José María García-Mauriño
4 de agosto de 2013
Estamos viviendo una de las crisis más graves que
ha conocido el capitalismo en toda su historia. El sistema bancario
internacional ha entrado en bancarrota y sólo se sostiene porque los gobiernos
capitalistas han salido a la desesperada a salvarlo, mediante una intervención
masiva como jamás hubo. Han endeudado al Estado en ¡billones de euros! (que
pagaremos nosotros) y permitido a los banqueros manipular la contabilidad para
ocultar la quiebra. Hasta ayer acérrimos partidarios del "libre
mercado", los gobiernos no han dudado en salir al rescate de los
principales responsables de la crisis financiera. Pero esto es sólo la primera
parte, porque lo verdaderamente grave es lo que viene ahora: En toda Europa,
los despidos, los expedientes de regulación de empleo y la no renovación de
contratos se convierten diariamente en el drama de millones de personas
condenadas al paro, el desahucio y la miseria.
La crisis es, efectivamente, de dimensiones
planetarias, tan grande como el mundo en que vivimos. La corrupción, el
ocultamiento, la falsedad, o, simplemente, la mentira, no tienen barreras ni
fronteras. Tampoco las tiene la codicia, la injusticia, la usura, pero sí las
hay, en cambio, para el bien común, para la justicia, para la cooperación, para
la hospitalidad y los derechos humanos.
No nos creemos, eso que dicen los entendidos, que
lo peor ya ha pasado, que van surgiendo brotes verdes, que se empieza a ver la
luz al final del túnel. Eso no es verdad.. Los pobres son cada vez más pobres y
los ricos se han aprovechado de esta crisis para hacerse más ricos. Lo peor no
ha pasado, lo peor está por venir. Lo
peor que nos puede pasar es que el Sistema se ponga de nuevo en pie con
todas las ayudas multimillonarias que recibe de la ciudadanía. Que siga casi
igual el sistema financiero y económico, que siga el sistema militar de
dominación del mundo, que se siga destruyendo la Madre Tierra , que
continúen vigentes los mismos valores de acumulación del beneficio para unos
pocos y se hunda en la miseria a la mitad de la humanidad.
¿Cómo y desde dónde analizamos nosotros esta
crisis?
El Obispo Casaldáliga nos invita a ver el mundo
desde otra perspectiva. Mirar la realidad desde la fe y desde el cambio
Nos dice: “¿Por qué no cambias de Dios?.
Para
cambiar de vida hay que cambiar de Dios
Hay
que cambiar de Dios, para cambiar la
Iglesia
Para
cambiar el mundo ¡Hay que cambiar de Dios!
No cambiar desde las religiones, sino desde el
grito profético de la fe contra esta situación. Otro Dios es posible. ¿Qué Dios
es el que tenemos que cambiar? “No podéis servir a Dios y al dinero”. O, en otra versión, no podéis servir a Dios y al Capital. No podéis
servir al Capital y al Dios de los pobres, Jesús de Nazaret. Tenemos que elegir
entre servir a la Globalización Capitalista y ser coherentes con la Opción por
los pobres. Eso está claro. Lo difícil es cambiar el Dios a quien tratamos de
servir por el verdadero Dios, el Dios de Jesús de Nazaret. El Obispo nos invita
a los creyentes, a que estemos de verdad en contra del sistema. El cristianismo
y el capitalismo son totalmente incompatibles.
Lo que nos preguntamos a estas alturas es por
nuestra postura personal ante el Sistema. Es cuestión política, y es cuestión
moral. ¿Ejercemos un servicio a los pobres y una servidumbre el Sistema? No se
trata de autoflagelarnos, sino de un sincero examen mental y de conciencia. En
estas fechas de la Historia ,
en este caos climático, de guerras, militarista, económico, de pobreza y
miseria, no se pueden poner paños
calientes. La ética política es una ética crítica que cuestiona al Sistema como
totalidad, lejos de esa ética edulcorada de reformas del orden social. No
podemos pasar de una crítica del Sistema
que nos resulta incómoda, a una moral reformista, prudente, propia del
“realismo cristiano”, que nos deja más tranquilos. Hay que tener bien claro que
nuestro semicristiano orden social está regido por la ley del beneficio. Es
decir, se acepta el Sistema como es y se reforma solo en parte.
Las morales reformistas se preguntan ¿Cómo ser buenos creyentes en
Europa, en España, en Egipto? Pero
aceptan Egipto como Sistema vigente. Moisés, en cambio, se preguntó “¿Cómo salir
de Egipto?” Porque, hay una cuestión previa: para Salir -metáfora teológica fundamental- hay que tener conciencia de que existe una
totalidad en la que estoy dentro, y un fuera por donde puedo transitar. Es
preciso partir de la realidad global, ser fieles, ser honrados con la realidad
global. La Biblia llama al Sistema como totalidad, “este mundo”, o la “carne”,
(basar en hebreo o sarx en griego). El pecado de la carne es la idolatría, el
fetichismo, el adorar al Idolo, como última realidad absoluta, y negar la
existencia del Otro, del Pobre, de los pueblos excluidos.
