José María García
Mauriño
11 de Junio
de 2015
La
pregunta no es retórica porque lo mismo la Democracia que el Planeta están
atravesados por este Capitalismo neoliberal. Democracia y capitalismo son
incompatibles, pues mientras una se basa en la igualdad de todos los ciudadanos
y ciudadanas sin distinciones, el capitalismo prioriza el dominio de unos pocos
poseedores de dinero y de poder, sobre la inmensa mayoría. Hoy, tampoco se
podría entender un planteamiento democrático sin poner de manifiesto la situación del planeta.
El capitalismo también ha destrozado el planeta
.
Hemos
destruido casi la mitad de los grandes bosques de la tierra, los pulmones del
Planeta. Cada año se tala un área boscosa mayor que Bangladesh. Hemos soltado a
la atmósfera cantidades inmensas de dióxido de carbono y de otros gases de
efecto invernadero, iniciando un peligroso ciclo de calentamiento global y de
inestabilidad del clima. La Tierra tiene ahora una
temperatura entre 5º y 7º C superior a la de la última glaciación. Hemos
provocado un gigantesco agujero en la capa de ozono, la piel protectora del
Planeta, que filtra una peligrosa radiación
ultravioleta.
Hace ya bastante tiempo que este capitalismo
ha superado los límites del planeta, los
límites de la biocapacidad que tiene la tierra. Y ahora mismo, tanto por el declive de la energía y los minerales como por el cambio climático,
podemos estar entrando ya en una situación de colapso planetario. No se trata
de una hipótesis lejana o de futuro, es ya el presente. Se trata del colapso en
el funcionamiento de los ecosistemas, en los servicios que presta el planeta y
que son absolutamente imprescindibles para que podamos existir como especie.
Estamos en una crisis ecológica brutal que obliga a frenar con urgencia el modelo económico capitalista y el
despilfarro y a abordar un plan de rescate planetario.
El
decrecimiento material de la economía (me refiero al uso de energía y de
generación de residuos) es un dato, no se trata de una opción ética que tengamos algunos. Y este
dato nos lleva a dos formas de afrontarlo. Una, la deseable, que consiste en
una reducción planificada y democrática de la esfera material de la economía y
a un reparto de la riqueza entre todos y todas, porque el buen uso de los recursos naturales limitados
en una sociedad justa debe tener un carácter normativo. Lo que significa poner
freno y techo a quien consume más de lo que le corresponde porque impide que
otros no lleguen a lo básicamente necesario.
La
otra vía, la que se está dando actualmente, es la más irracional. Consiste en el
decrecimiento de lo material de forma desigual y antidemocrática de forma que
quienes tienen poder económico, político y militar siguen manteniendo su nivel de vida a costa de dejar
fuera a la mayoría de la gente. Estamos inmersos en un capitalismo que no es, en definitiva, productor de bienes y
servicios de forma respetuosa para con la naturaleza, sino en un sistema explotador
que está exprimiendo la vida como se le saca a un limón la última gota. Se trata de una forma de
capitalismo que agota la tierra y expulsa a la gente.
Ser
demócrata, por tanto, significa respeto a la igualdad básica de todos los
ciudadanos y ciudadanas, y respeto fundamental con el Planeta, para no explotarlo
sino colaborar con él para poder vivir en perfecta armonía con la rica
biodiversidad de la tierra.
Dentro
de estas coordenadas históricas hemos celebrado unas elecciones municipales y
autonómicas el 24 de Mayo de 2015 como correspondía al calendario político.
Hemos participado la mayoría de la gente,
cada cual a su estilo, en medio de una
estructura sociopolítica conflictiva. Se trata de la dialéctica entre el
sistema capitalista de dominación en
pocas manos, y el respeto a las decisiones de las personas propio de la
democracia. Se produce una gran tensión entre los intereses del capital y los
intereses de la ciudadanía, entre el beneficio y el lucro personal y los
intereses de la sociedad. En este modelo económico no cuentan las personas. Y
si no cuentan las personas, no hay democracia. Mientras el poder político no
logre controlar democráticamente al poder económico no puede haber democracia.
Hoy mucha gente tiene interiorizado que democracia es votar cada cuatro años.
