miércoles, 5 de diciembre de 2018

POR UNA ESPIRITUALIDAD LAICA




1.Qué se entiende por espiritualidad Una posible definición de espiritualidad
La palabra espiritualidad deriva de «espíritu». Y en la mentalidad más común, espíritu se opone a materia. Estos conceptos de espíritu y espiritualidad como realidades opuestas a lo material y a lo corporal provienen de la cultura griega. Algunos filósofos griegos preferían siempre lo espiritual a lo material, el alma al cuerpo, el mundo de las ideas antes que el mundo de las realidades. De ella pasaron al castellano, al portugués, al francés, al italiano, e incluso al inglés y al alemán… Es decir, casi todo lo que puede llamarse «cultura occidental» está como contagiado de este concepto griego de lo espiritual. No pasa lo mismo, por ejemplo en la lengua quechua o guaraní o aymara, según nos dicen los que saben de estas cosas.

Con demasiada frecuencia se ha identificado la espiritualidad con lo religioso, lo piadoso, lo celestial, ajeno al mundo del más acá. Creo que es otra cosa. La espiritualidad no proviene de la religión.

Espiritualidad en su acepción semántica procede de “espíritu” palabra que ha llegado a nosotros después de un largo recorrido. Desde la tradición judeocristiana nos encontramos que desde el término hebreo femenino, “la ruaj”, el aliento de vida, pasando por su traducción griega “to pneuma” (convertida en una palabra neutra, que quiere decir “fuerza activa que da vida, sustenta, guía, gobierna todas las cosas”) hasta su traducción latina “spiritus” (masculina y patriarcal) que es cómo ha llegado a nosotros.

Creo que hay algo en común  en  todas estas traducciones y es la referencia clara a un principio vital, al hálito que da vida, que da existencia a todo lo que existe Y podemos llegar a este definición: El espíritu es la fuerza, la energía que alienta, la que da consistencia, a toda realidad, a cualquier realidad. Por tanto,  espiritualidad es el arte de vivir, de respirar, de acoger y de infundir espíritu( Arregi).

Una sociedad o persona espiritual sería, por tanto, la que va descubriendo la verdad de su Ser, la que descubre cuál es la energía que da aliento a su persona, su verdadera identidad, vislumbrando el Fondo Ultimo de la realidad (la Unidad que somos, formando un TODO con la naturaleza) y trata de vivir coherentemente con esa verdad experimentada, poniendo el aliento, la energía de todo lo que es vida, en el centro para cuidarla, defenderla y protegerla de un modo especial. Por un lado,  la vida de la Madre Tierra con la que formamos un todo orgánico y vital, y por otro  lado, la vida de los seres más amenazados, las vidas de las personas empobrecidas, 

 Desde esta aproximación conceptual podremos hablar de qué espiritualidad es la adecuada en cada momento de la historia, pero siempre remitida a lo Real para confrontarse con ello. Es, pues, un concepto dinámico, no estático y de profunda actualidad.

Espiritualidad, es la fuerza, la energía, que alienta la vida, la existencia, de cualquier realidad.  

Traducido quiere decir que la espiritualidad es un proyecto de vida. Una forma de vida cuyo centro no es el sujeto mismo. Ese que en primer lugar se mira a sí mismo y pone su aliento y sus energías en la propia perfección  y el propio desarrollo, sino que el centro de sus energías lo desplaza a las necesidades de los demás, a los problemas que los demás tienen, a la Justicia que reclaman los más necesitados. Estamos ante un cambio de  paradigma que nos obliga a revisar nuestra manera de vivir y de situarnos en la realidad 

2,- Espiritualidad y religión.
A veces se confunden espiritualidad y Religión. La espiritualidad que hemos definido prescinde de las religiones, puede ser vivida sin ellas, y hay religiones desprovistas de espiritualidad, asfixiadas por el peso de un doctrinarismo autoritario
Lo que caracteriza la espiritualidad posmoderna es, por una parte, la búsqueda, no del otro, sino de sí mismo, de la tranquilidad espiritual, de la paz, del sosiego del corazón. En ese sentido se trata de una espiritualidad egocéntrica, centrada sobre el propio ego. Y por otra parte, una espiritualidad política, volcada sobre la promoción de la justicia y de la paz, comprometida con la ética y la protección del medio ambiente. Es decir, una espiritualidad de testimonio y compromiso desde la apuesta por la justicia, la igualdad y el cuidado de la Tierra entre las instituciones y movimientos sociales.
La espiritualidad que propugnamos no es alentar más la religión si ésta es entendida como conjunto de  dogmas, verdades, normas morales y ritos. Una cosa es la fe y otra la religión. La verdadera espiritualidad de los cristianos  es la que alienta la vida de fe, no la que alienta la religiosidad.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         
La espiritualidad que alienta el proyecto de Jesús es una fuerza, un aliento de fe subversiva al promocionar Jesús un movimiento de fe que tiene su preferencia por los pobres,  por los últimos de la sociedad.  Es el proyecto del Reino de Dios, no un proyecto religioso, se trata de construir una sociedad alternativa.   
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                
3.- Espiritualidad  y política
¿Qué tiene que ver la espiritualidad con la política?
Creemos que es un grave error pensar que la espiritualidad atañe a la vida privada y que la política se encarga de la vida pública. La espiritualidad de las personas y de las comunidades transforma la vida pública. La política -la calidad del trabajo y del salario, el sistema sanitario o educativo, el cuidado de la naturaleza, la vivienda en que vivimos…- nos configura en lo más íntimo de nuestra vida privada. La política -la grande y la pequeña, ambas inseparables- es el cuidado del bien común de la humanidad, empezando por los últimos, y de todos los seres empezando por los más amenazados. ¿Pero cómo cuidaremos y salvaremos la vida si la política carece de espiritualidad o de alma?
Lo que no puede haber es una política verdadera sin espiritualidad. Claro que lo mismo vale a la inversa: no puede haber una verdadera espiritualidad que, de una u otra manera, no se traduzca en praxis política, con la ambigüedad y riesgos que le son inherentes. La “espiritualidad pura” no existe. No existe el espíritu sin carne común de mundo y de acción social estructurada. No puede haber una espiritualidad apolítica.
Una espiritualidad política supone devolver su auténtica verdad:
Sería la vuelta al sentido originario de  la política como técnica y arte de atender a las necesidades de la ciudadanía, de la polis. Es decir, vivir el auténtico sentido de la política: la búsqueda del mayor bien posible para el mayor número de personas. Para Platón y Aristóteles la política era inseparable de la ética Cuando hablamos de la Política no hablamos de partidos políticos, sino de la gestión del Bien común.
Por tanto, cultivar una espiritualidad política supone cultivar personal y comunitariamente un talante, una manera de estar en la realidad y una manera de organizar la gestión de la polis y el gobierno que haga del bien común el centro de los esfuerzos y preocupaciones. Una parte muy importante del Bien Común es la vida y la felicidad de la mayoría de la humanidad, concretamente 5.250 millones de SH,
La espiritualidad política es la que alienta el cambio político en favor de la mayoría en  nuestro país, el que se ocupa y se preocupa de que estén cubiertas las necesidades básicas de la mayoría de la ciudadanía, de los más POBRES Y EXCLUIDOS. Sin este planteamiento no se puede hablar de auténtica espiritualidad.
D)    Espiritualidad y ética
La espiritualidad que propugnamos es fundamentalmente laica, lejos de cualquier manifestación religiosa, pero no en contra de ella. Si la espiritualidad es la fuerza que alienta la realidad, esa fuerza se cifra en la actividad política, que también es ética, porque ética y política son inseparables. Situamos la Ética en los principios, normas y valores propios de la actividad Ética. Nada material, nada que se palpe por los sentidos. Pura Utopía.