En el s. XVI, Bartolomé de las Casas hizo una
crítica teológica al Sistema global desde los países periféricos. Es curioso
observar cómo se pasó de una crítica al capitalismo global a una aceptación, e
incluso a una justificación moral del mismo. Para las
morales que rigen dentro del sistema la Utopía , la ética, que critica
al sistema, es considerada como anarquía, como fanatismo. Desde 1989 el
liderazgo económico-militar norteamericano juzgará como terrorista toda actitud
crítica al sistema. Aquellos cristianos que se opusieron al capitalismo en
crisis, en los años 70-80 fueron sepultados por el capitalismo fascista en
Europa y en EEUU.
La ética crítica debe esclarecer el hecho y la
realidad de que “más allá” de la totalidad se encuentra todavía el Otro, el
pobre, el explotado. Al otro lado del Sistema se nos aparece más de media
humanidad, hundida en la miseria que exige Justicia. La pretendida “ayuda” del
capital a los pueblos empobrecidos en forma de Deuda Externa, además de
producir un “desarrollismo” inaceptable, implantó las corporaciones
transnacionales. No fue, por tanto, una exigencia de justicia, sino una
estrategia capitalista para sacar beneficios.
Lo que ahora está sobre el tapete es la posible
colaboración más o menos encubierta de los cristianos con el Sistema. La
primera pregunta que salta es ésta:
¿Desde dónde hacemos esa reflexión, desde dentro o desde fuera del sistema? Al
menos es elementalmente ético pensar y analizar lo perverso de la globalidad
del sistema. Porque según hagamos este análisis, podemos llegar a un compromiso
más o menos claro con nuestra conciencia, o a una coherencia mayor o menor con
nuestros planteamientos ético-cristianos. Según veamos la honda perversidad del
sistema, sacaremos las consecuencias políticas que se derivan de él. Y las
económicas, como no jugar a la Bolsa, retirar los dividendos de Telefónica, Repsol, los Bancos, etc. que
al menos supone una no colaboración con el núcleo del capital. Y entonces, nuestras
acciones irán encaminadas a luchar en su contra, ya sea ir a una manifestación
o a otra, firmar un manifiesto, asistir a una reunión o a una conferencia o
debate, implicarse en algún movimiento social, ONG que son antisistema, o en
una de esas mil maneras de lucha coherente. La inmensa mayoría de los
cristianos y no cristianos no estarán de acuerdo con estas posturas radicales.
Ya lo sabemos. Esto es sólo para Utópicos. Hoy, en este siglo XXI con estas
condiciones de no-vida para la mayor parte de la humanidad, Jesús sigue
repitiendo una y otra vez “no podéis servir a Dios y al Capital”.
A este crisis global del sistema, sólo se le
puede combatir desde la totalidad de los oprimidos, desde la solidaridad
planetaria de todos los pobres de la
Tierra , más de las ¾ partes de la humanidad, más de 5.000 millones de seres humanos.
Dios entra en la Historia a través de la
denuncia profética. Denuncia de los abusos del poder, del poder mismo. “Jesús
dejó sentado que el camino hacia Dios no
pasa por el Poder, ni por el Templo, ni por el Sacerdocio, ni por la Ley. Pasa por los
excluidos de la Historia ”.
En
este contexto de crisis que estamos atravesando hemos reconocido que la
responsabilidad moral de la crisis cae enteramente del lado de quienes la han
provocado, de aquellos que siguen enriqueciéndose desmesuradamente y que se
está intentando resolver a costa de los pobres. Y que nada de esto es
evangélico. No podemos dejar nuestras vidas en manos de los señores del sistema
que continúan reformando un invento que es nefasto y cruel para toda la humanidad.
No van a venir a nuestras costas 40 o 70
senegaleses en un cayuco o en pateras. Cuando empiecen a venir 30 millones de
africanos y más de 40 millones de asiáticos a España, a Europa, a este Primer
mundo, sólo porque quieren vivir, entonces nos vamos a enterar, entonces
caeremos en la cuenta del disparate de encomendar nuevamente al zorro que cuide
del gallinero. La salida a esta crisis es muy compleja, muy difícil, y no
sabemos cómo atajarla. Pero nos comprometemos a ir cambiándola.
Hay que repetir una y otra vez lo que
planteábamos al principio: para salir de la crisis, hay que cambiar de Dios.
Para cambiar el Sistema, hay que cambiar de Dios. Para seguir a Jesús de
Nazaret hay que cambiar de Dios. Para cambiar este mundo hay que cambiar de
Dios. Aunque se nos pueda llamar locos, rebeldes, políticamente incorrectos,
sabemos que lo que hacemos es ofrecer al mundo el testimonio subversivo del
Mensaje de Jesús.
Quiero hacer llegar a mis lectores lo complejo de
esta situación, lo difícil y complicado que resulta intentar salir de estas
estructuras de muerte. No está en nuestras manos la solución a esta terrible
crisis. Pero, al menos, hacemos una constatación y expresamos una convicción: que el conjunto
de todas las crisis, la financiera, alimentaria, energética, hídrica,
climática, social, ética, provienen de una causa común, el capitalismo
globalizador. Y tengo la convicción de que podemos transformar el curso de la
historia. No tengo miedo de denunciar constantemente la perversidad de este
Sistema y ponerme descaradamente al lado de todos los pobres y excluidos de la Tierra. “Seamos realistas,
exijamos la utopía”.
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