Se cree que basta con sumar voluntades individuales para llegar a soluciones
democráticas. Pero esto no es democracia, la democracia es mucho más. Vivimos
en un planeta con recursos limitados, finitos. Y en un entorno así, finito,
limitado, la única manera de poder resolver colectivamente los anhelos de todas
las personas es la deliberación y la adopción de un punto de vista en
común, que necesariamente supondrá a
veces límites para algunos deseos. Entonces, esa idea de democracia, reducida a
la mera suma, a la mera mayoría, y que está
además construída sobre una idea muy liberal de libertad, se compagina muy
mal con el hecho de que se tenga que
construir sobre un territorio con recursos limitados, finitos, que hay que repartir entre todas las personas.
Aquí tenemos un problema de déficit democrático, pero también de supremacía
cultural. Al final, la gran conquista del capitalismo ha sido no solo la de
hacerse con el poder económico y el poder político, sino la de hacerse, además,
con las distintas formas que tiene la gentede ver el mundo, la sociedad Lo que
lleva a una reducción del sujeto antropológico casi a sujeto contable en lo
económico y en lo político.
Por otra parte, las elecciones reflejan una contradicción
muy humana: un deseo de cambio y un miedo al cambio. Son tiempos apasionantes, pero también
difíciles, porque cuando las cosas cambian hay un momento en el que lo nuevo no
aparece del todo y lo viejo no acaba de desaparecer. Es un tópico muy
difundido, pero no se puede negar que esto es lo que está pasando y que produce
incertidumbres. Mucha gente de mi generación, por ejemplo, piensa que le
gustaría poder vivir lo suficiente para ver en qué acaba todo esto. Son
muchísimas las cosas que están cambiando: el avance de la globalización, las
tecnologías de la información, el uso por parte de las generaciones más jóvenes
de las TIC (Técnicas de Información de la Comunicación), las nuevas conductas
sociales… Es un escenario muy nuevo, con algunas fuerzas que resultan difíciles
de controlar. Hablo por ejemplo de la influencia enorme de las multinacionales,
del capital financiero… Un escenario tan cambiante incluso apabulla y llegas
preguntarte si es posible meter todo eso en un solo saco y sacar conclusiones
útiles. Pero en eso estamos los sociólogos, en intentar poner un poco de razón en
todo eso, aunque no es fácil. Palabra no falta. Información y análisis hay
muchísimos, y cada vez más. Que si blogs, que si Twitter El
problema es que entre toda esa palabrería existe falta de orden. No acabamos de
analizar bien lo que ocurre, de transmitirlo de una forma adecuada o de emitir
un diagnóstico correcto. Y como sociedad resulta fundamental tener un
diagnóstico. Hay una frase de un psicólogo americano, Kurt Lewin, que me gusta
mucho y que dice que "no hay nada más práctico que una buena teoría".
Cierto, se necesita saber lo que está ocurriendo para poder actuar en
consecuencia. Muchas veces se minusvalora lo teórico, pero la realidad es que
sin una buena teoría lo único que haces es dar palos de ciego.
Cuando
ahora mismo vemos las nuevas plataformas emergentes tipo Podemos y las diferentes construcciones de Ganemos, Ahora Madrid, Barcelona en común, etc. se empieza a
instalar la idea de que basta con cambiar a gobernantes corruptos por otros que
no lo son para que podamos darle la vuelta al sistema. Lo importante es no es
qué partido político o qué coalición nos gobierna, sino qué clase social está
en el poder. Se trata de la lucha de clases: el 10 % de los hogares más
ricos ha aumentado su patrimonio en un Billón de €, de 2002 a 2011,según datos
del Banco de España. A veces tengo la
sensación de que, ante la
corrupción y las políticas de austericidio, se interioriza fácilmente la idea
de que, si llega otra gente diferente al poder,
el cambio será fácil y casi inmediato. Las cosas son más complicadas.
Pero
nos encontramos con problemas estructurales que son gravísimos. Por un lado,
hay una concentración brutal del poder económico y también de poder político.
Y, por otro lado, hay problemas muy
serios que políticamente se silencian —como la crisis energética, de minerales
y el propio cambio climático— y que te hacen pensar que la humanidad, quiera o
no quiera, va a tener que vivir con
menos energía y menos recursos en el
futuro. La redistribución de la riqueza, asunto central en una democracia, va a
necesitar mucha voluntad política y mucha lucha de clase.