Dado que la espiritualidad. es la fuerza que alienta la realidad, si nos situamos en  la enorme realidad de los 7.200 millones de SH que habitan el planeta ahora en  2018,  tenemos que dibujar una ética y una espiritualidad, universales.

Espiritualidad ética es la ética subversiva que trata de dar vida a la inmensa población de las personas empobrecidas del mundo.

En definitiva
La espiritualidad de hoy y del futuro, estimamos que es y será una espiritualidad comprometida con la realidad, y por tano  una espiritualidad subversiva,  (Subvertir significa mover el ánimo de la gente para inducirle a adoptar una actitud rebelde u hostil para cambiar el orden público y moral, dice el Diccionario de Lengua),  es decir,  la que mira el mundo  desde los excluidos y se ocupa de los de abajo, de las personas empobrecidas, para cambiar este orden injusto. Se trata de tener una espiritualidad nueva, una versión ética, claramente comprometida, con los valores básicos de la ética, es decir, con la vida, la justicia,  la libertad, la verdad, la igualdad, la paz. Se trata de sacudir las conciencias para instalarnos en la óptica de la Vida, de los derechos humanos, de la dignidad, para desmontar el poder de los de arriba y reconstruir los auténticos valores de los de abajo, del pueblo sufriente. Se trata de hacerles justicia y que gocen de verdad de las auténticas libertades. Repetimos, no  sólo una  mirada, una versión, sino sobre todo una espiritualidad del compromiso ético.

. Si no es una espiritualidad comprometida decididamente con los valores éticos de la vida, la justicia, la libertad,  sólo será una espiritualidad burguesa, más o menos piadosa, religiosa, encerrada en sí misma y descomprometida con la realidad Las dos son bastante incompatibles.
Se trata de elegir entre dos modelos de espiritualidad que responden a dos visiones distintas de ver el  mundo o lo vemos desde los oprimidos o lo vemos desde cierta comodidad.

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miércoles, 17 de octubre de 2018

COHERENCIA




José María García Mauriño
8 de Octubre de 2018

Buscamos la coherencia:
         1. Sentido de la búsqueda.
         Los seres humanos, siempre estamos en actitud de búsqueda. Porque no partimos de una clarividencia en la política, en la ética, en nuestra fe. Solemos ir "a tientas". Porque partimos de una situación de dudas y perplejidades. Y dentro de la oscuridad que nos envuelve nos esforzamos en aclararnos algo en estos temas. Por eso venimos aquí a pensar, a dialogar y debatir para tener un mínimo de claridad.

         Es una actitud permanente de búsqueda de la verdad, si queremos avanzar en nuestra madurez. Porque somos personas que nos estamos haciendo, nunca estamos hechos del todo, aunque tengamos 135 años. Sin embargo, queremos pensar, queremos acertar en nuestros compromisos, en nuestro proyecto de vida. Buscamos porque estamos inquietos y queremos gozar de una cierta paz interior, de una cierta calidad de vida, a pesar de las dificultades y problemas.

.2. Sentido de la coherencia.
         La coherencia es una actitud ética elemental para una persona  que quiere proceder en conciencia. Una persona es coherente cuando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones van en la misma dirección y están relacionados entre sí y conforme a un modelo de ser humano. Es frecuente considerar que los elementos coherentes son compatibles entre sí; en concreto, si la forma de pensar de decir y hacer es compatible con su forma de ser, de irse haciendo, con su manera concreta de vivir, de desarrollar su personalidad, su profesión, su familia,, su  compromiso.

         La pregunta que se puede hacer es ésta: ¿hay conexión entre sus pensares, sus decires y sus acciones? ¿hay contradicciones entre sus actitudes y sus comportamientos profesionales, religiosos, políticos, éticos?, o, por el contrario, ¿existe un cierto equilibrio? Por ejemplo, pensar y estar más o menos convencido de lo nefasto que es la sociedad de consumo, y luego en la práctica seguir consumiendo cosas innecesarias, seguir los modos y las modas de comprar. Si se piensa que es bueno 'darse la buena vida', ¿por qué se tiene reparo en exponer este pensamiento ante los demás? ¿por qué se tiene reparo en proceder así, por una conciencia de culpabilidad de no actuar por lo más duro, por lo más costoso? Se trata de una dialéctica difícil de vivir.

         El pensamiento no es algo diferente de los sentimientos ni de las actitudes; no voy a hacer un análisis psicológico del pensamiento, pero es elemental que nuestra manera de pensar no puede ser nunca químicamente pura, no puede ser ajena a lo que cada uno ha vivido desde su infancia, y sigue viviendo; cada uno elige sus pensamientos, elige sus libros, su música, se va formando su modo de pensar conforme a unos autores que prefiere y deja a otros, lo mismo que elige sus películas, sus comidas, sus amigos o sus vacaciones. Cuando uno defiende una manera de pensar, hay algo más que pura abstracción mental, es toda una manera de ver el mundo, de interpretar la realidad, desde su sentir, desde su vida. Tal vez sea la expresión de un estar despierto o estar medio dormido. ¿Es un pensamiento crítico, o es repetir lo que todo el mundo dice o piensa? La formación del pensamiento en los múltiples temas que nos rodean es algo muy complejo; nunca está hecho de todo, siempre se está haciendo. ¿Cómo formularías tú, tu pensamiento político, tu pensar cristiano, o indiferente, o tus propias convicciones?

