical y político. Como consecuencia de sus
actividades en la Vanguardia y como cura obrero (será peón de una fábrica de
Abengoa tres años) tendrá roces con las autoridades eclesiásticas y será
también perseguido por la policía. En 1971 abandona Huelva y la Vanguardia. En
1973 contribuirá a la fundación de Cristianos por el Socialismo, movimiento del
que sigue siendo secretario general, aunque abandona la Compañía en 1980». Su
salida de los Jesuitas le supuso también padecer la lacra del desempleo de
aquellos años. Ello le obliga a trasladarse a Madrid, donde encuentra un puesto
de trabajo como profesor de filosofía y ética. Durante ese tiempo escribió
innumerables fascículos de Historia de la Filosofía y comentarios de textos
para sus alumnos de COU y otros de Ética para los alumnos de la Facultad de
Derecho, Económicas y Empresariales de la Universidad de San Pablo CEU. La
opción por los pobres ha sido el eje de su vida.
Santiago
Álvarez Cantalapiedra (SAC): Dices en una breve biografía que te pidieron sobre
tu vida en los años cincuenta: «En los años 53-54, en plena formación
jesuítica, me planteé qué es lo que quería hacer con mi vida. Y poco a poco fui
perfilando lo que yo llamo mi “proyecto de vida”. Y lo empecé a diseñar a
partir de lo que yo entiendo qué es la opción por los pobres». ¿Podrías
explicar en qué consiste?
José
María García-Mauriño (JMGM): Lo que quiero expresar con «mi proyecto de vida»
es el porqué de mis compromisos sociales, políticos y cristianos. Lo que me ha
llevado hace ya muchos años a una serie de actividades comprometidas con la
realidad es mi opción por los pobres. Y lo quiero explicar así:
1º)
La Opción por los pobres (OP) es una opción ética, que busca ante todo la
justicia. El mundo actual es un mundo injusto. Es una opción basada en el amor
a los oprimidos que están injustamente oprimidos. Es una opción de clase. No se
trata de un amor asistencial, proteccionista y paternalista, sino de un amor
liberador, que es al mismo tiempo participativo, es decir, que reconoce a los
pobres como sujetos capaces de decidir por sí mismos su propio destino.
Participan en la vida como sujetos libres, no como dependientes. Se trata de la
promoción de las personas y pueblos oprimidos como sujetos, no como objetos de
compasión y de asistencia por parte de los poderosos.
2º)
La OP es una opción crítica, no acepta este sistema capitalista que produce
pobres y pobreza y miseria en la inmensa mayoría de la humanidad. Un sistema
que constantemente genera sumisión, dependencia y esclavitud, a personas y
pueblos enteros. Es, por tanto, una opción política anticapitalista y
antiimperialista que se compromete a su liberación en el contexto histórico
concreto del mundo y de España, en este siglo XXI.
3º)
La OP hace una interpretación de la historia, de la realidad. Una
interpretación que es subversiva. Es decir, hace una lectura de la historia, no
a partir de la escala de valores tradicionales y vigente en la sociedad, como
son los valores del dinero, del poder o del prestigio, sino desde abajo, desde
los pobres y oprimidos, desde los valores de la libertad, la vida, la dignidad
de todos los seres humanos. Significa un proceso de maduración personal y
rebeldía contra la cultura dominante del sometimiento.
4º)
Es una opción cristiana. ¿Qué añade lo cristiano a esta OP de tipo ético? Pues
sencillamente que el fundamento de esta opción, además de la justicia, es la
fe, es decir, la adhesión libre a la persona y al mensaje de Jesús de Nazaret.
Y el mensaje de Jesús es subversivo, «Amaos… como yo os he amado». La nueva
cultura no tiene como quicio sólo un mandamiento, una invitación, sino una
persona. La opción definitiva de Jesús por los marginados y su compromiso por
ellos como sujetos, supone un amor universal, y para ser verdaderamente
universal no puede ser neutral. O es preferencial y discriminatorio o es
ilusorio. Son los económicamente pobres, los samaritanos, leprosos, ciegos, los
paralíticos, adúlteras, prostitutas, niños y niñas, etc. Son la mayoría de la humanidad.
