Bondad, un valor ético olvidado
José María García-Mauriño
11 de agosto de 2013
¿Basta
hoy día con ser bueno sin más…?
Lo importante es restaurar la BONDAD en el mundo. Hay
mucha maldad en el mundo, hay mucha injusticia. Ser buenos, es ser buenas personas y esto comporta una exigencia
ética. Una bondad atravesada por la Justicia y empapada en el compromiso
sociopolítico. Una bondad llena de compasión por el sufrimiento humano,
desobediente con las leyes injustas. La
compasión en el sentido profundo del término y no en su perversión
sentimentaloide, está transida de indignación ética, ya que la conmoción
interna experimentada (esa es la indignación ética) se traduce en una exigencia
ineludible contra la injusticia y sus causas. La indignación ética percibe como
intolerable el sufrimiento humano y reacciona frente a él, no se queda de
brazos cruzados. Esta compasión, este padecer-con, siempre apuesta por el cambio transformador.
Decimos esto porque el término “bueno” puede dar lugar a equívocos. Ser bueno
de verdad tiene un carácter transgresor y desobediente.
No
tiene nada que ver con ese dicho que “todo el mundo es bueno” (tó er mundo é
güeno) o con ser un “bonachón”. Juan XXIII era el Papa “bueno” pero armó un
escándalo con el concilio Vaticano II. No se trata sólo de ser mejores, de ser más buenos; lo que se pretende es organizar la convivencia para que todos y
Todas seamos felices.
A Jesús no lo mataron por ser
“bueno”: lo mataron porque estorbaba, denunciaba a los que mantenían la
injusticia y entró en un duro conflicto con los dirigentes. Sólo podremos
hablar de bondad, si asumimos la tarea ética de luchar contra este (des)orden
establecido por quienes se empeñan en mantener un mundo en el que sólo unos
pocos viven, mientras una inmensa mayoría malvive o muere lentamente.
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