         Las palabras son, de una forma o de otra, expresión de una determinada forma de pensar. Se piensa una realidad, y se expone con palabras esa manera de ver la realidad. Lo difícil es decir siempre lo que se piensa, suponiendo que suele pensar seriamente lo que dice. Porque hay personas, situaciones o entornos en los que la llamada "prudencia" aconsejan callar, o envolver el propio pensamiento en papel de celofán, o sencillamente decir algo distinto o lo contrario de lo que se piensa. El decir lo que se piensa es ya una valentía y una postura de cierta gallardía. Es la ética. Solemos tener miedo de decir lo que pensamos, por aquello de quedar bien o el qué dirán. Las palabras son el vehículo imprescindible de la comunicación humana. Es necesario, creo yo, un esfuerzo por saber decir las cosas, por tratar de definir, de esclarecer lo que queremos decir. Podemos producir confusión o producir claridad.

         Los hechos, las actuaciones, los comportamientos, son harina de otro costal. ¿Se sitúan en la misma línea del pensamiento y la palabra? O ¿cada una va por su lado? Ser personas coherentes quiere decir que su pensar, su decir y su actuar van en la misma dirección. Se puede llamar esta coherencia a eso de "ser consecuentes"; y es muy difícil ser consecuentes, tanto más cuanto los valores éticos son más elevados. Hay que tener en cuenta que “si no vives como piensas, acabarás pensando como vives”. No se puede separar el pensamiento de la vida. ¿Existe una misma línea entre lo que se piensa, lo que decimos y el voto que emitimos en unas elecciones? ¿Nuestro compromiso, el que sea, es fruto de esta coherencia? ¿Tenemos una mínima coherencia de nuestro pensar y sentir, con el partido o sindicato o asociación, con el que nos sentimos más o menos afines, sin pretender una total coincidencia que nunca se dará?

         Por último, la coherencia ético-política significa aceptar el hecho del pluralismo político de ideologías y morales, que nos lleva a una actitud ética de tolerancia. Como es más fácil la postura del dejarse llevar, del conformismo, de adaptarse, de no sobresalir, pienso que habría que insistir mucho más en una postura de insumisión y disidencia: es decir, en posturas críticas. Criticar a la sociedad supone aplicar seriamente el principio de tolerancia; este principio es la orientación básica de una persona que es coherente con la situación del  país que quiere vivir en democracia.
La falta de coherencia se traduce en falta de credibilidad, en los partidos políticos, en las instituciones, en  los Estados  y en cualquier persona.

Denunciamos la falta de coherencia de muchos Estados que han firmado la Declaración Universal de los DDHH, la han incorporado en su ordenamiento jurídico, y luego, tienen una praxis política en la sociedad civil, completamente distinta.

Denunciamos la falta de coherencia de muchos políticos que llevan un parlamento y una praxis muy alejada de la que hacen gala en sus declaraciones.

Denunciamos  la falta de coherencia de la Iglesia Católica por llevar una praxis regida por el poder, el prestigio y el dinero que se aparta completamente del mensaje inicial del Evangelio.



sábado, 15 de septiembre de 2018

¿Un laico cristiano?



José María García Mauriño
Septiembre 2018


La  pregunta la formulo así, porque pienso que lo primero es la consideración de la persona, Qué significa que una persona sea laica? Se trata de una distinción clerical que la Iglesia hizo en el s.II distinguiendo entre clérigos y laicos. La sociedad no está formada por clérigos  (el clero lo forman Papa, Obispos, Curas frailes, monjes y monjas) y laicos, La sociedad está formada por hombres y mujeres, ricos y pobres, gobernantes y gobernados, etc. La sociedad es un mosaico de individuos y de pueblos, de comunidades,  diferentes en sus creencias, y convicciones, que pueden ser confesionales o no; unos y otras como particulares. Los laicos lo forman todos los demás que no son clérigos,  son la mayoría. Y se podrían definir como “un ciudadano o ciudadana de a pie”. Y cualquier ciudadano/a puede abrazar cualquier creencia o religión, o no tener ninguna. Cualquier laico puede ser cristiano, budista, musulmán, etc. o no tener ninguna religión, o tener sus propias convicciones. No hay ninguna contradicción entre ser laico y ser cristiano.

¿Qué añade la laicidad al Cristianismo? Entiendo por laicidad un principio de convivencia democrática que promueve y garantiza el derecho a la Libertad de Conciencia de las personas. Además, la separación efectiva de Iglesia-Estado. Separación de la esfera civil de la religiosa. Un Estado que legisla y actúa para todos los ciudadanos y ciudadanas diferentes, de forma que todos puedan vivir en igualdad con el máximo de libertades. La religión tiene carácter sagrado, y el Evangelio es laico. Y, por tanto, el cristianismo, la religión cristiana, no puede comprender a Cristo desde lo sagrado, sino desde lo laico.

La laicidad pone las cosas en su sitio Lo primero es la persona y sus derechos fundamentales, después la elección de religión o creencia o convicción, o no tener ninguna religión ni creencia. Y en otro orden, el Estado, en el ámbito de lo político, y la religión en  el ámbito de lo sagrado, sin confundir los planos, sin injerencias de lo sagrado, de las morales cristianas, y credos religiosos en las decisiones, leyes, normas, propias del ámbito sociopolítico.




jueves, 28 de junio de 2018

¿Qué es preferible la Moral o la Ética?



