1.Qué se entiende por
espiritualidad Una posible definición de espiritualidad
La palabra espiritualidad deriva
de «espíritu». Y en la mentalidad más común, espíritu se opone a materia. Estos
conceptos de espíritu y espiritualidad como realidades opuestas a lo material y
a lo corporal provienen de la cultura griega. Algunos filósofos griegos
preferían siempre lo espiritual a lo material, el alma al cuerpo, el mundo de
las ideas antes que el mundo de las realidades. De ella pasaron al castellano,
al portugués, al francés, al italiano, e incluso al inglés y al alemán… Es
decir, casi todo lo que puede llamarse «cultura occidental» está como
contagiado de este concepto griego de lo espiritual. No pasa lo mismo, por
ejemplo en la lengua quechua o guaraní o aymara, según nos dicen los que saben
de estas cosas.
Con
demasiada frecuencia se ha identificado la espiritualidad con lo religioso, lo
piadoso, lo celestial, ajeno al mundo del más acá. Creo que es otra cosa. La
espiritualidad no proviene de la religión.
Espiritualidad
en su acepción semántica procede de “espíritu”
palabra que ha llegado a nosotros después de un largo recorrido. Desde la
tradición judeocristiana nos encontramos que desde el término hebreo femenino, “la ruaj”, el aliento de vida, pasando
por su traducción griega “to pneuma”
(convertida en una palabra neutra, que quiere decir “fuerza activa que da vida,
sustenta, guía, gobierna todas las cosas”) hasta su traducción latina “spiritus” (masculina y patriarcal) que
es cómo ha llegado a nosotros.
Creo que hay algo en común en
todas estas traducciones y es la referencia clara a un principio vital,
al hálito que da vida, que da existencia a todo lo que existe Y podemos llegar
a este definición: El espíritu es la
fuerza, la energía que alienta, la que da consistencia, a toda realidad, a
cualquier realidad. Por tanto, espiritualidad es el arte de vivir, de respirar, de acoger
y de infundir espíritu( Arregi).
Una sociedad o persona espiritual sería,
por tanto, la que va descubriendo la verdad de su Ser, la que descubre cuál es
la energía que da aliento a su persona, su verdadera identidad, vislumbrando el
Fondo Ultimo de la realidad (la Unidad que somos, formando un TODO con la
naturaleza) y trata de vivir coherentemente con esa verdad experimentada,
poniendo el aliento, la energía de todo lo que es vida, en el centro para
cuidarla, defenderla y protegerla de un modo especial. Por un lado, la vida de la Madre Tierra con la que formamos
un todo orgánico y vital, y por otro lado, la vida de los seres más amenazados, las
vidas de las personas empobrecidas,
Desde esta aproximación conceptual podremos hablar de qué espiritualidad es la adecuada en
cada momento de la historia, pero siempre remitida a lo Real para confrontarse
con ello. Es, pues, un concepto dinámico, no estático y
de profunda actualidad.
Espiritualidad, es la fuerza, la
energía, que alienta la vida, la existencia, de cualquier realidad.
Traducido quiere
decir que la espiritualidad es un proyecto de vida. Una forma de vida cuyo
centro no es el sujeto mismo. Ese que en primer lugar se mira a sí mismo y pone
su aliento y sus energías en la propia perfección y el propio desarrollo, sino que el centro de
sus energías lo desplaza a las necesidades de los demás, a los problemas que
los demás tienen, a la Justicia que reclaman los más necesitados. Estamos ante un cambio de paradigma que nos obliga a revisar nuestra
manera de vivir y de situarnos en la realidad
2,- Espiritualidad y religión.
A veces se
confunden espiritualidad y Religión. La espiritualidad que hemos definido
prescinde de las religiones, puede ser vivida sin ellas, y hay religiones
desprovistas de espiritualidad, asfixiadas por el peso de un doctrinarismo
autoritario
Lo que caracteriza la espiritualidad posmoderna es, por una
parte, la búsqueda, no del otro, sino de sí mismo, de la tranquilidad
espiritual, de la paz, del sosiego del corazón. En ese sentido se trata de una
espiritualidad egocéntrica, centrada sobre el propio ego. Y por otra parte, una
espiritualidad política, volcada sobre la promoción de la justicia y de la paz,
comprometida con la ética y la protección del medio ambiente. Es decir, una
espiritualidad de testimonio y compromiso desde la apuesta por la justicia, la
igualdad y el cuidado de la Tierra entre las instituciones y movimientos
sociales.
La espiritualidad que propugnamos no es alentar más la religión si ésta es
entendida como conjunto de dogmas,
verdades, normas morales y ritos. Una cosa es la fe y otra la religión. La verdadera
espiritualidad de los cristianos es la
que alienta la vida de fe, no la que alienta la religiosidad.
La espiritualidad que alienta el proyecto de Jesús es una fuerza,
un aliento de fe subversiva al promocionar Jesús un movimiento de fe que tiene su
preferencia por los pobres, por los
últimos de la sociedad. Es el proyecto
del Reino de Dios, no un proyecto religioso, se trata de construir una sociedad
alternativa.
