martes, 6 de agosto de 2013

OTRO DIOS ES POSIBLE



José María García-Mauriño
4 de agosto de 2013

Estamos viviendo una de las crisis más graves que ha conocido el capitalismo en toda su historia. El sistema bancario internacional ha entrado en bancarrota y sólo se sostiene porque los gobiernos capitalistas han salido a la desesperada a salvarlo, mediante una intervención masiva como jamás hubo. Han endeudado al Estado en ¡billones de euros! (que pagaremos nosotros) y permitido a los banqueros manipular la contabilidad para ocultar la quiebra. Hasta ayer acérrimos partidarios del "libre mercado", los gobiernos no han dudado en salir al rescate de los principales responsables de la crisis financiera. Pero esto es sólo la primera parte, porque lo verdaderamente grave es lo que viene ahora: En toda Europa, los despidos, los expedientes de regulación de empleo y la no renovación de contratos se convierten diariamente en el drama de millones de personas condenadas al paro, el desahucio y la miseria.
La crisis es, efectivamente, de dimensiones planetarias, tan grande como el mundo en que vivimos. La corrupción, el ocultamiento, la falsedad, o, simplemente, la mentira, no tienen barreras ni fronteras. Tampoco las tiene la codicia, la injusticia, la usura, pero sí las hay, en cambio, para el bien común, para la justicia, para la cooperación, para la hospitalidad y los derechos humanos.

No nos creemos, eso que dicen los entendidos, que lo peor ya ha pasado, que van surgiendo brotes verdes, que se empieza a ver la luz al final del túnel. Eso no es verdad.. Los pobres son cada vez más pobres y los ricos se han aprovechado de esta crisis para hacerse más ricos. Lo peor no ha pasado, lo peor está por venir. Lo  peor que nos puede pasar es que el Sistema se ponga de nuevo en pie con todas las ayudas multimillonarias que recibe de la ciudadanía. Que siga casi igual el sistema financiero y económico, que siga el sistema militar de dominación del mundo, que se siga destruyendo la Madre Tierra, que continúen vigentes los mismos valores de acumulación del beneficio para unos pocos y se hunda en la miseria a la mitad de la humanidad.
¿Cómo y desde dónde analizamos nosotros esta crisis?
El Obispo Casaldáliga nos invita a ver el mundo desde otra perspectiva. Mirar la realidad desde la fe y desde el cambio
Nos dice: “¿Por qué no cambias de Dios?.
                        Para cambiar de vida  hay que cambiar de Dios
                        Hay que cambiar de Dios, para cambiar la Iglesia
                        Para cambiar el mundo ¡Hay que cambiar de Dios!

No cambiar desde las religiones, sino desde el grito profético de la fe contra esta situación. Otro Dios es posible. ¿Qué Dios es el que tenemos que cambiar? “No podéis servir a Dios y al dinero”.  O, en otra versión, no  podéis servir a Dios y al Capital. No podéis servir al Capital y al Dios de los pobres, Jesús de Nazaret. Tenemos que elegir entre servir a la Globalización Capitalista y ser coherentes con la Opción por los pobres. Eso está claro. Lo difícil es cambiar el Dios a quien tratamos de servir por el verdadero Dios, el Dios de Jesús de Nazaret. El Obispo nos invita a los creyentes, a que estemos de verdad en contra del sistema. El cristianismo y el capitalismo son totalmente incompatibles.

Lo que nos preguntamos a estas alturas es por nuestra postura personal ante el Sistema. Es cuestión política, y es cuestión moral. ¿Ejercemos un servicio a los pobres y una servidumbre el Sistema? No se trata de autoflagelarnos, sino de un sincero examen mental y de conciencia. En estas fechas de la Historia, en este caos climático, de guerras, militarista, económico, de pobreza y miseria,  no se pueden poner paños calientes. La ética política es una ética crítica que cuestiona al Sistema como totalidad, lejos de esa ética edulcorada de reformas del orden social. No podemos pasar de una crítica  del Sistema que nos resulta incómoda, a una moral reformista, prudente, propia del “realismo cristiano”, que nos deja más tranquilos. Hay que tener bien claro que nuestro semicristiano orden social está regido por la ley del beneficio. Es decir, se acepta el Sistema como es y se reforma solo en parte.

Las morales reformistas  se preguntan ¿Cómo ser buenos creyentes en Europa, en España, en Egipto?  Pero aceptan Egipto como Sistema vigente. Moisés, en cambio, se preguntó “¿Cómo salir de Egipto?” Porque, hay una cuestión previa: para Salir  -metáfora teológica fundamental-  hay que tener conciencia de que existe una totalidad en la que estoy dentro, y un fuera por donde puedo transitar. Es preciso partir de la realidad global, ser fieles, ser honrados con la realidad global. La Biblia llama al Sistema como totalidad, “este mundo”, o la “carne”, (basar en hebreo o sarx en griego). El pecado de la carne es la idolatría, el fetichismo, el adorar al Idolo, como última realidad absoluta, y negar la existencia del Otro, del Pobre, de los pueblos excluidos.

