lunes, 12 de agosto de 2013

Bondad, un valor ético olvidado

 

José María García-Mauriño

11 de agosto de 2013

 

¿Basta hoy día con ser bueno sin más…?

 

Lo importante es restaurar la BONDAD en el mundo. Hay mucha maldad en el mundo, hay mucha injusticia. Ser buenos, es ser  buenas personas y esto comporta una exigencia ética. Una bondad atravesada por la Justicia y empapada en el compromiso sociopolítico. Una bondad llena de compasión por el sufrimiento humano, desobediente con las leyes injustas. La compasión en el sentido profundo del término y no en su perversión sentimentaloide, está transida de indignación ética, ya que la conmoción interna experimentada (esa es la indignación ética) se traduce en una exigencia ineludible contra la injusticia y sus causas. La indignación ética percibe como intolerable el sufrimiento humano y reacciona frente a él, no se queda de brazos cruzados. Esta compasión, este padecer-con,  siempre apuesta por el cambio transformador. Decimos esto porque el término “bueno” puede dar lugar a equívocos. Ser bueno de verdad tiene un carácter transgresor y desobediente.

 

No tiene nada que ver con ese dicho que “todo el mundo es bueno” (tó er mundo é güeno) o con ser un “bonachón”. Juan XXIII era el Papa “bueno” pero armó un escándalo con el concilio Vaticano II. No se trata sólo de ser mejores, de ser más buenos; lo que se  pretende es organizar la convivencia para que todos y

Todas seamos felices.

 

A Jesús no lo mataron por ser “bueno”: lo mataron porque estorbaba, denunciaba a los que mantenían la injusticia y entró en un duro conflicto con los dirigentes. Sólo podremos hablar de bondad, si asumimos la tarea ética de luchar contra este (des)orden establecido por quienes se empeñan en mantener un mundo en el que sólo unos pocos viven, mientras una inmensa mayoría malvive o muere lentamente.  

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