3.- Espiritualidad y política
¿Qué tiene que
ver la espiritualidad con la política?
Creemos que es un grave error pensar que la espiritualidad atañe a la
vida privada y que la política se encarga de la vida pública. La espiritualidad
de las personas y de las comunidades transforma la vida pública. La política
-la calidad del trabajo y del salario, el sistema sanitario o educativo, el
cuidado de la naturaleza, la vivienda en que vivimos…- nos configura en lo más
íntimo de nuestra vida privada. La política -la grande y la pequeña, ambas
inseparables- es el cuidado del bien común de la humanidad, empezando por los
últimos, y de todos los seres empezando por los más amenazados. ¿Pero cómo
cuidaremos y salvaremos la vida si la política carece de espiritualidad o de
alma?
Lo que no puede
haber es una política verdadera sin espiritualidad. Claro que lo mismo vale a
la inversa: no puede haber una verdadera espiritualidad que, de una u otra
manera, no se traduzca en praxis política, con la ambigüedad y riesgos que le
son inherentes. La “espiritualidad pura” no existe. No existe el espíritu sin
carne común de mundo y de acción social estructurada. No puede haber una
espiritualidad apolítica.
Una espiritualidad política
supone devolver su auténtica verdad:
Sería
la vuelta al sentido originario de la política como técnica y arte de
atender a las necesidades de la ciudadanía, de la polis. Es decir, vivir el
auténtico sentido de la política: la búsqueda del mayor bien posible para el
mayor número de personas. Para Platón y Aristóteles la política era inseparable de
la ética Cuando hablamos de la Política no hablamos de partidos políticos,
sino de la gestión del Bien común.
Por tanto, cultivar una espiritualidad política supone cultivar
personal y comunitariamente un talante, una manera de estar en la realidad y
una manera de organizar la gestión de la polis y el gobierno que haga del bien común el centro de los esfuerzos y
preocupaciones. Una parte muy importante del Bien Común es la vida y la
felicidad de la mayoría de la humanidad, concretamente 5.250 millones de SH,
La espiritualidad política es
la que alienta el cambio político en favor de la
mayoría en nuestro país, el que se
ocupa y se preocupa de que estén cubiertas las necesidades básicas de la
mayoría de la ciudadanía, de los más POBRES Y EXCLUIDOS. Sin este planteamiento
no se puede hablar de auténtica espiritualidad.
D)
Espiritualidad
y ética
La espiritualidad que propugnamos es fundamentalmente laica, lejos
de cualquier manifestación religiosa, pero no en contra de ella. Si la
espiritualidad es la fuerza que alienta la realidad, esa fuerza se cifra en la
actividad política, que también es ética, porque ética y política son
inseparables. Situamos la Ética en los principios, normas y valores propios de
la actividad Ética. Nada material, nada que se palpe por los sentidos. Pura
Utopía.
Dado que la espiritualidad. es la fuerza que alienta la
realidad, si nos situamos en la enorme
realidad de los 7.200 millones de SH que habitan el planeta ahora en 2018,
tenemos que dibujar una ética y una espiritualidad, universales.
Espiritualidad ética
es la ética subversiva que trata de dar vida a la inmensa población de las
personas empobrecidas del mundo.
En definitiva
La
espiritualidad de hoy y del futuro, estimamos que es y será una espiritualidad
comprometida con la realidad, y por tano
una espiritualidad subversiva, (Subvertir significa mover el ánimo de
la gente para inducirle a adoptar una actitud rebelde u hostil para cambiar el
orden público y moral, dice el Diccionario de Lengua), es decir,
la que mira el mundo desde los
excluidos y se ocupa de los de abajo, de las personas empobrecidas, para
cambiar este orden injusto. Se trata de tener una espiritualidad nueva,
una versión ética, claramente comprometida,
con los valores básicos de la ética, es decir, con la vida, la justicia, la libertad, la verdad, la igualdad, la paz.
Se trata de sacudir las conciencias para instalarnos en la óptica de la Vida,
de los derechos humanos, de la dignidad, para desmontar el poder de los de
arriba y reconstruir los auténticos valores de los de abajo, del pueblo
sufriente. Se trata de hacerles justicia y que gocen de verdad de las
auténticas libertades. Repetimos, no
sólo una mirada, una versión,
sino sobre todo una espiritualidad del compromiso ético.
. Si
no es una espiritualidad comprometida
decididamente con los valores éticos de la vida, la justicia, la libertad, sólo será una espiritualidad burguesa, más o menos piadosa, religiosa, encerrada
en sí misma y descomprometida con la realidad Las dos son bastante
incompatibles.
Se
trata de elegir entre dos modelos de espiritualidad que responden a dos
visiones distintas de ver el mundo o lo
vemos desde los oprimidos o lo vemos desde cierta comodidad.
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