sábado, 4 de junio de 2016

ELECCIONES, JUNIO 2016

José María García Mauriño

9 de Junio de 2016

 

1,. De qué se trata:

No se trata de “votar”, de echar la papeleta en la urna, sino de elegir un  programa de gobierno

No se trata de votar a un partido o coalición,  sino de elegir un  programa de gobierno.

Para eso, hay que enterarse cuál es el programa de gobierno que se parece más al que cada uno, cada una, desea. O cuál es el programa de gobierno que necesita el país para sacarnos de este atolladero.

Se trata de elegir un gobierno que sea capaz de gobernar la vida de 47 millones de españoles, que sea capaz de crear condiciones de vida digna para todos y todas,  no de elegir lo mejor para los intereses y los negocios de las clases pudientes y adineradas. Es nada menos que la voluntad del pueblo, según el art. 21 de los DH. . “La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto”.  (Art. 23 de la Constitución).

 

Decía Platón (filósofo griego del siglo IV a.c.) “el poder crea leyes  que hacen creer que son para todos”. Y Sócrates: “el poder no puede cumplir las leyes que él misma ha creado”.

 

2.- La situación del país:

La situación del  país es parte de la situación del mundo. En el mundo manda el imperialismo y en España también. Solo 62 personas tienen  tanta riqueza como la mitad de la humanidad, en concreto, 3.580, millones de Seres Humanos. En España, más de 3 millones de personas de las clases medias han bajado a ser clases bajas a causa de esta crisis-estafa. El 22,5 % de la población está en riesgo de pobreza, o sea, 10 millones y medio de personas al borde de la pobreza severa. (INE Mayo 2016).

 

¿Dónde queda esa pretendida “recuperación” económica?

 

El  paro, la exclusión social, la precariedad, la pobreza, son los temas de mayor gravedad. Junto con la Ley mordaza, la LOMCE de la enseñanza,  la ley electoral, la ley laboral, etc. Todo queda bajo el epígrafe de una colosal desigualdad, de tipo económico, político,   social, laboral y cultural.

 

El aumento de las desigualdades, de la pobreza y de la exclusión social en la Comunidad de Madrid es evidente, 927.177 personas (casi el 15% de las personas madrileñas) viven en la pobreza. Siendo 200.000 las familias con todos los miembros en paro. De ellas 300.000 personas padecen privación material severa, y 242.000 menores de 18 años, cerca de uno de cada tres niños y niñas crecen en la pobreza en Madrid.  (Caritas Mayo 2016)

 

Este es el “régimen” en el que estamos metidos.

 

3.- El régimen está en crisis

La crisis del régimen que asola nuestro sistema político encuentra su origen en las dificultades de la oligarquía para gestionar la crisis económica y sus efectos. El desprestigio de las instituciones políticas, desde el Congreso hasta los partidos políticos, está vinculado a la pérdida de legitimidad de quienes han gobernado y dirigido nuestro país durante las últimas décadas. Incapaces de convencer, han tenido que recurrir a la coerción y la represión para mantener el orden -la ley mordaza o la reforma del código penal son expresiones características de ello.

España no es una verdadera democracia, aunque celebre elecciones. Tiene comportamientos propios de una dictadura. Podemos llamarlo “régimen”. El régimen español. O sin medias tintas: la dictadura española. El partido gobernante, heredero del franquismo, ganó unas elecciones avaladas internacionalmente y reconocidas por la oposición, pero tras su victoria  ha estado violando sistemáticamente los derechos humanos: pobreza, paro, desahucios, malnutrición infantil, gente pasando frío y buscando comida en contenedores. También los derechos políticos: ley mordaza, abusos policiales, palizas y disparos que dejan manifestantes tuertos, activistas sociales detenidos y numerosos presos políticos (sindicalistas, huelguistas, independentistas vascos o catalanes) Como toda dictadura, España tiene un régimen corrupto: el partido gobernante ha saqueado regiones y ayuntamientos, y evadido millones al extranjero. La Justicia, controlada por el gobierno, intenta mantener una apariencia de independencia, pero la norma es la impunidad.

Efectivamente, la ciudadanía ya no cree con la misma convicción en las instituciones que hasta ahora han enmarcado la vida social y política de nuestro país. Pero no es una simple cuestión de relato, fe o concepción del mundo. Hay algo más profundo: el agotamiento de las formas con las que la oligarquía de nuestro país se articulaba para garantizar la acumulación de capital, es decir, la buena marcha de la economía. Bajo el modelo de especulación y pelotazo inmobiliario las grandes empresas y grandes fortunas de nuestro país habían casado sus intereses con una élite política corrupta y clientelar,. La profundidad de la crisis económica ha deshecho esa red de intereses, levantando al mismo tiempo una polvareda de casos de corrupción y estafa por todas partes del territorio español.

 

En ese marco de contención de toda protesta popular, el hecho que empiecen a aparecer partidos no completamente alineados con la lógica del capital dominante, con propuestas de gobierno que se atrevan a levantar (un poco) la voz contra el amo imperial, ya es un peligro en este cuadro de situación. Ninguno de los gobiernos que recorrieron Latinoamérica en estas últimas décadas con talantes más o menos “progresistas” (esa palabra confusa que da para todo, aunque nunca se especifique qué es), se propusieron cambios estructurales profundos. Es posible que tampoco en España los partidos “emergentes” pretendan esos cambios.

