José
María García Mauriño
Mayo
de 2018
Me da la impresión que el llamado “centro”
es un comodín que sirve para todo.
Algunos de derechas lo usan porque tal vez en ciertos ambientes políticos no conservadores
les da vergüenza decir que son de derechas y dicen que son de centro derecha. Y
lo mismo les pasa a algunos de izquierdas que lo emplean para decir que son de centro
izquierda porque no se atreven a decir claramente su opción política. Y algunas
personas se declaran de “centro” porque no se atreven a ser de uno o de otro
lado, y prefieren quedarase en el fiel de la balanza, sin inclinarse a la
derecha o a la izquierda. Son las personas que pretenden ser neutrales, son las
eternas “moderadas”, las personas equilibradas, las equidistantes, las objetivas,
las imparciales, las que no se quieren “mojar”, las que intentan ver los toros
desde la barrera. Como si esto fuera posible. Creo que solo el Estado es
neutral cuando en sus disposiciones no se inclina por ninguna religión,
como manda la Constitución.
Pero, nos seguimos preguntando, ¿es posible
que no exista el CENTRO?
El llamado Centro depende de dónde pongamos los extremos. Entre 1 y 10 el
centro es aritméticamente el 5. Pero, en
Política es mucho más difícil. Hay que establecer una línea entre los extremos,
hay que ver a qué llamamos izquierda y a qué llamamos derecha, Si ponemos al
PSOE en la izquierda, y el PP en la derecha, cometemos un error. El partido
socialista no es de izquierdas porque dice que “somos la izquierda”, (“dime de
qué presumes y te diré de lo que careces!”) pero luego se inclina tanto a la derecha que resulta ser de derechas, es de
derechas. Depende del sitio desde dónde se sitúe cada quien: si digo que “Podemos”
es de extrema izquierda es porque tal vez yo estoy situado en la extrema
derecha. Hay que hacer una valoración distinta a esa tradicional de derechas e
izquierdas. Esa ya no vale para valorar el panorama político actual. La línea
tradicional dice que las políticas neoliberales, son de derechas, los que se
oponen y brindan por el socialismo, son de izquierdas. El centro no es la moderación, no es la neutralidad. La neutralidad
es imposible. No se puede ser “moderado” cuando hay una serie de políticos que
roban a la ciudadanía: no se les puede decir, “déjen de robar, por favor”, y
convidarles a una cerveza. Hay que echarlos sin más miramientos.
Para que el centro exista es necesario descalificar
tanto a la derecha como a la izquierda y es evidente que la descalificación más
efectiva es su desaparición. Por lo demás, la actual apelación oportunista al centro político
coincide con la tendencia general a uniformar
ideológicamente
a todas las facciones políticas. Esto excluye las posiciones más claras y
combativas, sean de un bando o sean de otro, y conduce a ese consenso blanco y
blando, pretendidamente neutral, paralizante y equidistante tanto de unos más
radicales como de otros más “sensatos”. Llegamos a la conclusión que ser de
centro es lo mismo que ser de derechas sin confesarlo porque tal vez no se atreve
o le da vergüenza ser de izquierdas. Y es el eje del tan proclamado pensamiento
único.
La reflexión más
aguda sobre este tema nos viene de Norberto
Bobbio, (célebre jurista italiano del siglo pasado) quien en su libro Derecha e izquierda, Taurus, 1995,
aboga porque su existencia no se puede negar y por la fecundidad de su
antagonismo. La política, afirma Bobbio, es una actividad de combate. Se trata del combate indisociable
propio de esa dialéctica inevitable, en la que se puede cambiar lo que se
considera de izquierda o de derecha, pero lo que no cabe es querer conjugar sus
antagonismos simultáneamente.
Proponemos
este esquema de lo que podrían ser las características de la Derecha y las de
la Izquierda: ¿Cuales serian las del Centro?
La
derecha:
ser de
derechas significa, según el prestigioso sociólogo Bonaventura
Souza Santos: “Entiendo por Derecha
al conjunto de las fuerzas sociales,
económicas y políticas que se identifican con los objetivos del capitalismo
neoliberal y con lo que esto implica en términos de políticas nacionales, de
aumento de las desigualdades sociales, de destrucción del Estado de bienestar,
de control de los medios de comunicación y de estrechamiento de la pluralidad
del espectro político”.
Ser
de derechas es tolerar injusticias, considerar los imperativos del mercado por
encima de los derechos humanos, encarar la pobreza como tacha incurable, creer
que existen personas y pueblos intrínsecamente superiores a los demás.