En el s. XVI, Bartolomé de las Casas hizo una crítica teológica al Sistema global desde los países periféricos. Es curioso observar cómo se pasó de una crítica al capitalismo global a una aceptación, e incluso  a  una justificación moral del mismo. Para las morales que rigen dentro del sistema  la Utopía, la ética, que critica al sistema, es considerada como anarquía, como fanatismo. Desde 1989 el liderazgo económico-militar norteamericano juzgará como terrorista toda actitud crítica al sistema. Aquellos cristianos que se opusieron al capitalismo en crisis, en los años 70-80 fueron sepultados por el capitalismo fascista en Europa y en EEUU. 

La ética crítica debe esclarecer el hecho y la realidad de que “más allá” de la totalidad se encuentra todavía el Otro, el pobre, el explotado. Al otro lado del Sistema se nos aparece más de media humanidad, hundida en la miseria que exige Justicia. La pretendida “ayuda” del capital a los pueblos empobrecidos en forma de Deuda Externa, además de producir un “desarrollismo” inaceptable, implantó las corporaciones transnacionales. No fue, por tanto, una exigencia de justicia, sino una estrategia capitalista para sacar beneficios.

Lo que ahora está sobre el tapete es la posible colaboración más o menos encubierta de los cristianos con el Sistema. La primera pregunta  que salta es ésta: ¿Desde dónde hacemos esa reflexión, desde dentro o desde fuera del sistema? Al menos es elementalmente ético pensar y analizar lo perverso de la globalidad del sistema. Porque según hagamos este análisis, podemos llegar a un compromiso más o menos claro con nuestra conciencia, o a una coherencia mayor o menor con nuestros planteamientos ético-cristianos. Según veamos la honda perversidad del sistema, sacaremos las consecuencias políticas que se derivan de él. Y las económicas, como no jugar a la Bolsa, retirar los dividendos  de Telefónica, Repsol, los Bancos, etc. que al menos supone una no colaboración con el núcleo del capital. Y entonces, nuestras acciones irán encaminadas a luchar en su contra, ya sea ir a una manifestación o a otra, firmar un manifiesto, asistir a una reunión o a una conferencia o debate, implicarse en algún movimiento social, ONG que son antisistema, o en una de esas mil maneras de lucha coherente. La inmensa mayoría de los cristianos y no cristianos no estarán de acuerdo con estas posturas radicales. Ya lo sabemos. Esto es sólo para Utópicos. Hoy, en este siglo XXI con estas condiciones de no-vida para la mayor parte de la humanidad, Jesús sigue repitiendo una y otra vez “no podéis servir a Dios y al Capital”.

A este crisis global del sistema, sólo se le puede combatir desde la totalidad de los oprimidos, desde la solidaridad planetaria de todos los pobres de la Tierra, más de las ¾ partes de la humanidad, más de  5.000 millones de seres humanos. 

Dios entra en la Historia a través de la denuncia profética. Denuncia de los abusos del poder, del poder mismo. “Jesús dejó  sentado que el camino hacia Dios no pasa por el Poder, ni por el Templo, ni por el Sacerdocio, ni por la Ley. Pasa por los excluidos de la Historia”.

            En este contexto de crisis que estamos atravesando hemos reconocido que la responsabilidad moral de la crisis cae enteramente del lado de quienes la han provocado, de aquellos que siguen enriqueciéndose desmesuradamente y que se está intentando resolver a costa de los pobres. Y que nada de esto es evangélico. No podemos dejar nuestras vidas en manos de los señores del sistema que continúan reformando un invento que es nefasto y cruel para toda la humanidad. No van a venir a  nuestras costas 40 o 70 senegaleses en un cayuco o en pateras. Cuando empiecen a venir 30 millones de africanos y más de 40 millones de asiáticos a España, a Europa, a este Primer mundo, sólo porque quieren vivir, entonces nos vamos a enterar, entonces caeremos en la cuenta del disparate de encomendar nuevamente al zorro que cuide del gallinero. La salida a esta crisis es muy compleja, muy difícil, y no sabemos cómo atajarla. Pero nos comprometemos a ir cambiándola.

Hay que repetir una y otra vez lo que planteábamos al principio: para salir de la crisis, hay que cambiar de Dios. Para cambiar el Sistema, hay que cambiar de Dios. Para seguir a Jesús de Nazaret hay que cambiar de Dios. Para cambiar este mundo hay que cambiar de Dios. Aunque se nos pueda llamar locos, rebeldes, políticamente incorrectos, sabemos que lo que hacemos es ofrecer al mundo el testimonio subversivo del Mensaje de Jesús.

Quiero hacer llegar a mis lectores lo complejo de esta situación, lo difícil y complicado que resulta intentar salir de estas estructuras de muerte. No está en nuestras manos la solución a esta terrible crisis. Pero, al menos, hacemos una constatación  y expresamos una convicción: que el conjunto de todas las crisis, la financiera, alimentaria, energética, hídrica, climática, social, ética, provienen de una causa común, el capitalismo globalizador. Y tengo la convicción de que podemos transformar el curso de la historia. No tengo miedo de denunciar constantemente la perversidad de este Sistema y ponerme descaradamente al lado de todos los pobres y excluidos de la Tierra. “Seamos realistas, exijamos la utopía”.


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