REFLEXIONES SOBRE ETICA Y MORAL

¿MORAL VIVIDA, ÉTICA PENSADA?
José María García Mauriño
Junio 2018
Si profundizamos  un poco,  podemos ver que ética y moral no son lo mismo. En la sociedad, los que están en el poder, la clase dominante, nos inducen a pensar que son más o menos lo mismo. Nos imponen una única forma de pensar, sentir y valorar. Es parte del pensamiento único. Según ese pensamiento decimos que es Bueno  lo que ellos dicen que es bueno. Y decimos que es Malo o que no está bien, a lo que ellos dictaminan que es Malo o que no está bien. ¿Cuándo se puede decir que una persona es ética, o cuando es moral? ¿Cuáles son la ética y la moral vigentes hoy? 
El problema consiste en que hacerse estas preguntas nos hace pensar y  nos hace valorar las cosas de distinta manera. Porque se trata nada menos que saber discernir de alguna manera lo que es Bueno y lo que es Malo. La ética y la moral, son dos niveles distintos,  son dos maneras distintas de pensar y valorar las cosas y las personas.  Y vuelvo a preguntar, por ejemplo, para llegar a alcanzar un cierto grado de felicidad, ¿hay que ser ético o hay que ser moral? ¿Con qué código, o norma de conducta, trato de orientar mi vida, con la normativa que me imponen, por parte del poder civil o religioso, o con el sistema de principios y  valores que yo elijo y voy elaborando por mí mismo? La ética no responde sólo a la pregunta ¿qué debo hacer?, sino ¿por qué debo hacer esto o lo otro? O por qué no debo hacerlo.

Según la sentencia de Aranguren (la moral es la moral vivida, la ética es la moral pensada) la diferencia entre ética y moral sería esta. La moral es la que orienta las costumbres de la ciudadanía por los códigos de conducta imperantes en la sociedad. Lo que está vigente. Lo que hace todo el mundo.  La ética es la reflexión filosófica sobre dichas conductas. Lo moral se refiere siempre al campo de la conducta, de las acciones: lo que se hace cada día, en cada institución (familia, parlamento, economía, etc.), regido por códigos concretos de conducta de tipo religioso o civil. Se trata de las costumbres vigentes en la sociedad, regidas por unas normas que emanan de la misma sociedad sin saber a punto fijo de quien o de dónde han salido esas normas concretas, de tipo familiar,  social,  económico o político. Responde a lo que todo el mundo hace, a los comportamientos diarios de la gente, que ordinariamente se rigen por los deberes u obligaciones impuestas por esta sociedad capitalista, sea de tipo civil o del ámbito religioso. Prescribe lo inmediato para la acción, dictado por el orden establecido por los poderes sociales, políticos o económicos

 Sabiendo que se trata de una sociedad capitalista, muchos comportamientos que son manifiestamente inmorales, aparecen como “normales” porque se adaptan a las normas establecidas en la sociedad. Y seguimos pensando que la ética no es lo mismo que la moral. La ética no puede confundirse con la llamada "moral". No es lo mismo ética que moral. Cuando la ética se confunde con el orden existente, con lo que está establecido, con lo de siempre, con la moral vigente, se convierte en una máquina de construcción y de conservación del sistema social vigente, es decir, del sistema capitalista. Hemos visto cómo la moral de la guerra, por ejemplo, se identificaba con el destino del petróleo, y el derecho internacional con el reparto actual del poder. La cultura de la guerra que han creado los centros de poder, ha logrado presentar el conflicto armado como una pieza necesaria de la misma naturaleza de las cosas, algo propio del paisaje humano. La ética tiene un paisaje de principios, normas y valores que resulta irrenunciable: un síndrome de valores, como diría Erich Fromm, como son la libertad, la justicia, la Vida, la verdad, la solidaridad, la paz, el respeto por los derechos humanos, que se convierten en convicciones y orientaciones de conducta, muy distinto al que ofrece la “moral”. La ética siempre será una reflexión crítica, a la luz de los Derechos humanos o de los valores éticos, que juzga al sistema social vigente. Y el pensamiento crítico siempre es molesto al orden establecido. Criticar es juzgar con valentía, es identificar méritos y debilidades; desvelar lo oculto, actuar de forma abierta y no dogmática; llamar a las cosas por su nombre. Es una actividad que implica riesgos porque teme los juicios que puedan descubrir sus errores y debilidades. La crítica es, por naturaleza, polémica; genera discordias y enemigos, pero también amigos. Puede producir ideas y conocimientos, así como cambios, siempre necesarios, en las obras y en los seres humanos. De ahí que lo normal es que el poder establecido o dominante trate siempre de suprimir o de ocultar la crítica  No quiere, ni soporta un sistema de pensamiento que ponga al descubierto  las contradicciones de unas conductas que se dicen “morales” porque siguen las normas y leyes establecidas, pero que esas conductas no son éticas. Y hay un cierto clamor popular de “falta de ética” en la sociedad, no de falta de moral.

Al llegar aquí no tengo más remedio que hacerme unos serios interrogantes: por ejemplo. ¿Qué significa la paz para los que hacen la guerra? ¿Es acaso la paz el fin que persiguen cuando acaben la guerra? ¿Es lo mismo paz que sumisión a las condiciones de paz que imponen los vencedores? ¿Se pueden llamar vencedores a los que ganan la guerra? San Agustín, en su obra "La ciudad de Dios" definía la paz como la "tranquilidad en el orden"; pero, nos preguntamos ¿de qué orden se trata? la guerra del Golfo se terminó en 1991, hubo desfiles militares victoriosos, medallas, condecoraciones, ascensos, ¿acaso hemos alcanzado la paz en el Golfo? ¿Ha alcanzado la humanidad una suficiente estatura moral para crear un nuevo orden? ¿Ya hemos establecido un criterio ético de convivencia, de diálogo y de comunicación humanas entre los pueblos y sus culturas? ¿Modificará alguien su sistema ético por lo ocurrido con  los refugiados, por las muertes incesantes de emigrantes en  el Mediterráneo? ¿Acaso no nos plantean problemas éticos estos escenarios?
Actuar moralmente es actuar conforme a los códigos de conducta de nuestra cultura, forma de vida o grupo social. En el límite es actuar conforme a algún código. Llamo ética a la reflexión sobre las morales concretas en las que siempre estamos.
El desafío ético que nos impone la sociedad mundial caracterizada por un gran pluralismo cultural y un sistema económico que hace crecer la diferenciación económica y la desigualdad social en el planeta, es el de encontrar un fundamento intercultural que respete la diversidad moral e incluso la favorezca, pero que al mismo tiempo pueda criticar a todas las morales por igual. En los países pobres la estructuración del poder mundial se hace muy visible y presente en la vida cotidiana de millones de personas. La filosofía moral en los países industrializados muchas veces obvia la pregunta de los efectos de su acción y de sus morales concretas sobre la mayoría de la humanidad aunque se hable de derechos humanos. Se reflexiona más sobre las condiciones del diálogo democrático, el lenguaje y sus implicaciones en el interior de los países ricos, que sobre las consecuencias y los efectos mundiales de su modo de vida respecto a los demás modos de vida del planeta. Quizás es en los países pobres donde pueden plantearse preguntas que muchas filosofías morales de los países ricos no pueden responder porque no están interesados en plantearse determinadas preguntas.
Una definición de ética podría ser ésta: es el conjunto de principios, normas y valores que cada uno/a va eligiendo libremente durante su vida, para orientar correctamente su conducta. Se podría dar otra definición. Por tanto, la ética no es intemporal: unos principios, normas y valores que sirven para todos los tiempos. Cada uno, cada una, va eligiendo (es el problema de la libertad) y priorizando una escala de valores que le sirven para orientar su conducta concreta, la de su vida personal y  única. La vida siempre es temporal y por tanto, histórica.
La definición que da Wikipedia:
 El término ética proviene de la palabra griega ethos, que originariamente significaba “morada”, “lugar donde se vive” y que terminó por señalar el “carácter” o el “modo de ser” peculiar y adquirido de alguien; la costumbre (mos-moris: la moral).
La ética tiene una íntima relación con la moral, tanto que incluso ambos ámbitos se confunden con bastante frecuencia. En la actualidad se han ido diversificando la Ética son el conjunto de normas que vienen del interior de la persona y la Moral las normas que vienen del exterior; es decir, de la sociedad.


