domingo, 9 de diciembre de 2012


SEVILLA. PRESENTACION
José Maria García-Mauriño
2 de Octubre de 2012
Estado laico, Iglesia laica
Jose Maria Garcia-Mauriño
Antonio Moreno de la Fuente
Editorial “Punto rojo”. Sevilla
264 pags, 10 €

Los autores de este libro quieren presentar un Estado laico, que organice la sociedad al margen  de toda moral religiosa, sea católica o de cualquier otra confesión. Eso es un Estado aconfesional. Y una Iglesia laica, quiere decir que la Jerarquía de la Iglesia católica no pretenda influir en el Estado de manera que quiera gobernar a la ciudadanía con criterios y valores de su moral.  Denunciamos repetidamente los Acuerdos de la Santa Sede y el Estado Español de 1979 en el que concede muchos privilegios a la Iglesia católica en detrimento de otras confesiones. Este libro quiere ser una sencilla aportación al tema de la laicidad. Deseamos contribuir a crear una conciencia colectiva, propia de una sociedad que poco a poco va superando la mentalidad tradicional, propia de años del nacional-catolicismo. Y nos empeñamos en actualizar, en la sociedad y en la Iglesia, la vigencia jurídica de un Estado aconfesional que lentamente se va abriendo paso en la historia de nuestro país. Esperamos que más pronto que tarde sean anulados los Acuerdos entre la Santa Sede y el Estado español de 1979 que privilegian a la religión católica en detrimento de las demás confesiones religiosas y van en contra del principio de Igualdad y de justicia.

Todos percibimos de alguna manera que vivimos en una sociedad bastante inmadura, bastante infantilizada, y en el origen de esta infantilización está la continua expansión del Estado, con su tutela hiperproteccionista. Todo está en sus manos y de él dependemos tanto para lo bueno como para lo malo. El Estado se ha convertido en un padre omnipresente y omnímodo, y a nosotros se nos relega a la condición de ser menores de edad, desamparados e inermes, dóciles y dependientes, eternamente niños. El ideal laico implica una cultura de la autonomía de juicio, basada en el principio de la razón.

Buscamos construir una sociedad laica en un Estado laico: Este es el reto en  la actualidad. Proponemos esta reflexión desde la ciudadanía. Y todos sabemos que el laico no se define por oposición a clérigo, es una distinción clerical.

1.- La sociedad laica:
 La Laicidad tiene por objeto “la independencia del individuo, la sociedad o el Estado respecto a cualquier organización o confesión religiosa” (Diccionario RAE) Esa independencia descansa en dos principios esenciales: la libertad radical de conciencia, y la igualdad jurídica, política, y espiritual de los ciudadanos. De ellos se deduce necesariamente el respeto y la aceptación de los otros en plano de estricta igualdad, sin distinción de sexo, cultura, religión o ideología…. Es decir, las bases de la democracia y de la fraternidad social.
Ser laicos, entonces, equivale a ser ciudadanos adultos, personas libres y críticas, defensores del pluralismo y de una auténtica democracia. En modo alguno esa independencia significa espíritu antirreligioso o actitud de hostilidad contra la religión o las iglesias. El laicista puede ser ateo, pero también puede ser una persona muy creyente.

2.- La laicidad del Estado
En consecuencia con lo anterior, se entiende como laicidad del Estado la independencia y separación efectiva entre el Estado y las iglesias, entre los planos secular y religioso. En clave histórica, diríamos que es la autonomía de lo político y civil respecto a lo religioso. Esa separación de esferas afecta tanto al orden económico y político como al doctrinal y moral.

En nuestro país dicha autonomía tiene muchas aristas, pues venimos de etapas históricas de plena identificación entre la Iglesia y el Estado. Pero desde 1978 vivimos en unas coordenadas en las que, según nuestra Constitución, el Estado español es aconfesional, es decir, no se adscribe a ninguna confesión religiosa. Ello no quiere decir que sea contrario a la religión, ni que profese varias confesiones a la vez. Significa simplemente que es laico, independiente de todo credo religioso. Estado aconfesional es equivalente a Estado laico.

El Laicismo, lejos de constituir una ideología particular contrapuesta a otras, aparece históricamente como uno de los principios básicos de toda democracia, vinculado al reconocimiento de la libertad de pensamiento, a la igualdad de los ciudadanos en derechos y deberes y, por tanto, a la no discriminación por razón de sus ideas. Su contenido no es otro que el establecimiento de las condiciones jurídicas, políticas y sociales idóneas para el respeto y desarrollo pleno de la libertad de conciencia, uno de los pilares fundamentales de los Derechos Humanos.

El camino hacia la Laicidad efectiva, en la sociedad y el Estado, exige una serie de medidas, reivindicadas cada vez más por distintos sectores de la sociedad, que afectan de modo esencial a la Iglesia Católica, dado su estatus preferencial frente a otras confesiones. Entre ellas, señalamos las siguientes,

a) La denuncia y supresión de los Acuerdos de 1979 entre el Estado español y la Santa Sede. Tales acuerdos, también conocidos como el nuevo Concordato, suprimen los anteriores de 1953 y 1976, que son de carácter preconstitucional, suponen la legalización de privilegios injustificables y comportan un tratamiento discriminatorio para el resto de los ciudadanos no católicos.
b) La autofinanciación de la Iglesia Católica, que nunca debería hipotecar su libertad evangélica por conseguir ingresos a través de la mediación del Estado.
c) La retirada de la enseñanza confesional de la religión de los centros educativos públicos o concertados. La religión, fuera de la escuela. La Educación pública nunca debe ser una Catequesis.
d) La eliminación de los símbolos religiosos en los actos públicos, así como la supresión de símbolos y representaciones del poder civil y militar, en cuanto tales, en los actos religiosos. Para hacerlo posible necesitamos un Estatuto de laicidad en todas las Administraciones Públicas.

Y, por supuesto, la separación de esferas entre iglesias y Estado exige una Ética laica frente a cualquier Moral religiosa. La ética laica, como fundamento de convivencia ciudadana, se ha de basar en la dignidad de la persona, los Derechos Humanos y los valores fundamentales recogidos en el art. 1 de la Constitución. Corresponde al Estado regular esa convivencia social sobre principios, normas y valores asumibles por todos los ciudadanos. La Moral cristiana, en cambio, se regirá por los valores del evangelio, y será aplicada por quien libremente decida aceptar esos valores, sin que en ningún caso pueda ser impuesta al resto de la ciudadanía.

Finalmente, con este libro deseamos contribuir a la construcción de un modelo de laicidad basado en el reconocimiento de la diversidad y la atención a las razones de todos los sujetos públicos que intervienen en la vida española. Es más, la laicidad la concebimos como una cultura de la cooperación de sujetos e instituciones que desde su identidad y diversidad  se esfuerzan en aprender unos de otros e intentan colaborar en acciones para el bien común del país.

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