Jesús invierte la escala de valores. Su preferencia son los perdidos, los
últimos, los que nadie quiere, los «don nadie». Se sitúa en una interpretación
de la historia subversiva, no integradora en el sistema. Se puede decir que es
un rebelde, un disidente. Es rebelarse contra una sumisión impuesta por el
sistema político y religioso. Jesús es un educador popular, empeñado en
concienciar a su pueblo y liberarlo de la servidumbre impuesta por la religión
de los poderosos. Subvierte al pueblo, enseñando desde Galilea. Jesús es un
inconformista y critica las culturas fundadas en el dominio del hombre por el
hombre, no podía ser fiel al amor sin cuestionar la ideología y el sistema
socio-religioso que justificaban la segregación. Conclusión: la OP cristiana es
la opción por la inmensa mayoría de la humanidad sufriente. Es fundamentalmente
una opción profana, laica, no religiosa. Siguiendo a Jesús tengo la convicción
de que vale la pena jugarse la vida por esta causa. Hago mía esta sentencia de
Jon Sobrino: «No hay opción por los pobres sin decisión a defenderlos. Y por lo
tanto, sin una decisión a introducirse en el conflicto histórico. Esto no suele
ser muy tenido en cuenta. Ni siquiera teóricamente. Pero, digámoslo una vez
más: no hay opción por los pobres sin arriesgar».
SAC:
Cristianos por el socialismo (CPS) surge en los años setenta en el Chile de
Allende. Es el momento de mayor crudeza de la llamada «Guerra Fría»,
interpretada en términos ideológicos como el antagonismo entre el «comunismo
ateo» y la «civilización occidental cristiana». El 4 de septiembre de 1970,
Salvador Allende logra una mayoría relativa, superando a Alessandri (candidato
conservador, feroz anticomunista apoyado por la jerarquía de la iglesia
católica y por ciertos sectores del Opus Dei), y se inicia así la construcción
del socialismo por la vía democrática. En abril de 1971, un grupo de sacerdotes
y cristianos que trabajaban en los sectores populares convocan las «Jornadas
sobre la participación de los cristianos en la construcción del socialismo en
Chile». En septiembre de ese mismo año nace el «secretariado sacerdotal
Cristianos por el Socialismo» y en octubre el «secretariado educacional
Cristianos por el Socialismo», abogando por la educación liberadora y la
democratización de la escuela católica. La presentación internacional se
realiza en el «Iº Encuentro Continental de Cristianos por el Socialismo»,
celebrado en Santiago de Chile en abril de 1972. De ahí se difunde por América
Latina y Europa. En marzo de 1973, con el dictador Franco aún dando sus últimos
zarpazos, se funda en España. Apenas seis meses después, el 11 de septiembre de
1973, el general Pinochet da un golpe de Estado alegando la defensa de la
«civilización occidental cristina», ahogando en sangre el intento de socialismo
y el movimiento cristiano que pretendía apoyarlo. ¿Nos puedes hablar de tu
papel en la aparición de CPS en España y lo que os animaba en esos primeros
años?
JMGM:
Fuí uno de los fundadores de CPS en España, junto con Josep Seguí, Salvador
Pérez Chuecos, José María González Ruiz, Alfonso Carlos Comín, Juan
García-Nieto y otros muchos. Gracias a la laboriosa convocatoria de Comín y
García-Nieto, nos reunimos más de doscientas personas en el albergue juvenil de
Calafell, cerca de Barcelona. Fueron unas circunstancias históricas -después
del Concilio Vaticano II (1962-65) y la Conferencia Episcopal Latinoamericana
en Medellín (1968) o los movimientos estudiantiles del 68- llenas de ilusión,
renovadoras, con los ejemplos de América Latina, la revolución sandinista con
los hermanos Cardenal, en el Salvador con Ellacuría y el obispo Oscar Romero. Y
la imperturbable revolución cubana con Fidel Castro que visitó en 1971 a los de
CPS chilenos.