viernes, 4 de mayo de 2018

EL CENTRO NO EXISTE



José María García Mauriño
Mayo de 2018

Me da la impresión que el llamado “centro” es un comodín que sirve para  todo. Algunos de derechas lo usan porque tal vez en ciertos ambientes políticos no conservadores les da vergüenza decir que son de derechas y dicen que son de centro derecha. Y lo mismo les pasa a algunos de izquierdas que lo emplean para decir que son de centro izquierda porque no se atreven a decir claramente su opción política. Y algunas personas se declaran de “centro” porque no se atreven a ser de uno o de otro lado, y prefieren quedarase en el fiel de la balanza, sin inclinarse a la derecha o a la izquierda. Son las personas que pretenden ser neutrales, son las eternas “moderadas”, las personas equilibradas, las equidistantes, las objetivas, las imparciales, las que no se quieren “mojar”, las que intentan ver los toros desde la barrera. Como si esto fuera posible. Creo que solo el Estado es neutral cuando en sus disposiciones no se inclina por ninguna religión, como  manda la Constitución.
Pero, nos seguimos preguntando, ¿es posible que no exista el CENTRO?

El llamado Centro depende de dónde pongamos los extremos. Entre 1 y 10 el centro  es aritméticamente el 5. Pero, en Política es mucho más difícil. Hay que establecer una línea entre los extremos, hay que ver a qué llamamos izquierda y a qué llamamos derecha, Si ponemos al PSOE en la izquierda, y el PP en la derecha, cometemos un error. El partido socialista no es de izquierdas porque dice que “somos la izquierda”, (“dime de qué presumes y te diré de lo que careces!”) pero luego se inclina tanto a  la derecha que resulta ser de derechas, es de derechas. Depende del sitio desde dónde se sitúe cada quien: si digo que “Podemos” es de extrema izquierda es porque tal vez yo estoy situado en la extrema derecha. Hay que hacer una valoración distinta a esa tradicional de derechas e izquierdas. Esa ya no vale para valorar el panorama político actual. La línea tradicional dice que las políticas neoliberales, son de derechas, los que se oponen y brindan por el socialismo, son de izquierdas. El centro no es la moderación, no es la neutralidad. La neutralidad es imposible. No se puede ser “moderado” cuando hay una serie de políticos que roban a la ciudadanía: no se les puede decir, “déjen de robar, por favor”, y convidarles a una cerveza. Hay que echarlos sin más miramientos.
 Para que el centro exista es necesario descalificar tanto a la derecha como a la izquierda y es evidente que la descalificación más efectiva es su desaparición. Por lo demás, la actual apelación oportunista al centro político coincide con la tendencia general a uniformar  ideológicamente a todas las facciones políticas. Esto excluye las posiciones más claras y combativas, sean de un bando o sean de otro, y conduce a ese consenso blanco y blando, pretendidamente neutral, paralizante y equidistante tanto de unos más radicales como de otros más “sensatos”. Llegamos a la conclusión que ser de centro es lo mismo que ser de derechas sin confesarlo porque tal vez no se atreve o le da vergüenza ser de izquierdas. Y es el eje del tan proclamado pensamiento único.
La reflexión más aguda sobre este tema nos viene de Norberto Bobbio, (célebre jurista italiano del siglo pasado) quien en su libro Derecha e izquierda, Taurus, 1995, aboga porque su existencia no se puede negar y por la fecundidad de su antagonismo. La política, afirma Bobbio, es una actividad de combate. Se trata del combate indisociable propio de esa dialéctica inevitable, en la que se puede cambiar lo que se considera de izquierda o de derecha, pero lo que no cabe es querer conjugar sus antagonismos simultáneamente.
Proponemos este esquema de lo que podrían ser las características de la Derecha y las de la Izquierda: ¿Cuales serian las del Centro?
La derecha:
 ser de derechas significa, según el prestigioso sociólogo Bonaventura Souza  Santos: “Entiendo por Derecha al conjunto de las fuerzas sociales, económicas y políticas que se identifican con los objetivos del capitalismo neoliberal y con lo que esto implica en términos de políticas nacionales, de aumento de las desigualdades sociales, de destrucción del Estado de bienestar, de control de los medios de comunicación y de estrechamiento de la pluralidad del espectro político”.

Ser de derechas es tolerar injusticias, considerar los imperativos del mercado por encima de los derechos humanos, encarar la pobreza como tacha incurable, creer que existen personas y pueblos intrínsecamente superiores a los demás.

Lo propio de la derecha es la estabilidad, el continuismo, el inmovilismo, lo jerárquico, la oposición a cualquier cambio, el afán de asegurar el orden que garantiza los propios privilegios, sean muchos o pocos.
 La derecha tiene un afán de seguridad que es la piedra angular de todo autoritarismo, religioso o político. En ella han tropezado todos los movimientos transformadores y a partir de ella han girado hacia la derecha, se han anquilosado, se han petrificado y han acabado feneciendo.
En definitiva, la derecha defiende intereses.