Cuando
pensamos en las transformaciones estructurales que se necesitan para cambiar el
sistema, con frecuencia nos parece que las muchas iniciativas de economía
social y solidaria que se están poniendo en marcha son cosas insignificantes.
Sin embargo, a mí me parece que estamos claramente en un terreno de disputa de la supremacía
económica. Es muy significativo que estén creciendo considerablemente en todo
el Estado cooperativas de trabajo — enmarcadas dentro de la economía social y
solidaria—, redes y estructuras de finanzas alternativas, grupos de
consumidores que se articulan y practican una especie de desobediencia civil a
la hora de saltarse muchas de las
normativas que les impiden acceder a los productores de forma directa. Es
impresionante cómo han ido creciendo esas iniciativas durante todo el periodo
de la crisis cómo se ha organizado, por ejemplo, el mercado social de Madrid, cómo se ha extendido de forma importante la
red de economía solidaria alternativa. Las ferias a nivel estatal y local están siendo espectaculares.
Si durante largo tiempo tuvimos que oír a tertulianos de
distinta índole acusar al 15M de radical, de ser antisistema y “perrofláutico”,
diciendo aquello de que “si queréis hacer política formad un partido”, como si
la política se limitara a hacer política partidista, sin entender o no querer
entender absolutamente nada de lo que significó ese “levantamiento popular”
indignado; ahora, las peores pesadillas del establishment se han hecho
realidad. El discurso en contra de la supremacía del Estado levantado en aquel
momento en múltiples plazas, capaz de dibujar unas nuevas expectativas
colectivas. Este discurso mostró sin rodeos el vínculo entre crisis económica y
secuestro político y que conectó, como nunca antes, con una mayoría social
golpeada por tres largos años de recortes, asalta hoy las instituciones,
desbordando los límites de lo posible que nos habían impuesto.
No se trataba,
como decían algunos coaligarnos todos en un partido único, y hacer más de lo
mismo, sino de levantar nuevos instrumentos políticos, metodologías,
confluencias, procesos que permitieran trasladar esa indignación de la calle a
las instituciones. Convertir la mayoría social azotada por la crisis en mayoría
política. Sin olvidar que todo proceso de cambio real vendrá de la toma de
conciencia colectiva, la organización popular y la movilización sostenida. Esto
va a venir de abajo, no de las altas esferas.. En definitiva, ocupar las
instituciones, como antes se habían ocupado las plazas, para ponerlas al
servicio de los “nadie”, de los de abajo, de los excluidos. Y eso es lo que se está
empezando a hacer ahora.
Y dicen algunos: "más vale malo conocido
que bueno por conocer". Lo malo es la corrupción, lo malo son las puertas
giratorias, lo malo es el robo tremendo perpetrado a golpe de ley, porque todo
es legal. Por eso, se necesita el cambio, pero hay mucho miedo al cambio. Mucho
miedo a lo nuevo, a un cambio que es algo distinto, a estrenar, que no es lo de
siempre, y eso asusta mucho a la gente. Se creen algunos o algunas que si viene
Podemos le van a quitar su chalé
en la playa o el apartamento en la
Manga. Hay mucho descontento, mucho deseo de cambio, pero también mucha resistencia
a cambiar, mucha ilusión por parte de algunos y algunas y también bastante
escepticismo por parte de una gran parte de la ciudadanía. Sin embargo, las
urnas han igualado el camino. Todos
somos iguales ante las urnas: una persona un voto. Vele igual el voto de la
directora del Banco de Santander, que el voto de una campesina que recoge la
cosecha del arroz. Da igual que tenga mucho poder político que no lo tenga, El
voto del Sr. Rajoy vale lo miso ante las urnas que el muchacho indignado de un
grupo del 15M. Vale lo mismo el voto del empresario que el voto del
trabajador/a a su cargo .Todos y todas nos igualamos ante las urnas.
¿Qué es lo que ha pasado?