SAC:
¿Qué buscabais lanzando CPS?
JMGM:
Buscábamos el sentido profundo de la fe cristiana. Saber unir fe y compromiso
político. Un compromiso con los de abajo, con las clases populares. Una
práctica política y de fe que fuera transformadora de la realidad. Se trataba
de un movimiento no de un nuevo partido. Tampoco pretendíamos crear una Iglesia
paralela, popular. Nos sumamos, como un colectivo más, a las nacientes
comunidades cristianas de base. Fuimos demonizados por la jerarquía de la
iglesia católica que siempre nos acusaba de ser marxistas, ateos,
revolucionarios. Y estuvimos en la clandestinidad durante el tiempo que duró la
dictadura. Con la democracia muchos se alistaron en partidos políticos y
dejaron CPS, otros siguieron firmes en sus compromisos pero el número decreció
sensiblemente.
SAC:
Hablas de unir fe y compromiso político. Según la teología política de Johann
B. Metz «la fe de los cristianos es una praxis de la historia dentro de la
sociedad». Por otro lado, el cristianismo está dentro de las consideradas
religiones proféticas, por lo que se la puede entender -según la concepción de
Max Weber- como una religión intramundana que contiene un mensaje profético de
transformación social. ¿Debe ser relegada la experiencia creyente al ámbito
privado? Según las teologías cristianas progresistas, la separación del espacio
público y privado ha funcionado siempre como forma de domesticar o neutralizar
el potencial emancipador de la religión, proceso que ha contado con la
complicidad, e incluso la participación activa de las teologías conservadoras
¿cómo ves esta cuestión?
JMGM:
Creo que hay que hacer frente al dualismo fe-política, que es un dualismo
engañoso, propio de la mentalidad burguesa cristiana. Según dicen ellos, una
cosa es la fe y otra cosa es la política. Estimo que no es un problema que hay
que analizar por separado. La fe no puede ir separada del compromiso político.
«Creer es comprometerse». Creer es algo más que ir a misa los domingos y
participar en las liturgias tradicionales de bautizos, bodas, comuniones, y
funerales. El compromiso político tiene también una dimensión teologal. Con
este dualismo teológico, la jerarquía y los cristianos conservadores, quieren
salvar a toda costa por un lado, la «trascendencia de la fe», que no sabemos
muy bien cuál es su significado, y por otro, la libertad política de los
cristianos y cristianas. Según la jerarquía hay que tener en cuenta tres cosas:
la misión espiritual y no política de la iglesia, la libertad de los creyentes
y la unidad de la iglesia. Es decir, se reduce la fe a un campo neutro,
apolítico y abstracto; y además, se reduce el compromiso de los creyentes a un
problema de libertad individual y responsabilidad personal. Y se intenta una
unidad imposible al admitir el pluralismo en el mismo seno de la iglesia.
El
resultado de este dualismo es un cristianismo desencarnado y vacío, castrado en
su dimensión profética al situarse fuera de la realidad, fuera de la historia.
Y por si fuera poco, se reconoce igual carta de ciudadanía en el interior de la
Iglesia a todas las opciones políticas, sean de derechas o de extrema derecha o
de izquierdas, estén con el pueblo o se sitúan al margen de él. Entonces, para
salvar la «trascendencia» de la fe y la misma «libertad» de los creyentes, el
dualismo crea un cristianismo «platónico» y una moral social liberal. Desde luego,
no hay que identificar la fe con el compromiso político, ni tampoco se puede
deducir de los textos del Evangelio un programa de acción social concreta.