 

4.-La crisis de régimen se resolverá con ruptura o reforma

El dilema fundamental se centra entre ruptura o reforma. Entre una reforma encaminada a hacer los cambios necesarios para reajustar el Estado a las nuevas necesidades de la acumulación de capital, coincidente con los intereses de las grandes empresas y grandes fortunas, y una ruptura que plantee una alternativa al sistema político y al régimen de acumulación, coincidente con las necesidades objetivas de las clases populares. Se observa que la disyuntiva no es entre un Gobierno de cambio y otro que no lo sea; todos los Gobiernos y alternativas son de cambio. Un proceso político de restauración o reforma es precisamente eso: la salida de la crisis de régimen con un Estado rearticulado, legitimado y funcional a la acumulación de capital en su nuevo tipo.

Las grandes empresas y las grandes fortunas, cuyos beneficios están en juego, han suscrito una hoja de ruta –la de las reformas estructurales neoliberales- que tiene como objetivo recuperar la acumulación de capital sobre la base del incremento de la explotación laboral y la pérdida de derechos sociales. Otra vuelta de tuerca: más privatizaciones, más recortes, más flexibilidad, más desigualdad. Ahora bien, la economía no opera en el vacío, sino en instituciones políticas, que están cada vez más al servicio del gran capital.

5.- El miedo al comunismo

Hay tres partidos políticos -PP, Ciudadanos y PSOE- que agitan ahora la bandera del anticomunismo con objeto de atacar las posiciones políticas de la alianza entre Podemos, IU y las confluencias. Suena a burda y recurrente esta maniobra para usar el miedo como arma electoral, pero esta vuelta a las viejas consignas reaccionarias no deja de ser sintomática.

Dice el catedrático de Literatura Juan Carlos Rodríguez que «lo que debería resultar más sorprendente es sin embargo lo que menos sorprende». Se refiere al hecho de que deberíamos asombrarnos ante un sistema que es capaz de dejar sin trabajo a más de un millón y medio de hogares y sin vivienda a centenares de miles de familias, por citar dos ejemplos. Sin embargo, hemos naturalizado esos dramas estructurales. Decimos la vida es así y seguimos a otras cosas. Pero no es la vida, sino esta vida. Concretamente esta vida bajo el capitalismo. Bajo un sistema regido por un principio básico de maximización de ganancias y que mercantiliza todo a su paso, desde los objetos hasta los seres vivos y los recursos naturales. Un sistema, llamado capitalismo, que nos esclaviza a un nuevo Dios llamado mercado que opera con caprichosos y cambiantes deseos de rentabilidad.

Este es el asunto más incontestable acerca de la actualidad del comunismo. Allá donde haya explotación, habrá lucha, y donde haya opresión, habrá resistencia. No importarán las etiquetas, ni tampoco la diversidad de los sujetos. Allá donde la explotación derive en miseria, desigualdad, desahucios, carencias básicas y otros obstáculos para el desarrollo de una vida en libertad, habrá contestación. En breve, siempre que hay capitalismo, habrá una especie de socialismo como alternativa. Esto es inevitable, llámese como se quiera.

Los partidarios del proceso de restauración o reforma tratan de convencer a las clases populares de la necesidad de que se resignen ante su nueva situación o incluso para que sigan confiando en un porvenir mejor. Mientras eso sucede emergen distintas opciones de ruptura cuyo mensaje político está basado siempre en la protección de las clases populares. Pero la sustancia política es muy diferente si esa opción procede de la derecha o de la izquierda. Del primer tipo estamos viendo un crecimiento espectacular en toda Europa con la proliferación de partidos populistas de ultraderecha, xenófobo y fascistas. Del segundo tipo hemos visto procesos esperanzadores en el mediterráneo, especialmente en Grecia y España. Esta es, sin duda, la batalla política más inmediata: la de la representación política de las clases populares.

 6.- La corrupción:

Con ese caballito de batalla de la corrupción, los partidos que se presentan como no adictos al régimen, como “díscolos”, comienzan a ser bombardeados, perseguidos, hasta que la política de acorralamiento da sus resultados. ¿Alguien se podrá creer todo este montaje? No importa si el hecho en sí mismo es real o no. En la guerra (y esto es una guerra, absolutamente, sin miramientos: ¿quién dijo que  ya han terminado las luchas de clases?) la primera víctima es la verdad. Estamos en guerra, una guerra imperialista que trata de dominar el mundo mediante la acumulación imparable del capital. La verdad es que seguimos en guerra y que la corrupción es una tapadera del Capitalismo puro y duro. La corrupción es, al menos hoy día, algo absolutamente “normal” en las prácticas humanas, propias del sistema. Para un cambio verdadero, el auténtico enemigo a vencer no es la corrupción, sino la injusticia.

