domingo, 27 de diciembre de 2015

LA CIENCIA DESCUBRE ERRORES DE LA RELIGIÓN CATÓLICA



José María García Mauriño
 Enero de 2016

Por una parte,  todos sabemos que a cada cultura le corresponde una religión. Y a la cultura occidental, le correspondió la religión cristiana, en su amplia gama de católicos, protestantes, anglicanos, luteranos, calvinistas, etc. Y estas creencias siempre han tenido problemas con la ciencia. La relación entre ciencia y fe siempre ha sido problemática. En la actualidad, la ciencia moderna, la cosmología, ha puesto en tela de juicio una serie de afirmaciones que eran tenidas como verdades reveladas y resulta que no lo son. En los últimos tres siglos, el avance científico ha sido espectacular, y la antigua cosmovisión religiosa, a base de retroceder y retroceder, ha acabado saltando hecha pedazos.

Por otra parte,  desde los inicios de la Filosofía griega, sabemos que se han estudiado en profundidad los temas del Mundo, el Ser Humano, (SH en adelante),  y Dios. La relación que se da entre ellos ha atravesado toda la Historia de la Filosofía occidental. Vamos a ver cómo se relacionan estos tres temas, Mundo, Dios y SH  en una problemática teológica que los envuelven. Tratamos de ver cómo la ciencia, la razón, descubre una serie de errores que se tomaban como verdades propias de la fe católica.

Todos o casi todos los errores de  la teología católica, referentes al Mundo y al SH, estriban en la afirmación de que Dios creó el mundo de la nada. Lo creó en 6 días y puso en el centro del Mundo al Ser Humano como centro del universo. Esta es la primera relación  entre Dios, el Mundo y el SH.

