sábado, 14 de septiembre de 2013
LA VERDAD, UN VALOR ÉTICO SEPULTADO EN LA MENTIRA
Setiembre de 2013
La mayoría de la gente sabe que los políticos mienten, que no dicen la verdad. Los dirigentes mienten. Rajoy miente en el Parlamento. Obama miente al mundo entero con el conflicto de Siria. Las estadísticas nos engañan. Los partidos políticos mienten. Los periódicos dicen lo que les parece, inventan noticias y ocultan la realidad. La mayoría de los economistas no dicen la verdad, nos engañan con sus cifras, sus porcentajes, sus posibles alternativas. Miente cada día
Así vivimos en el
inmenso mar de la mentira, como el pez que vive en su medio. Hasta el extremo
de que ya no podemos vivir sin engañar y sin ser engañados. A lo mejor esto es
lo que explica que, no obstante las burdas mentiras que nos endosan cada día,
seguimos votando a los que nos engañan. Hemos llegado hasta el límite de lo
inimaginable: han logrado que nos guste.
Por eso, en este
momento, estamos asistiendo a la esperpéntica y grandiosa ceremonia de la
confusión, la solemne liturgia de los embusteros. Y es que vivimos tiempos en
los que mienten los políticos, los hombres de la economía, de la cultura y de
la religión, mienten los profesionales de la información, casi todos los ricos
y los pobres, los funcionarios y los que no tienen otra función que echar
embustes…. La lista es interminable, lo sabemos de sobra. Y en esto nos metemos
todos. El que tenga las manos limpias, que tire la primera piedra. Es lo que podríamos llamar el "estado de la
mentira" y la mentira del Estado. Nadie se fia de nadie. Casi nadie se fia
de los políticos, de sus acuerdos o tratados, porque no tienen voluntad
política de cumplirlos. El mundo virtual, el de los Medios de Comunicación
Social (MCS), el de las apariencias, choca con el mundo de lo real y provoca
unas relaciones de desconfianza mutuas: no sabemos quien es de verdad el que
tenemos delante.
Nos preguntamos, ¿por
qué se da esta situación? ¿es que ya no hay ética? ¿es que se está destruyendo
la convivencia humana y nadie puede confiar en nadie? Se trata, creo yo, de la cultura, de la moral,
de las costumbres que impone una sociedad empapada en la mentalidad
capitalista. El capitalismo no puede vivir sin mentiras. Siempre tiene algo,
mucho, que ocultar. Este sistema ha invadido de tal manera a la conciencia de
las personas que sin darse cuenta tienen una mente y un corazón que respira
capitalismo por todos sus poros. Y mienten descaradamente aun sin saberlo.
Porque la economía capitalista (en su variante más fuerte, el capital
financiero) ha cobrado tal fuerza y se ha organizado de tal manera, que
solamente puede funcionar a base de grandes mentiras. Por eso quienes invierten
en bolsa deben saber que ese negocio rinde importantes beneficios solamente
cuando se dan dos condiciones: primero, invertir grandes cantidades; segundo,
no tener prisa. Esto es negocio sólo para gente lista que maneja mucho dinero;
y que lo maneja sin urgencias. Porque hay que esperar la ocasión propicia en
que los mercados te permiten engañar a alguien. Y entonces, sí. Entonces, los
“entendidos” dan el zarpazo y se forran.
La mentira consiste en deformar la realidad. Antiguamente, los embusteros
eran los tontos. Ahora, por el contrario, dicen que hay una proporción directa
entre mentira y talento. Los que más roban y dicen que lo hacen legalmente, son
los listos, gente de talento que saben escabullirse de los delitos económicos.
No es delito mentir, sí es delito robar. Lo que ha ocurrido (y sigue
ocurriendo) es que a quienes dicen la verdad siempre, y siempre se niegan a ser
cómplices de trampas y embustes, se les ha ido marginando, como a gente
peligrosa, problemática y conflictiva. No se cree que puedan existir esa clase
de personas. El resultado ha sido que los embusteros son los que están
triunfando. Y es así. En la política, en la banca, en la bolsa, en la empresa,
en
La verdad es una categoría humana
imprescindible. Para llegar al conocimiento de la verdad, no hay que poseerla,
hay que descubrirla. Nadie, ninguna persona, ninguna institución, puede estar
en posesión de la verdad. Cuando esa verdad se cree tener en exclusividad y no es buscada
con humildad, reina un pluralismo salvaje y un viciado consenso político y
social, cortado a la medida de los que tienen el poder en sus múltiples formas.
Quiénes mandan, entonces, son los intereses dominantes y el egoísmo de grupos o
individuos que buscan preferentemente su enriquecimiento personal y familiar.Se trata por tanto, del intento de desvelar
la naturaleza de las cosas, de la realidad. Des-velar, porque las cosas, la
naturaleza, están ocultas, tapadas con un velo ('veladas') que no dejan ver con
claridad. Todo hombre o mujer, desde niños, desean destapar las cosas
"para ver lo que hay dentro". Es un deseo natural del ser humano el
deseo de conocer la realidad, la verdad. Decía Machado: "¿Tu verdad? No,
La tuya, guárdatela". (Machado,
Proverbios y cantares, LXXXV).
Si el pensamiento y la realidad, superpuestos, coinciden
entonces hay verdad, decían los filósofos de la escolástica; si no coinciden,
si no se conforma el pensamiento con la realidad, no hay verdad. Es el ser
humano, somos cada uno de nosotros, los que tenemos que hacer el esfuerzo de
descubrir (des-velar) la realidad para que se dé esta conformidad. Cuando se
conoce la cosa, el objeto, la realidad, tal y como es, nuestro conocimiento es
verdadero. Cada cual tiene el deber de descubrir su verdad, porque no nos la
dan descubierta: todo hombre y mujer tiene que molestarse en tomarse en serio
el problema del conocimiento de la verdad, de la parte de verdad que él o ella han
descubierto. Y no imponerla a los demás, sino respetar la parte de verdad que
hayan descubierto los demás.
Y todavía, una última
cuestión. Es preciso fomentar todo lo que se pueda el pensamiento crítico.
La resignación pasiva ante
esta crisis de valores adormece el espíritu como una droga Frente a la
frivolidad política, la indignación ética. Y la denuncia incansable de toda
clase de mentiras y engaños. Hay que hacer el esfuerzo de crear opiniones
basadas en datos concretos, en hechos objetivos, es decir, hacer el esfuerzo de
elaborar constantemente el análisis de la realidad. Leer y entender la
realidad. El sincero de verdad es el que se acerca más a la realidad.
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