La izquierda:
Ser de izquierda es, desde que esa clasificación surgió con la Revolución Francesa, una serie de cosas que se podrían enumerar así

1)    optar por los pobres, indignarse ante la exclusión social, inconformarse con toda forma de injusticia o, como decía Bobbio, considerar una aberración la desigualdad social.
2)    Tener pensamiento crítico, lejos de la opinión visceral.
3)    Estimar antes lo comunitario que lo individual, antes lo colectivo que ro privado
4)    La defensa de la mujer y lucha contra el patriarcado.
5)    La defensa de  los DH y del Planeta, como eje de su pensamiento,
6)    Lucha contra el capitalismo en todas sus formas.
7)    Luchar por una democracia que sea verdadera, real , es decir, por la soberanía popular.
8)    Lucha por compartir los bienes entre todos los SH. No acumular.
9)    Abordar los problemas sin miedo, sean familiares, sociales, políticos o económicos.
10) Priorizar la ética y la política sobre el dinero y lo económico.
11) Priorizar el valor de uso sobre el valor de cambio.
12) Siempre la presencia comprometida,  no la huida cobarde.
En definitiva,  la izquierda defiende Utopias

El Centro:
El centro no existe, se ha inventado para que las cosas no cambien y sigan igual. Es una manera para que el neoliberalismo campe a sus anchas y mucha gente crea en la moderación, que lleva a la mayoría de los trabajadores a la explotación, mientras ellos, los ricos, cada vez son más ricos y el mercado es el que decide nuestras vidas.

Pensemos en una línea divisoria mayor: la igualdad. Frente a la concepción que sostiene que unos sirven para mandar y otros para ser mandados, la izquierda, aún admitiendo la relatividad de dicha categoría, toma pie en la justicia social y en la liberación colectiva para defender que su primer objetivo es ofrecer a todos los miembros de la comunidad, sobre todo a los más pobres y desfavorecidos, las mismas posibilidades de progresar, de realizarse, de ser felices.  Es más, piensa Bobbio que la acción pública de los gobiernos, instancias regionales o  locales, deben implicarse en esa lucha contra la desigualdad. Contra la hipótesis centrista que lo confía todo al esfuerzo individual y a la creatividad de la sociedad civil, la izquierda reivindica la solidaridad de todos con todos y todas, y denuncia el permanente recurso de muchos políticos al escaparse de la problemática de su partido mediante ampulosas frases  retóricas, a las recetas verbales de vocación milagrosa. Que pueden hacer ilusión sobre el papel, pero que nunca acaban bien. No todos somos iguales, no cabe la neutralidad o el apoliticismo, no todo es tabla rasa.
Aún tenemos todavía coleando la Tercera Vía. El anuncio de una socialdemocracia renovada más productora de riqueza a la par que más solidaria, se ha traducido en el desalentador balance que nos resume Philippe Auclair en su libro El reino encantado de Tony Blair, Fayard, 2006. (Es una cita del sociólogo José Vidal Beneyto) En ella, se ven claras las “proezas” del nuevo modelo centrista. Se puede decir que ha aumentado considerablemente el paro, aunque oficialmente se oculte; la privatización ha acabado con el buen funcionamiento de los servicios públicos, como la educación y la salud que están al borde del caos, y la política de seguridad amenaza gravemente las libertades públicas.
Esa práctica de neutralización y ocultación propia del centrismo y su ideología de que todo cabe en todo, es hoy aún más perversa. Reclamar al mismo tiempo más beneficios y más derechos humanos, invocar la modernización como práctica curalotodo y empecinarse en la gestión conservadora, pedir más ventajas para la bolsa a la par que más solidaridad con los empobrecidos, glorificar el populismo y apelar a la afirmación individual, apuntarse al hedonismo y a la moralina, esas parejas imposibles, esos son componentes completamente antagónicos y agravan nuestra desmoralización porque son propuestas blandas que no convienen a nuestros tiempos broncos.

Por todas estas razones, se puede afirmar que  EL CENTRO NO EXISTE, que no tiene consistencia!!!

miércoles, 28 de marzo de 2018

COMENTARIO A LOS DERECHOS HUMANOS



Articulo 18
Este art. 18 es uno de los 17 artículos que la Declaración Universal de derechos humanos reclama la libertad para todo Ser Humano (SH). Este art.18 es el que ampara y protege el derecho a la libertad en tres diversas manifestaciones. La libertad fundamental está muy deteriorada, poco reconocida, en  este régimen que llamamos Democracia. La libertad, junto a la igualdad y la fraternidad, forman una bandera de lucha constante y nunca satisfecha. Es parte inherente de la dignidad humana. (¿Se puede llamar Libertad al trabajo de una mujer inmigrante que cuida personas mayores por 600 € al mes en régimen de internado?)

ARTICULO 18
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.


1.-Este art. tiene dos partes: la enumeración de derechos .y la, manera de manifestarlos.
2.- Los Derechos son  tres: Derecho a la libertad de pensamiento
Derecho a la libertad de conciencia
Derecho a la libertad de religión.
(Son tres derechos distintos.)
3.- Las formas de manifestarse  son dobles y afectan a los 3 derechos: una forma individual.- colectiva, otra pública privada. Y por 4 expresiones: enseñanza, praxis, culto y observancia. (Las procesiones son  un ejemplo de manifestación pública de una creencia privada).
Comentario:
1.-Qué se entiende por libertad de pensamiento:
Dos cosas: que se piense y que se piense con libertad. Esto implica que se piense por cuenta propia y que no esté sometido a otra forma de pensar. Que cada cual piense lo que quiera, pero que piense. Somos lo que pensamos, y hacemos lo que pensamos. El desarrollo del propio pensamiento es el signo de la propia dignidad Se refiere principalmente a la libre manifestación de las ideas y convicciones, como la Libertad de Expresión; (art, 19)

El librepensamiento es una actitud filosófica que rechaza todo dogmatismo y confía en la razón para formar sus propios juicios. Sus términos propios son "libertad", "razón" y "conocimientos", en vez de dogmas, fe y creencias. Es la filosofía de la autonomía personal
El librepensamiento es la base filosófica de muchos movimientos ateos, agnósticos, racionalistas, masones, humanistas, secularistas...; y de algunas formas de entender el laicismo -.