1)    Dios no creó el Mundo, el Mundo es el producto de una explosión, que los científicos llaman el Big-Bag. En la cosmología moderna, el origen del Universo es el instante en que apareció toda la materia y la energía que existe actualmente en el Universo como consecuencia de una gran explosión. La postulación denominada Teoría del Big Bang es abiertamente aceptada por la ciencia en nuestros días y conlleva que el Universo podría haberse originado hace unos 13.761 millones de años, en un instante definido.
2)     No hay un solo Mundo, puede haber varios. Durante milenios, los humanos, en la mayor parte de nuestras culturas y religiones, hemos pensado no sólo que éramos el centro, sino que éramos únicos. Este mundo, nuestro mundo, era «la» creación de Dios, la niña de sus ojos, la obra de sus manos, y no había más. Por suponer que había otros mundos, y tal vez otros universos, la Congregación para la Doctrina de la Fe (entonces llamada Sagrada Inquisición) quemó vivo a Giordano Bruno, (1548-1600) en la Piazza dei Fiori de Roma, y arrojó sus cenizas al Tíber. La unicidad del mundo, formaba parte de ese plan de Dios que nos creó y nos redimió, fue un supuesto básico, aparentemente evidente, e impuesto a sangre y fuego.
3)     La nueva cosmología ha superado la unicidad del mundo humano. El mundo no es así, no es “único”. Nuestra Tierra no es sino un planeta más del sistema solar, y el Sol no es más que una de tantos millones de millones de estrellas. El uni–verso quizá no es tal; hace tiempo que hay científicos que intuyen que tal vez sea un multi–verso.:En 2014 ya estamos llegando a los 1500 planetas. Sabemos que tal vez serán trillones. Muchos de ellos capaces de albergar la vida. ¿Será una vida como la de nuestro planeta? ¿Habrá en ellos vida animal, vida humana, vida inteligente, vida espiritual...? Una cosa parece clara:: este planeta nuestro no es «el plan de Dios» concreto que siempre estuvimos pensando que era.
4)    El SH no proviene de una sola pareja, Adan y Eva, que nunca existieron, sino de una serie de células vivas. La nueva cosmología cree ya saber que no somos descendientes de una primera pareja, de los llamados nuestros primeros padres. No hubo tal pareja. La idea de una pareja primordial es una imagen mítica, muy sugerente, que vehicula la idea de la creación divina del ser humano, pero no se corresponde en absoluto con las evidencias de la ciencia actual. Aunque desde siempre nos ha parecido un dato esencial de la fe judeocristiana (todavía Pío XII advertía a los científicos que no podían poner en duda el monogenismo, porque, por la fe, el judeocristianismo «sabía» que procedemos de una única primera pareja), la ciencia sabe que la evolución biológica de la que somos resultado todos los seres vivos de este planeta no procede de ese modo.
5)     No hay pecado original, si no hubo primeros padres, si consecuentemente no hubo un pecado primordial contaminante de toda la humanidad,  ni hizo falta expiar un pecado original que no existió. Tampoco hace falta un Bautismo, que no tiene que “lavar” ninguna mancha de un pecado que ningún niño cometió.
6)     La nueva cosmología y las ciencias de la vida en general denuncian el llamado especismo, el abuso de poder perpetrado por la especie humana el homo sapiens, según la cual esa especie, la especie humana, se autoproclama la dueña del mundo, el «fin de la creación», con derecho a utilizar todo el cosmos como «recursos» a su servicio El homo sapiens no tiene derecho a someter cruelmente a las otras especies, a intervenir y degradar ambientes que son el nicho ecológico de infinidad de otras especies. Esto, que hoy a la ciencia le parece claramente un error sobre el mundo, el homo sapiens lo ha racionalizado en la mayor parte de las culturas mediante una ideología religiosa: serían los dioses mismos quienes habrían creado la naturaleza para servicio del ser humano, confiándosela bajo su autoridad absoluta. El ser humano sería el rey de la creación, dueño del mundo, por ser lugarteniente de Dios y haber recibido el mandato de dominarlo. Nada de dominio, el cuidado de todo ser vivo, formando una unidad viva, del SH con el planeta y todos los seres vivos.
7)      No hemos sido hechos a Imagen y semejanza de Dios, somos Tierra. No es verdad que fuimos creados «a imagen y semejanza de Dios», a diferencia de los demás seres vivos, que habrían sido creados sin esa pretensión de ser «hijos de Dios» (algo más que simples creaturas). No fuimos creados aparte, en un «sexto día»; no hubo un tal sexto día, sólo para nosotros. Porque en realidad ni siquiera fuimos creados, un día, y de la nada. Somos una especie que, como todas, proviene de otras, que a su vez provienen de otras más antiguas... que empalman con los primeros seres vivos en esta Tierra, las bacterias, de hace unos 3.500 millones de años. La nueva cosmología piensa que todas las formas de vida de este planeta, en realidad forman una unidad: son la misma Vida.
8)     La nueva cosmología subraya nuestro carácter radicalmente terrestre, telúrico: somos Tierra. No somos espíritus inmateriales, o almas (entelequias metafísicas o sobrenaturales), «venidos a este mundo», como desde fuera, o desde la mente de Dios, al margen de la Tierra. No hemos sido puestos en el mundo por una mano ajena al mundo. Hemos surgido de él. Somos la flor (tal vez) del proceso evolutivo de la vida que se ha dado en este planeta. Por eso... somos tierra, ¡la Tierra!, que en nosotros ha llegado a tener conciencia, a reflexionar, a amar, a contemplar... Los seres humanos no seríamos en realidad de este mundo, sino de otro, del mundo superior, del de los dioses... Seríamos «hijos del cielo», no de la Tierra, caídos accidentalmente en este mundo, pero debiéndonos sentir siempre como ciudadanos del cielo, peregrinos en patria extraña, siempre ansiando liberarnos de las ataduras de este mundo para llegar un día a nuestro destino celestial. Este error sobre el mundo repercutió en un error sobre la espiritualidad: se lo percibió como llamándonos siempre a la renuncia respecto a todo lo material, a la superación de los afanes mundanos (la huida del mundo, el desprecio de todo lo “mundano”, el mortificarse, ir contra los propios instintos, etc), a una espiritualización y una divinización entendidas como huida de la materia, del mundo, de la carne, de las preocupaciones  materiales, demasiado humanas...
9)     Finalmente, se podrían  resumir este elenco de errores en dos grupos de errores que detallamos a continuación: el geocentrismo y el antropocentrismo.

El primero, el geocentrismo
El conflicto con Galileo Galilei (1564 – 1642) fue un conflicto emblemático entre la ciencia y la fe. Galileo, con el telescopio que él perfeccionó, observó que era el Sol el que estaba en el centro. Nosotros, el SH, sobre la Tierra, estaríamos dando vueltas alrededor del Sol. La Tierra dejaba de ser el centro del cosmos, el centro en torno al cual giraba toda la realidad. El ser humano, la niña de los ojos de Dios, la razón de la creación misma y de la historia, no estaba en el centro del mundo. Hoy nos parece casi evidente, pero entonces no pudieron aceptarlo muchos científicos compañeros de Galileo, ni tampoco las Iglesias. Las Iglesias no se oponían propiamente a una verdad meramente científica, sino a un cambio de perspectiva que ponía gravemente en tela de juicio lo que desde siempre se había pensado sobre Dios. Hasta entonces era tenido por evidente que el ser humano era la razón por la que Dios creó el mundo, y que por tanto todo el cosmos giraba en torno a este ser humano, y en torno a su hogar, la Tierra. Decir que ésta no era el centro de la realidad venía a decir que los planes de Dios no eran como los pensábamos, o que el ser humano no parecería ser la razón central del cosmos. La Religión Católica necesitó casi tres siglos para aceptarlo. Los cristianos acabaron pensando que, efectivamente, la Tierra gira alrededor del Sol, y que no es el centro geométrico del sistema solar. La costumbre percibe que el sol “sale” por la mañana y se “pone” por la tarde. Pero, es solo una percepción visual carente de base científica.

