José
María García-Mauriño
Enero
de 2013
Con la que está cayendo,
todavía cabe hablar de estrenar una nueva esperanza. La que funciona a ritmo de
Utopía, la que se fundamenta en los valores éticos. La crisis, esa monumental
estafa, es ante todo crisis ética, crisis de valores. Esos valores tan
olvidados en este escenario en el que casi solo se habla de dinero: de primas,
de porcentajes, de miles de millones, de rescates, de deuda impagable, sube la
luz, el teléfono, los transportes (bus, metro, trenes, cercanías) etc. ¿No
tienen sitio ya los Derechos Humanos? ¿Dónde queda la Justicia y la Libertad ? Me preocupa un
país cuya juventud tiene un paro de cerca del 57%. Me preocupa que en estos
momentos no se pueda aplicar la Constitución. Es mala señal que este gobierno sea
incapaz de cumplir su propia legalidad, que no garantice los elementales
derechos que sostiene. Me preocupa que el valor de la Democracia esté tan
devaluado en nuestro país y que ese 99% de la población tenga que luchar por
mantener sus elementales derechos, frente a ese 1% que tiene el poder. Se trata
de no resignarse ante los recortes, de rechazar esa frivolidad política de
quienes miran para otro lado. No vamos a permitir que nos recorten la
esperanza. Se trata de defender constantemente los valores del civismo como por
ejemplo, perseguir el bien común, la valentía por decir la verdad, la cultura
de la ejemplaridad, el sentido de la profesionalidad, la cultura de la vida
frente a esta cultura de muerte. Y no cansarse nunca de luchar, de debatir, de
gritar, de movilizarse, de organizarse. La calle es el único espacio donde no
ha metido mano el capitalismo. Nada de
resignación, esa droga que adormece el espíritu, propia de aquellos que se
quedan en casa, silenciosos. Fuera esa droga que frena el coraje de la
esperanza rebelde y del compromiso político. Es el tiempo de la renovación
ética, del impulso moral, de aquellos que, sintiéndose jóvenes sin importarles
la edad, buscan incansablemente el camino de la Utopía.