Pero, la opción de lucha por las clases populares y la clase trabajadora no es
ajena al planteamiento evangélico, tiene una clara dimensión teologal: la
opción de clase se traduce desde la fe como un compromiso con el «Reino de
Dios». No hay una historia profana y otra historia sagrada, sino una única
historia, la historia de la salvación. Y en esa historia los hechos políticos
liberadores pueden ser interpretados a la luz de la fe, como palabra de Dios.
Dios quiere la liberación de todos los pueblos de toda opresión, quiere la vida
y la dignidad para toda clase de personas y pueblos, para toda la humanidad.
Los
creyentes que admiten el Evangelio como proyecto de vida, no solamente no son
apolíticos, sino que han hecho una opción de clase. La opción por las clases
populares, los empobrecidos, los menos favorecidos, es una opción
descaradamente evangélica. Jesús dijo claramente, «dichosos los empobrecidos»,
también «ay de vosotros los ricos» y además «los últimos serán los primeros».
Jesús nos invitó a luchar por los «últimos» de la sociedad. Se trata de una
opción de clase, no de partidos políticos de izquierdas. En este análisis del
dualismo, no se parte de consideraciones teológicas de textos básicos, para
aterrizar después en los problemas concretos. Tomamos tierra en la realidad
histórica. Partimos siempre de la realidad, de la constatación del hecho de la
lucha de clases. Hay personas y pueblos empobrecidos, porque hay ricos, que
tienen muchas riquezas y mucho poder. Hay que descubrirlo, porque no está claro
para la mayoría, que a veces lo niega y con frecuencia intenta dulcificarlo,
que la lucha de clases se configura como eje fundamental de la realidad y de la
historia. Cristianismo y marxismo no son incompatibles. El cristianismo sí es
incompatible con el capitalismo. Cristianos y marxistas luchan en un frente
común, la lucha por la liberación de todos los oprimidos. Buscamos el sentido
profundo de la fe cristiana. El planteamiento cristiano y teológico no se hace
a partir de principios abstractos o textos magisteriales, sino que se parte de
lo político, de la situación real de la clase obrera y popular, del mundo de
los empobrecidos, de las enormes desigualdades sociales, para llegar
inductivamente al problema teológico. El mundo de los empobrecidos, no es mundo
amorfo y sin rostro, el empobrecido no es solo el que sufre, al que se le
niegan los bienes básicos para vivir, sino que es un explotado, que pertenece a
la clase de los explotados. Habría que pasar de la actitud de acercarse y
compartir en lo posible la vida y el trabajo de los empobrecidos, a la actitud
de compartir la lucha de los empobrecidos y con los empobrecidos. La lucha de
los empobrecidos adquiere el rostro más definido de lucha política de la clase
trabajadora contra el sistema capitalista y por la construcción del socialismo.
Los cristianos deberíamos estar comprometidos en la construcción de un
socialismo, como alternativa al capitalismo. Negar este hecho de la lucha de
clases, es propio de la derecha. Claro que hay que amar a todos, a los
explotados y a los explotadores. Amar a los explotados significa participar en
la lucha política por su liberación; amar a los explotadores significa
despojarlos de sus instrumentos de explotación, exigir que los ricos dejen de
ser “buenos” ricos, es decir, que dejen de dar esas limosnas que les sirven de
tranquilizantes de conciencia, y que compartan más sus riquezas y sus
propiedades con el mundo de los empobrecidos. Los “buenos” ricos siempre
tratarán de rebajar las exigencias éticas o evangélicas para acomodarlas al
nivel de su estilo de vida. Así no se sentirán tan incómodos en el
cristianismo. El dualismo admite que dentro del cristianismo cabe optar por
todas las clases sociales, es interclasista. Rechazamos ese “pluralismo” donde
todas las opciones son legítimas dentro de la Iglesia. Es muy difícil llegar a
una síntesis entre los dos polos, porque siempre habrá tensión entre los que
son demasiado “políticos” y poco cristianos, y los que son muy “cristianos”,
pero poco políticos.
SAC:
¿Qué ha supuesto para ti formar parte de CPS durante estos cuarenta y tres
años?