Segundo: el antropocentrismo:
Más difícil que la del geocentrismo iba a ser la superación del antropocentrismo, superación que, en realidad, todavía no se ha dado; apenas se está iniciando. Podemos decir que, desde hace tiempo, éste es un descubrimiento claro de la nueva cosmología: el ser humano (no ya la Tierra) no es el centro del cosmos, como casi todas las religiones han pensado –o como han creído escucharlo en sus respectivas revelaciones divinas–. Eso ha sido –nos dice la nueva cosmología– un «error sobre el mundo». El mundo no es antropocéntrico. Nosotros no somos su centro. Ni ha sido «creado para nosotros». Y esto, la nueva visión cosmológica, la nueva ecología, lo puede desglosar en varias perspectivas, aplicadas, más detalladas: Lo hemos detallado en la serie de errores referidos al SH.

Algunas conclusiones: nueva escala de valores
El creyente ve la relación de esta trilogía, Dios, Mundo y SH, propia de los filósofos griegos, que cambia de sentido al ver los errores que descubre la ciencia, No es primero Dios, luego el SH y finalmente el Mundo. Es todo lo contrario: lo primero de todo el cuidado del Mundo, del Planeta Tierra, cuidado con el cambio climático. Después, lo colectivo, el cuidado de la gran familia humana, los 7.200 millones de SH que sencillamente puedan vivir en esta tierra. El SH no “está” en la tierra, sino que “vive” conjuntamente en un todo orgánico, vivo y armonioso con el Planeta. Y por último, la persona como ser individual, con los mismos derechos el hombre que la mujer.

La intervención de Dios en la Historia, no es la de un Dios todopoderoso que ejerce su dominio sobre todo el universo, el dios propio de los dioses del Olimpo griego, sino que se trata de la intervención del Dios de Jesús, que es un  Dios Padre, dador de vida, que interviene en la Historia, cuidando de todos los seres del Mundo, a toda clase de vida que existe en el Planeta..

Otra consideración importante es la del reconocimiento de la ciencia que desbarata la rigidez de la teología católica tradicional. Las instituciones religiosas parecen incapaces de modificar sus creencias, a pesar de que está tan claro que esa rigidez, ese inmovilismo, no existe más que en sus declaraciones más o menos dogmáticas, pues la historia demuestra la constante evolución de las religiones, su sincretismo, sus cambios, sus acomodaciones a los cambios científicos, filosóficos e históricos... En el corto plazo las religiones se resisten a los cambios, tienen pánico a reelaborar el patrimonio simbólico que heredaron. Están cautivas de una epistemología inmovilista, agravada por la convicción de ser «depositarias de la Revelación». Esperamos que la aportación de la ciencia, la moderna cosmología, la asuma la teología católica, como una parte esencial del dato de la evolución del cosmos, de la vida, de la que formamos parte.

Los nuevos creyentes

 En la cosmovisión que la nueva cosmología está extendiendo irreversiblemente sobre la sociedad humana –conocida ya hasta por los niños en edad escolar y por la población más alejada de los medios académicos-, el viejo relato de las religiones y del judeocristianismo en concreto ya no resulta aceptable para la sociedad culta de hoy. Sólo puede pervivir en creyentes atrasados en su formación, o creyentes cultos que aceptan vivir escindidos esquizofrénicamente en su espiritualidad. Mirado desde la sociedad, podríamos decir que hoy sólo pueden «creer» el relato bíblico-eclesiástico los desinformados,  o los que no quieren informarse. Es urgente hacer algo. Pero, tal vez no se trata sin más de traducir el viejo relato del Génesis al nuevo contexto, ni de ponernos a crear un relato nuevo; se trata más bien de asumir el relato que el mismo cosmos evolutivo está revelando a la ciencia actual, a la nueva cosmología (sin idolatrarlo ahora, sin convertirlo una vez más en un dogma, sin dejar de reconocer la provisionalidad permanente de nuestra percepción del mismo...), y dejar fluir ante él nuestro sentimiento religioso ante el misterio, nuestra experiencia espiritual cósmica... Sin duda el nuevo relato cosmológico es lo que más está empezando a transformar actualmente la conciencia de la humanidad. Una conciencia planetaria. Es posible que vaya a ocurrir otro tanto en lo religioso y lo teológico, pero en los ámbitos teológicos y espirituales, hoy por hoy, no se percibe el potencial revolucionario de este nuevo esquema ecológico; se va a tomar como un resabio de la vieja mentalidad, se piensa que este tema «no es religioso ni espiritual, sino científico». Ya se desengañarán…

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