Que ha empezado a haber un
cambio: Ese famoso “sí se puede” que durante meses
retumbó en plazas y calles después de una imborrable Primavera Indignada del
2011, llega ahora con Podemos como un
terremoto a las instituciones, algo inimaginable entonces. La victoria en Cataluña
con Ada Colau al frente de “Barcelona en
Comú, y la plataforma Ahora Madrid
con Manuela Carmena, al menos en estas
dos capitales, han hecho saltar por los aires el tablero político.
Ha habido un cambio
porque ha quedado muy debilitado el llamado bipartidismo, aunque no se ha ido
del todo. Ya no hay alternancia en el poder. Notable descenso de votos en los
dos partidos que se han repartido el poder durante años. Serán otros los
partidos o coaliciones los que tomen el relevo. Pero teniendo muy claro que el
mero cambio de personas o de siglas no significa cambio de las políticas llevada
s cabo anteriormente. El sistema
permanece más o menos intacto. Si hay cambio, no hay estabilidad, y si
percibimos que sigue habiendo una cierta están ahoraestabilidad, es que el
cambio es tan ténue que apenas se nota. Las alianzas entre partidos no se pueden tomar como un juego de siglas, de sumas aritméticas, como
si fuera un puzzle en el que tienen que
encajar bien las piezas para que el tablero político sea decente. Ninguno tiene
que quedar fuera de juego, ninguno tiene que salirse por no encajar, todos
tienen que estar presentes, todos tienen que participar en el juego El sistema tiene que funcionar, la
democracia continúa su nueva singladura. Y todos tan contentos. ¿Es esto lo que
se pretende? ¿O lo que queremos es una
nueva manera de gobernar, de preocuparse por el bien común, que ningún
ciudadano o ciudadana pueda quedar desprotegido?
Los
resultados:
Los resultados de esta contienda
electoral rompen los esquemas de la política tal como la conocíamos desde la
transición. El tablero ya no es cosa de dos, del PP y del PSOE. Y la entrada de
los “sin voz”, de los precarios, los desahuciados, los parados…, en definitiva
de los que están fuera, los que sobran, se colocan al frente del ayuntamiento
de Barcelona. Se demuestra que se puede
ganar y que todo es posible. Es el momento de llevar a la práctica esa famosa
consigna de “mandar obedeciendo”. Pero, la senda del cambio en mayúsculas no
será fácil. La presión del establishment, desde sus lobbies económicos a su
maquinaria mediática, ya la estamos viendo. Las trabas y las descalificaciones,
son múltiples. La responsabilidad, así como la oportunidad, es enorme.
Hoy, vivimos un momento histórico. Han
pasado cuatro años desde que en las plazas se gritaba: “No nos representan”.
Tras el terremoto político de estas elecciones una nueva consigna se impone:
“Sí nos representan”. En Catalunya, las elecciones al Parlament son el próximo
asalto. En Madrid, el Congreso de los Diputados que se prepare. Como decía Ada
Colau en esta histórica noche electoral: “Esto es una revolución imparable”.
Ojalá sea verdad. Porque parece que en este intento de
establecer alianzas, los partidos se han olvidado de la ciudadanía. Se juntan unos líderes con otros, Pablo Iglesias
con Pedro Sánchez, el de Ciudadanos con otros, y tratan de ver quien es el más votado para
elegir el alcalde de turno o el presidente de la CA. El alcalde nos lo dan
elegido los secretarios generales, no los ciudadanos o ciudadanas. ¿Otra vez
sigue la rueda de la Democracia establecida? ¿Ya no es el poder popular el que
toma decisiones? ¿Ya no tratan de cambiar la ley electoral? Teníamos una cierta
esperanza. Pero a la primera de cambio todo sigue casi igual. No hay por qué
asustarse.
¿Llegaremos a una democratización de la
vida política? Esta no es ni más ni menos que (además de democratizar las
instituciones representativas desde los partidos políticos hasta la ley
electoral), introducir formas de democracia directa, como referéndums
vinculantes, a nivel local, comarcal, regional y nacional, además de estatal.
En otras palabras, el derecho a decidir (no solo cada cuatro años a través de
la vía representativa) en todas las áreas, tanto políticas como económicas y
sociales, además de las territoriales, debe implementarse ya, ahora, a través
de referéndums vinculantes. Esta medida es urgente y necesaria. Es una enorme
limitación de la democracia restringir esta a votar solo cada cuatro años.