2.-En qué consiste la libertad de conciencia:
Lo que nos distingue de los animales es la conciencia y la libertad. Tenemos conciencia de que somos personas, el perro no tiene conciencia de ser perro. No hablamos aquí de la conciencia en sentido moral. El derecho de libertad de conciencia es el derecho fundamental básico de los sistemas democráticos. El resto de derechos fundamentales de la persona se sustentan en él. La Libertad de Conciencia es un concepto nuclear en el que está incluida una constelación de otros conceptos como la Libertad de Pensamiento, libertad de Opinión, la Libertad de Expresión, la Libertad Religiosa (que son formas particulares de  conciencia),  Libertad de Cultos (también incluida en Libertad de Expresión). La libertad de Prensa, Libertad de Creación Artística… cada uno con su capítulo de problemática muy amplio, y en parte específico como Libertad de Cátedra, Objeción de Conciencia, etc.
            La Libertad de Conciencia es comprensiva de todo tipo de convicciones y de pensamiento -entre ellos los religiosos- y de Libertad de de Expresión de todo tipo, y eso incluye la libertad de culto como expresión de lo religioso.

La libertad de conciencia está considerada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos como “la aspiración más elevada del hombre”  y está recogido expresamente en sus artículos 18 y 19 como “derecho individual a la libertad de pensamiento, de creencia y de religión”; “y a la expresión de los mismos”; y en la “Declaración sobre la eliminación de todas las formas de intolerancia y discriminación fundadas en la religión o las convicciones”, se interpreta de forma detallada ese artículo 18 de la DUDH., en los arts.1 y 2. En la Constitución Española, art. 16 se dice que es “la primera de las libertades” y “el eje vertebrador de todos los demás derechos”.

Es un derecho fundamental básico de los sistemas democráticos.
S0upone, entre otras cosas,  superar el menosprecio para las ideas y convicciones de los no creyentes; suprimir la obligación de declarar sobre las creencias o las no-creencias en cualquier tipo de documentación civil, escolar, administrativa, etc., incluida la declaración del IRPF; y hacer efectivo el derecho de adherirse o no a una  determinada asociación  religiosa,

Para hacerlo efectivo, en nuestro país necesitamos una legislación democrática que ponga fin a la Ley de Libertad Religiosa de 1980 y reconozca los derechos de la libertad de pensamiento y de conciencia, (la libertad religiosa forma parte o va implícita en la libertad de conciencia y de convicciones),  una Ley Orgánica de Libertad de Conciencia en la que se clarifique el concepto de Estado laico, los derechos individuales y  colectivos, y  la delimitación del espacio religioso y el civil.                                                                               

3.- Qué es la libertad religiosa:
La libertad de culto o libertad religiosa es un derecho fundamental que se refiere a la opción de cada ser humano de elegir libremente su religión, de no elegir ninguna, o de no creer. Y poder ejercer dicha convicción públicamente, sin ser víctima de opresión, discriminación o intento de cambiarla.[]
Este concepto va más allá de la simple tolerancia religiosa que permite, como una concesión, el ejercicio de religiones distintas a la oficial, en situaciones de confesionalidad del Estado propias del Antiguo Régimen. En las democracias modernas el Estado garantiza la libertad religiosa a todos los ciudadanos, pero en la práctica la elección del credo está dada generalmente por costumbres familiares y sociales.

La Ley Orgánica de la Libertad Religiosa de 1980 es junto con los Acuerdos de 1979 el núcleo duro del marco de relación del Estado Español con la Iglesia Católica y secundariamente con algunas otras religiones. Mantiene casi todos los privilegios concedidos por el régimen franquista; y excluye de su protección a todos los demás convicciones no religiosas, generando más discriminación.
            Esta ley es un artificio innecesario en la legislación española. Una correcta Ley de Libertad de Conciencia incluiría la defensa en igualdad de las convicciones de todos los ciudadanos, entre ellos los religiosos, y la libertad de Pensamiento y la de Expresión, y por tanto la de sus Cultos.
            La Ley  introduce en su articulado falacias como la de considerar la libertad religiosa como un derecho fundamental, y eliminar reducir todas las expresiones de “convicciones, creencias y conciencia”, sustituyéndolas exclusivamente por “las religiosas”. De esta forma consigue protección privilegiada para las religiones, principalmente para la Iglesia Católica, y discrimina cualquier otra forma de pensamiento y de convicciones.
            Además introduce expresiones, “derecho a la enseñanza de la religión dentro y fuera del ámbito escolar” que no son constitucionales, tratando de asentar la materia religión dentro de la escuela.

Las obligaciones:
A todo derecho le corresponde un deber, una obligación. “Tus derechos son mis obligaciones, mis obligaciones son tus derechos”.  Se trata de una obligación moral ciudadana ¿A qué obligarían estos tres derechos?

1.- El deber de pensar,
Se trata de esforzarse por tener un pensamiento propio, no repetir el pensamiento de los demás, de lo que dice la TV. Es un pensar que sea lo más libre posible de ataduras y de influencias, de presiones, de la familia, de los amigos, de la Iglesia. Es la forma de mantener la dignidad personal: que no piensen otros por mí. Que cada uno vaya elaborando su propio pensamiento político, económico, ético, religioso, etc.
Se tiene una cierta obligación moral de fomentar el pensamiento crítico como base de una revolución sociocultural. Cuanto seamos más críticos políticamente, menos fuerza tendrán los poderes fácticos contra el pueblo. Un pueblo analfabeto, inculto y sumiso es carne de cañón para el poder.