JMGM:
Antes de nada, me gustaría reconocer y agradecer la ejemplaridad personal e
ideológica de “guías” como Alfonso C. Comín y Juan N. García-Nieto ¿Lo que CPS
ha supuesto para mí? Una exigencia muy fuerte en lo cristiano, lo político y lo
social; un compromiso para ir avanzando en la construcción del socialismo; CPS
nos ha exigido un análisis marxista de la realidad para interpretar las
distintas circunstancias históricas y poder expresa nuestras opiniones a lo
largo de todos estos años. Sigue siendo la amistad inquebrantable de todos y
todas las que formamos CPS, el gozo de reunirnos -cada mes en Madrid o
anualmente en las Jornadas que alternamos entre Madrid y Barcelona con el resto
de compañeras y compañeros de todo el territorio español- dialogando sobre
temas profundos y animándonos mutuamente a seguir a Jesús y ser fieles al
compromiso, el esfuerzo de profundizar temas actuales y redactar unas modestas
cartas de intervención pública que denominamos CPS Opina que paso a los
compañeros y compañeras para su corrección y difusión final.
SAC:
Dices que lo específico de pertenecer a CPS es leer lo que acontece desde el
análisis marxista de la realidad. ¿Qué supone esa lectura?
JMGM:
El análisis de la realidad desde la lucha de clases contempla esa sangrante
injusticia que es la desigualdad social. Unos pocos ricos y una inmensa mayoría
de pobres. Ese 1 % de los que vive bien o muy bien, frente al 99 % de la
humanidad que vive mal o muy mal. El sufrimiento, la opresión y la violencia
que sufren los pobres no son pura casualidad. A eso le llamamos lucha de
clases. Se ha abierto una brecha tan asombrosa entre ricos y pobres, que ya es
(y será) insalvable durante décadas y quizás siglos. Las muertes de emigrantes
en el mar no es producto solo de las mafias No son errores independientes de la
voluntad de algunos explotadores. Estas realidades responden a un sistema que
se ha hecho global y que ya no se aguanta. Está castigando a la Tierra, a
pueblos enteros y a las personas de un modo casi salvaje. Tienen causas
concretas que los empobrecidos, la clase trabajadora, va conociendo cada día
mejor. La causa profunda de esta situación anida en el sistema capitalista,
donde manda el dinero, la codicia y el poder para reprimir. No se trata de una
situación de pobreza, producida por los mecanismos mercantiles de la economía,
sino de una explotación del trabajo de los pobres, de los campesinos y
campesinas, de los hombres del mar, de los parados, de las personas emigrantes,
de la sangrante discriminación de las mujeres, etc. Hay que leer la realidad de
la historia desde esta óptica, desde la lucha de clases. La historia no es una
realidad ante la cual se opta, sino en la cual toda persona antes que nada
vive. La vida en sí misma es ya un compromiso. El cristiano y la cristiana
están en la historia y, por tanto, participan, en mayor o menor grado, de su
ideología de clase, de su análisis más o menos científico de la realidad, de
una cosmovisión del mundo, con una visión filosófica o utópica determinada de
la realidad. Aquí se desconoce el hecho de que los ricos, los poderosos, son
los que hacen pobres a los pobres y que estos no pueden liberarse sin luchar
contra la explotación. No son pobres, sino que están «empobrecidos», porque
están siendo explotados. Es decir, existe un antagonismo en la sociedad, los
pobres forman una clase social que está oprimida, explotada, y los ricos forman
otra clase social que oprime y explota.
SAC:
¿Qué opinión te merece la carta encíclica Laudato si’ del Papa Francisco? ¿Y el
discurso de julio de 2015 en Bolivia?