Tal democratización
requiere también la democratización de los medios de información (tanto
públicos como privados), estableciendo una diversidad ideológica hoy
inexistente. La información responde a un modelo capitalista de consumo que
provoca que las noticias sufran un tratamiento tan rápido que no permite la
reflexión o la interiorización necesarias para poder dar una respuesta crítica.
La instrumentalización de TV3 y Catalunya Ràdio en democratización de la vida
política, que no es ni más ni menos que, introducir formas de democracia
directa, como referéndums vinculantes, a nivel local, comarcal, regional y
nacional, además de estatal. En otras palabras, el derecho a decidir (no solo
cada cuatro años a través de la vía representativa) en todas las áreas tanto
políticas como económicas y sociales, además de las territoriales, debe
implementarse ya, ahora, a través de referéndums vinculantes. Esta medida es
urgente y necesaria. Es una enorme limitación de la democracia restringir esta
a votar solo cada cuatro años. Lo ocurrido estos años de Gran Recesión muestra
las limitaciones del sistema democrático actual.
¿Qué es lo que nos queda? Una Satisfacción insatisfactoria.
Examen de
algunos partidos:
A) Podemos no se ha
presentado en ninguna plataforma con su marca. Ha apoyado otras plataformas
como la de Barcelona en Común o la de Ahora
Madrid. En el caso de PODEMOS
seguramente, esperaba más si miramos lo que decía durante la campaña. En
esta satisfacción insuficiente pueden haber pesado factores negativos y
positivos.
Entre los primeros está el pequeño escándalo
Monedero que (aunque leve en comparación con los casos de corrupción) no
fue explicado satisfactoriamente y fue magnificado por los medios de
comunicación, en comparación con los otros. Además, los pequeños roces entre
ellos, aunque son normales y comprensibles entre los humanos, constituyen
también una carnaza para los medios que ganan audiencia presentando peleas.
Y en positivo (muy positivo en mi opinión) está la
modesta financiación de una campaña electoral para la que el PP contaba con
veinte millones y medio de € (cuando, para sanidad o cultura, no había un
céntimo más ...); el PSOE con casi 8 millones y PODEMOS con sólo un millón que,
además, no provenía de créditos bancarios. Esto por sí solo me parece muy digno
de aplauso.
B) - Sin
democracia no hay progreso Algo
parecido se puede decir de UPyD, tan necesitada ahora de una respiración
artificial. Este partido creo que tiene el mérito de ser el que ha puesto más
denuncias eficaces en casos de corrupción. Es bueno saber también que su
presupuesto electoral eran sólo 185,000 €: una miseria en comparación con los
millones del PP. Todo esto es positivo. Pero en negativo creo que ha pesado el
carácter autoritario y poco dialogante de Rosa Díez que pretende hacer política
con el lema de "quien no está conmigo está contra mí".
C) Izquierda Unida es un partido que inspira temor a muchos por las razones que ahora
diré. Quizás antaño compensaba ese miedo por la categoría de algunos líderes
(Anguita, G. Iglesias, Llamazares) que, en mi opinión, están entre los
políticos más honestos y con más carisma que ha tenido nuestra democracia. Pero
hoy creo que adolece de una falta de liderazgo entusiasmante. Lo cual, unido al
"tsunami bipartidista", a ciertas rencillas interna de última hora y,
quizás, al hecho de haber pactado con el PP en Extremadura, les ha pasado
factura.
D) El PSOE, tanto decir que representa el cambio por la
izquierda que él mismo no se lo cree. Se le puede aplicar ese refrán: “Dime de
qué presumes y re diré de lo que careces”.Sigue su trayectoria neoliberal.
Y seguiremos
teniendo miedo ¿por qué?
Este punto me parece fundamental en mi reflexión. Hoy
ya ha bajado la bolsa (y en España creo que más que en otros lugares) y este
dato me ha hecho recordar una frase indignante de Milton Friedman: "todo
lo que se hace para ayudar a los pobres, acaba perjudicándoles". La
frase es de un cinismo indignante, porque Friedman la presentaba como una ley
física de nuestra naturaleza, tan mecánica como la gravedad o la velocidad de
la luz. Pero tiene su punto de verdad que debe obligarnos a reflexionar: porque
quien manda en el mundo no son los políticos, sino las multinacionales y los
Bancos; y estos no tolerarán que se haga política en favor de los pobres. El
enemigo no es el PP, ni la forma de gobierno de los dirigentes del PP, el verdadero
enemigo es este Capitalismo rampante que todo lo abarca, todo lo domina.