2.- El deber de elegir la propias convicciones,
Las convicciones son los pensamientos asumidos por el sujeto como propios y como explicaciones de lo que es el ser, del funcionamiento del mundo y de su forma de relación con el mismo. Se denominan como tales los conocimientos, creencias (filosóficas, religiosas y no religiosas, de cultura étnica y tradiciones, científicas...), valores y normas éticas y morales, posiciones políticas, estéticas. En buena parte coincide con el contenido de la Conciencia de la que son expresiones.
 “Una convicción se define por el hecho de que orientamos nuestro comportamiento conforme a ella” (J. Habermas). Con esto quiero decir algo tan sencillo como esto: cuando uno está convencido de que tiene que hacer una cosa, la hace. Y si no la hace, es que no está convencido de tal cosa. La esencia de la convicción estriba en el establecimiento de una forma de comportarse. Y todavía una observación importante, «una convicción es una regla de comportamiento, pero no el comportamiento mismo determinado por la costumbre, no por lo que siempre se ha hecho».  Es decir, el hecho de portarse de una forma determinada no es, por eso sólo, una convicción. La convicción empieza donde se rompe con lo que hacemos por mera costumbre, por la rutina de lo que hemos hecho toda la vida o de lo que hace todo el mundo. Nada de eso expresa una convicción. Uno está convencido de algo cuando lo pone en práctica. El que está realmente convencido de que es necesario dejar de fumar, lo hace. Y si no lo hace, es que no está verdaderamente convencido de eso.

3.- El deber de elegir la propia religión:
Qué religión eliges, si quieres ser cristiano, o musulmán o protestante o hindú o confucionismo, o budismo, o cualquiera otra r3eligión. Qué religión eliges si quieres elegir alguna. No se trata de ser cristiano porque mis padres me bautizaron, sino de si quiero ser cristiano de verdad, si elijo el estilo de vida que nos ha marcado Jesús de Nazaret en su evangelio. No es cuestión de dogmas, ritos, (sacramentos) o morales, sino una forma de vida No se trata de “apuntarse” a la Iglesia católica como quien se apunta al Real Madrid, o a un sindicato o partido político. Y que luego, si no te gusta, te “desapuntas”, devuelves el “carné”. Es otra cosa. Se trata de ver el mundo, la vida, la sociedad, la política, desde otra perspectiva diferente.

Los Estados confesionales y la Iglesia católica:
Cuando una religión se viste de “poder”, entra en relación con otros poderes. En algunas naciones el Estado asume como religión oficial la católica. A estos Estados se les llama “confesionales”. Y se relacionan con la Iglesia católica, mediante “Concordatos”. Un concordato es un tratado internacional entre un Estado y la Iglesia Católica (el Estado Vaticano),  para regular sus relaciones en materias de mutuo interés. En realidad se traduce en una relación de obligaciones y de cesiones de Dominios y Bienes Públicos por parte del Estado, sin ninguna contrapartida. Estos acuerdos consolidan como derechos a usos y costumbres que son privilegios o injerencias en el Ámbito Público y que suponen una discriminación con los demás ciudadanos.
El Concordato Español de 1953 supuso para el Régimen franquista el ansiado "reconocimiento internacional". Para la Iglesia las concesiones fueron de tal tamaño y profundidad política que lo consideraban como el acuerdo más ventajoso que se había firmado en toda la historia.

Este Concordato se ha aplicado tal cual durante 27 años y, tras ser modificado en 1979, mediante unos “Acuerdos”, continúa vigente casi 60 años después, más de 30 de ellos en el marco de la Constitución de 1978.
Algunos católicos “progresistas” afirman que el concordato de 1953  ya no existe, que está derogado. No ha sido nunca derogado; bien por el contrario, en los documentos legales se cita siempre como "vigente". Se han retocado sus artículos; pero la estructura concordataria permanece. Ni siquiera se ha planteado su denuncia; a pesar de sus defectos legales. Los sectores eclesiásticos menos anquilosados plantean hacer una revisión del concordato para adecentar las grietas y la insoportable inconstitucionalidad del mismo.
El laicismo no está interesado en una nueva revisión del Concordato de 1953. Lo que propugna es su denuncia y revocación.
El Estado español debe reconocer y proteger los derechos civiles de los católicos y entre ellos el de su creencia religiosas como decisión de su libertad de conciencia. Asimismo reconoce su derecho de asociación en una iglesia que los represente. Esta debe ser la consideración de la Iglesia Católica en un Estado democrático.

Financiación de la Iglesia Católica
1.- Pregunta básica:
 ¿Tiene que financiar el Estado a la Iglesia católica?
Financiar significa que el Estado tiene que  pagar los costes que tiene esta institución para desarrollar sus tareas religiosas. ¿De dónde le viene esa “obligación”?

2.- Los que dicen que SI tiene esa obligación:
Les viene de muy antiguo:
Un poco de historia:
En 1851 los Concordatos de Isabel II
en 1940: concordatos con Hitler, Musolini
en 1953  con Franco,
en 1976  con el Rey Juan Carlos I, preconstitucional,
en 1979  “ACUERDOS”  entre el Estado español y la Santa Sede,  actualmente vigentes.

3.- Los que dicen que NO:
  1. La Constitución española de. 1978: art. 16.3 “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”, es decir,  se trata de un Estado a-confesional y por tanto laico.
  2. Los acuerdos Iglesia Estado de 1979 tienen estas dificultades de tipo jurídico:
a)     El carácter preconstitucional de los acuerdos
b)     La regulación mediante acuerdos de las relaciones entre Iglesia y Estado no tiene ninguna justificación. Las materias tratadas (educación, asistencia religiosa a militares, exenciones fiscales, etc.) no tienen por qué tener rango de tratado internacional. Porque estos acuerdos están por encima de otras normas y reglas nacionales.
c)      Establecen un régimen de privilegio para la Iglesia católica, en contra del pluralismo religioso y el principio de igualdad, y de neutralidad del Estado aconfesional.
  3. Va contra unos principios elementales:
A.     Principio de ciudadanía; somos ciudadanos. antes que creyentes.
B.     Principio de igualdad democrática: todos los ciudadanos y ciudadanas somos iguales.
C.     Principio de laicidad: el laicismo supone una independencia y separación efectiva entre el Estado y las iglesias.

4.- Estos privilegios para la I. Católica tiene unas consecuencias económicas: el IRPF da a la I.C. muchos millones de euros. Los obispos recibieron 241 millones el año pasado  34.9 euros por casilla. Pero como no tiene suficiente dinero para sus gastos (sueldos de obispos, curas, profesores de religión, etc. etc.) el Estado le ha dado el año pasado 2013 más de 10.000 millones de €.(según Europa Laica) por diversos conceptos, como no pagar el IBI, exenciones fiscales, etc.


No es tolerable la intolerancia
El intolerante no acepta las ideas
del otro y concibe a éste incapaz. No es
tolerable la violencia, la violación de los
derechos humanos básicos o los ataques a
la dignidad. El hambre y la guerra son intolerables.
El sistema es intolerable.