Lo propio de la derecha es la estabilidad, el
continuismo, el inmovilismo, lo
jerárquico, la oposición a cualquier cambio, el afán de asegurar el orden que
garantiza los propios privilegios, sean muchos o pocos.
La derecha
tiene un afán de seguridad que es la
piedra angular de todo autoritarismo, religioso o político. En ella han
tropezado todos los movimientos transformadores y a partir de ella han girado
hacia la derecha, se han anquilosado, se han petrificado y han acabado
feneciendo.
En definitiva, la derecha defiende intereses.
La izquierda:
Ser
de izquierda es, desde que esa clasificación surgió con la Revolución Francesa ,
una serie de cosas que se podrían enumerar así
1) optar por
los pobres, indignarse ante la
exclusión social, inconformarse con toda forma de injusticia o, como decía
Bobbio, considerar una aberración la desigualdad social.
2) Tener pensamiento crítico, lejos de la opinión
visceral.
3) Estimar antes lo comunitario que lo individual, antes
lo colectivo que ro privado
4) La defensa de la mujer y lucha contra el patriarcado.
5) La defensa de
los DH y del Planeta, como eje de su pensamiento,
6) Lucha contra
el capitalismo en todas sus formas.
7) Luchar por una democracia que sea verdadera, real , es
decir, por la soberanía popular.
8) Lucha por compartir los bienes entre todos los SH. No
acumular.
9) Abordar los problemas sin miedo, sean familiares,
sociales, políticos o económicos.
10) Priorizar la ética y la política sobre el dinero y
lo económico.
11) Priorizar el valor de uso sobre el valor de cambio.
12) Siempre la presencia comprometida, no la huida cobarde.
En definitiva,
la izquierda defiende Utopias
El
Centro:
El
centro no existe, se ha inventado para que las cosas no cambien y sigan igual.
Es una manera para que el neoliberalismo campe a sus anchas y mucha gente crea
en la moderación, que lleva a la mayoría de los trabajadores a la explotación,
mientras ellos, los ricos, cada vez son más ricos y el mercado es el que decide
nuestras vidas.
Pensemos en una línea divisoria mayor: la
igualdad. Frente a la concepción que sostiene que unos sirven para mandar y otros
para ser mandados, la izquierda, aún admitiendo la relatividad de dicha
categoría, toma pie en la justicia social y en la liberación colectiva para
defender que su primer objetivo es ofrecer a todos los miembros de la
comunidad, sobre todo a los más pobres y desfavorecidos, las mismas
posibilidades de progresar, de realizarse, de ser felices. Es más, piensa Bobbio que la acción pública
de los gobiernos, instancias regionales o
locales, deben implicarse en esa lucha contra la desigualdad. Contra la
hipótesis centrista que lo confía todo al esfuerzo individual y a la
creatividad de la sociedad civil, la izquierda reivindica la solidaridad de
todos con todos y todas, y denuncia el permanente recurso de muchos políticos
al escaparse de la problemática de su partido mediante ampulosas frases retóricas, a las recetas verbales de vocación
milagrosa. Que pueden hacer ilusión sobre el papel, pero que nunca acaban bien.
No todos somos iguales, no cabe la neutralidad o el apoliticismo, no todo es
tabla rasa.
Aún
tenemos todavía coleando la Tercera Vía. El anuncio de una socialdemocracia
renovada más productora de riqueza a la par que más solidaria, se ha traducido
en el desalentador balance que nos resume Philippe Auclair en su libro El
reino encantado de Tony Blair, Fayard, 2006. (Es una cita del sociólogo José
Vidal Beneyto) En ella, se ven claras las “proezas” del nuevo modelo centrista.
Se puede decir que ha aumentado considerablemente el paro, aunque oficialmente
se oculte; la privatización ha acabado con el buen funcionamiento de los
servicios públicos, como la educación y la salud que están al borde del caos, y
la política de seguridad amenaza gravemente las libertades públicas.
Esa práctica de
neutralización y ocultación propia del centrismo
y su ideología de que todo cabe en
todo, es hoy aún más perversa. Reclamar al mismo tiempo más beneficios y
más derechos humanos, invocar la modernización como práctica curalotodo y
empecinarse en la gestión conservadora, pedir más ventajas para la bolsa a la
par que más solidaridad con los empobrecidos, glorificar el populismo y apelar
a la afirmación individual, apuntarse al hedonismo y a la moralina, esas
parejas imposibles, esos son componentes completamente antagónicos y agravan
nuestra desmoralización porque son propuestas
blandas que no convienen a nuestros tiempos broncos.
Por
todas estas razones, se puede afirmar que
EL CENTRO NO EXISTE, que no tiene consistencia!!! 

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