Pero sin
democracia económica no puede haber democracia política. Por mucho que
presumamos de ella y hasta queramos exportarla o imponerla a otros, nuestra
democracia se parece mucho a aquello que nuestro último dictador llamó
democracia "orgánica". No sé qué quería decir con ello (quizá en
América Latina habrían dicho simplemente "pelotuda"). Pero está claro
que era un intento de lavarse la cara y dar un nombre bonito a una realidad que
no lo merecía. Éste me parece el punto sobre el que más deberíamos reflexionar.
Y es
claro también que si Podemos niega su apoyo al PSOE será acusado de
"traicionar a la izquierda" por parte de quienes aún piensan que el
bipartidismo supone una confrontación derecha- izquierda y no la alternancia de
dos grupos que, en lo esencial, defienden los mismos intereses. Si se impone la opción de convertir
la partida actualmente a dos (PP-PSOE) en un juego también a dos aunque en
parejas (PP-Ciudadanos por una parte y PSOE-Podemos por otra) ello reflejará
que ha ganado el alma reformista y Podemos se convertirá en una especie de IU
bis.¿Sería otra manera distinta de realizar el bipartidismo? El dilema es
aceptar la lógica del juego político existente, convirtiéndose en un jugador
más con mayor o menor grado de influencia según sea su cuota de poder, o ser el
medio de transmisión de la voz de los movimientos sociales alternativos y el
fustigador de los vicios que surgen del propio funcionamiento del sistema con
el objetivo de transformarlo en una democracia en la cual sea posible la
participación real de la ciudadanía no sólo en las urnas cada cuatro años.
Una pregunta final y una advertencia
a.- La pregunta es cómo reaccionará el PP: si
seguirá metiendo la cabeza bajo el ala, convencido de que la realidad no es
lo que pasa sino lo que se dice que pasa (y ellos tienen más voz que nadie para
decir), y dejándonos la duda de si mienten o es que no se enteran: dos modos de
proceder muy malos para un político. Prefiero desde luego la reacción honesta
de Rita Barberá ("estos resultados no me gustan nada") a la de la
señora Cospedal ("el pueblo ha hablado y hemos ganado"). ¡Por favor!
¿Hará lo mismo Ciudadanos, el hijo
joven del PP?
b.- La advertencia
podría formulase así: el pueblo nos ha dicho que dialoguemos. Pero nos exige
dialogar, no "negociar". En la negociación uno se baja los pantalones
y es capaz de renunciar a lo que tenía por más sagrado con tal de conseguir
poder (recordemos al primer Aznar, con el cupo vasco, tan contrario a sus
ideas). En el diálogo se escucha, se argumenta, se buscan caminos nuevos y
puntos de confluencia.
Y al final, naturalmente, se pacta; pero el pacto ha
sido fruto de un encuentro, no de un afán oscuro de poder.
Y la advertencia
hoy se puede vivir la política envuelta en una mentira tranquilizadora. Muchos
ojos van a estar ahora puestos en los partidos emergentes. Y las empresas de la
comunicación van a portarse con ellos con la intención a ver en qué les podeos
coger Hay que tener esto en cuenta
porque ahí puede estar la gran esperanza del PP, para recuperarse antes de
las elecciones generales: ensuciarlos todo lo que puedan.
Independientemente
del resultado una cosa está clara, estamos explorando nuevas vías de democracia
participativa, más cercana a la gente, y estamos diciendo no a una democracia
secuestrada por los mercados. Lo que sucedió pone de manifiesto que la
democracia no es algo unívoco ni inmutable y que no es patrimonio de élites ni
oligarquías. Se inicia pues un tiempo de gran esperanza y también de gran
incertidumbre ¿Estaremos a la altura para construir una sociedad más justa,
fraterna y solidaria? La oportunidad de hacer las cosas bien comienza
ahora. Queda inaugurado el ‘cambio de época’
---oOo---
No hay comentarios:
Publicar un comentario