JMGM:
La Laudato si’ se trata de un duro alegato que señala con severidad la gravedad
de los problemas: «La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en
un depósito de basura» (n.21). «Basta mirar la realidad con sinceridad para ver
que hay un gran deterioro de nuestra casa común» (n.61). En esta parte
incorpora los datos más consistentes referentes al cambio climático (n.20-22),
la cuestión del agua (n.27-31), la erosión de la biodiversidad (n.32-42), el
deterioro de la calidad de la vida humana y la degradación de la vida social
(n.43-47), denuncia la alta tasa de iniquidad planetaria, que afecta a todos
los ámbitos de la vida (n.48-52), siendo los pobres las principales víctimas
(n. 48).
En
su discurso en Bolivia, Jorge Mario Bergoglio señala: «Necesitamos un cambio
positivo, un cambio que nos haga bien, un cambio redentor. Necesitamos un
cambio real. Este sistema ya no se aguanta. Y los más humildes, los explotados,
pueden hacer mucho. El futuro de la humanidad está en sus manos». En un pasaje
que puso la emoción a flor de piel, quiso hacer protagonistas de la salvación
del mundo a los más humildes: «¿Qué puedo hacer yo, cartonero, catadora,
pepenador, recicladora, frente a tantos problemas si apenas gano para comer?
¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista, trabajador
excluido si ni siquiera tengo derechos laborales? ¿Qué puedo hacer yo,
campesina, indígena, pescador que apenas puedo resistir el avasallamiento de
las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi chabola, mi
población, mi rancherío cuando soy diariamente discriminado y marginado? ¿Qué
puede hacer ese estudiante, ese joven, ese militante, ese misionero que patea
las barriadas y los parajes con el corazón lleno de sueños pero casi sin
ninguna solución para mis problemas?». A continuación, el Papa, entre aplausos,
contestó su propia pregunta: «¡Mucho! Pueden hacer mucho. Ustedes, los más
humildes, los explotados, los empobrecidos y excluidos, pueden y hacen mucho.
Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus
manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la
búsqueda cotidiana de “las tres T” (trabajo, techo, tierra). ¡No se achiquen!».
Esta
encíclica junto con el discurso en Bolivia, suponen una denuncia sin
precedentes de un Papa contra el capitalismo. Se alinea con los pobres y les
anima a que sean creativos y sigan luchando, «no se achiquen…». En realidad, el
Papa no dice nada nuevo, lo nuevo es que lo diga el Papa. Creo que es la
primera vez que un pontífice condena el capitalismo claramente.
SAC:
¿Cómo te sientes querido amigo?
JMGM:
Me siento muy a gusto conmigo mismo. Me considero un creyente crítico, y se
puede decir que soy un heterodoxo, que vivo de mi pensión y que no tengo
ninguna propiedad. Hice una opción por los pobres y la llevo a cabo lo mejor
que puedo. Estoy divorciado y no me importan las excomuniones de la iglesia
católica. A mis 86 años, en medio de mis carencias (veo mal, oigo peor) me
siento feliz y contento con lo que tengo y con lo que no tengo. Como decía
Unamuno, no quiero morirme, ni «quiero quererlo». Estoy reconciliado con el
término «aceptación». Intento armonizar la «resistencia» con la «sumisión»,
como dice en su libro “Resistencia y
sumisión”, el teólogo protestante Dietrich Bonhoeffer. Soy consciente de
que en la vida es necesario reconocer ambas melodías: a las fechas actuales de
la «resistencia», marcada por la creatividad intelectual, el vigor espiritual y
la deficiente salud física, suele suceder la «sumisión», bien conocida y
reconocida por el declive de todo lo anterior. Son días de eclipse, de
paulatino deterioro, de pasividad, de lenta e inexorable llegada del final. Un
final, la muerte, que acepto, pero que no deseo que venga. Me gusta la escueta
definición cristiana de la muerte que nos legó Karl Rahner: «Platz machen»,
hacer sitio a otros.
J. M. Castells, J. Hurtado y J.M. Margenat
(eds): De la dictadura a la democracia. La acción de los cristianos en España,
Descleé de Brouwer, Bilbao, 2005, p. 345.