Los “Papeles de Panamá” intentan ser como una demostración de ese nuevo “espíritu de transparencia” que ahora pareciera derramarse sobre el continente, con Washington a la cabeza liderando esa “lucha titánica”, ayudando a nuestras “atribuladas” sociedades a salir de ese cáncer putrefacto.

Existen procesos políticos muy débiles, populistas, con poco arraigo popular real,  más allá del “amor” atado a un líder carismático. Partidos que tuvieron algo más de “conciencia social”, pero que no pasaron de un capitalismo de rostro humano, capitalismo keynesiano si se quiere, Se proponen procesos bienintencionados, con reformas superficiales que mejoran en algo las condiciones de vida de las grandes mayorías de la población, pero que no tocan lo esencial en juego: la propiedad privada de los medios de producción. Los grandes capitales bancarios son los que más se han beneficiado, incluidos los de todos los países reformistas (los bancos del sistema nunca ganaron tanto como con estos planteos neoliberales, defendidos finalmente también por los gobiernos de centro-izquierda) ). Así El banco Santander, Caixabank, Popular y Sabadell cerraron el año 2015 con unas ganancias conjuntas de más de 7.593 millones de euros. A ellas habría que sumar los beneficios de Bankia y BBVA, los otros dos grandes bancos de España, los que hasta el tercer trimestre del año pasado habían conseguido unos beneficios de 855 y 1.702 millones de euros, respectivamente, según el periódico Faro de Vigo… Esos partidos o se radicalizan, o caen. La experiencia así lo demuestra. Todos estos procesos, sabiendo que se desenvuelven en medio de una fabulosa, violenta, tremenda guerra llamada “lucha de clases”, no pueden remontar vuelo y proponerse cambios sustanciales si no es tomando distancia de sus raíces, de su pasado histórico.

7.- Un cambio real, no cosmético

Seguimos pensando que un cambio real es algo más que un cambio de formas más o menos cosmético, algo más que repartir con alguna equidad las migajas que no consumen los sectores acomodados; estos pasos tibios son apenas una puerta de entrada. Si pensamos que la dignificación del ser humano es algo más que cobrar un salario “decente”, hagamos nuestra aquella máxima del Mayo Francés de 1968 que reclamaba: “Seamos realistas: pidamos lo imposible”.

 

Estos partidos de centro-izquierda caen, en definitiva, porque no tienen la más mínima posibilidad de imponerse. Y más temprano que tarde, el sistema tiene medios cómo sacudírselos de encima, con este nuevo ardid de la lucha contra la corrupción. Por eso, repito, para un cambio de verdad, genuino, el auténtico enemigo a vencer no es la corrupción, sino la injusticia.

 

8.-Las últimas medidas no son suficientes

Las medidas que se han adoptado en España, como pueden ser los recortes o ajustes estructurales, no han permitido resolver la fragilidad sistémica de la banca internacional, ni recuperar la estabilidad económica, ni crear suficiente empleo ni mejorar las condiciones de vida de toda la población. Todo lo contrario, después de casi nueve años de crisis, la economía mundial vive bajo la amenaza de nuevos latigazos financieros y con la actividad económica bajo mínimos, por no hablar de la crisis ambiental y de la social en muchos países como consecuencia de la situación económica tan precaria.

Los organismos que impulsaron políticas de austeridad que simplemente buscaban concentrar el ingreso en los niveles de renta y riqueza más elevada, han conseguido sus objetivos, pero a costa de aumentar aún más la deuda y de no recuperar el empleo sino de transformarlo en trabajo más precario y con menos derechos sociales asociados. Los más honestos han tenido que reconocer que la justificación teórica que dieron en su día ha resultado un verdadero fiasco.

“Ninguna Democracia ni gobierno electo es perfecto, decía el premio Nóbel de la paz, Pérez Esquivel. Pero no podemos permitir que grupos conspiradores violen la Constitución en nombre de su defensa. Toda Democracia es perfectible si cuenta con participación social. Hoy está en cuestionamiento la democracia delegativa, donde el pueblo vota, queda por cuatro años en estado de indefensión, y los gobernantes hacen lo que quieren y no lo que deben. El desafío actual es pasar de la democracia representativa, a la democracia participativa, donde la sociedad decida sobre los grandes problemas que afectan al país, en vez de los grandes núcleos de poder económico internos y externos. A los pueblos de Nuestra América nos queda la resistencia social, cultural y política para defender los derechos de todos, incluidas nuestras democracias”.

(Pérez Esquivel, Premio Nóbel de la paz. Mayo 2026)

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N.B, La dictadura es una forma de gobierno en la cual el poder se concentra en torno a la figura de un solo individuo o de una élite, generalmente a través de la consolidación de un gobierno de facto, que se caracteriza por una ausencia de división de poderes, una propensión a ejercitar arbitrariamente el poder.

Hay dictaduras y dictaduras. No es comparable la supuesta dictadura de Cuba o Venezuela, con la dictadura de Pinochet en Chile, o la de Videla en Argentina, o la de Somoza en Nicaragua, o la de Franco en España o la de Hitler en Alemania. Estas últimas fueron terriblemente sangrientas, las otras no lo son.


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